Una pregunta que constantemente nos hacen las familias, tiene que ver con la elección del colegio, al que deben de llevar a sus hijos e hijas. Muchas familias saben que sus hijos e hijas en virtud de su pasado (y no del hecho de ser adoptados) tienen dificultades importantes y no están a la altura de las exigencias estandard de una buena parte de los colegios a los que les gustaría llevarles.
¿A qué colegio le llevamos?. Es la pregunta del millón que pocas veces podemos responder satisfactoriamente, hasta que las familias nos hacen una descripción de las diferentes opciones. La pregunta es complicada por que depende de muchos factores. Sabemos de colegios sensibles en general hacia las necesidades de estos niños y niñas, pero a la vez debe de haber un/a enseñante, que garantice dicha sensibilidad, e incluso con frecuencia es importante una comunidad escolar, un grupo de clase, un servicio de comedor una AMPA, capaces de acoger a estos niños y niñas. Como veis no es sencillo, pero tampoco imposible.
Por tanto de manera breve vamos a desgranar poco a poco los criterios de idoneidad que pensamos debería satisfacer la comunidad educativa a la que llevar a un niño o una niña, que fue víctima de experiencias de abandono, negligencia, maltrato, abuso... en edad temprana (recordad que hay niños y niñas que también tienen este bagage y que no son adoptados o adoptadas). De paso no estaría de más, que las autoridades de protección de menores e incluso las asociaciones de familias adoptivas o personas adoptadas emitieran un certificado a modo de “label de calidad” (QISO99003333), para certificar la idoneidad de aquellas comunidades educativas que cumplieran con dichos criterios de idoneidad. Desgraciadamente la “Q” de calidad de algunas instituciones educativas, que muchas familias adoptivas conocen, no satisface este nivel.
El centro ideal es aquel en el que el concepto de inclusividad gobierna los planes pedagógicos y de convivencia en el centro educativo. En dicho centro ideal, para los y las enseñantes y sus dirigentes no impera la pedagogía de la “normalización”, que obliga a todos a cumplir unos estándares de referencia en función de la edad cronológica. Por tanto se respeta la madurez real de los alumnos y alumnas. Se flexibiliza el acceso a niveles, tareas y evaluaciones acordes a las capacidades de los niños y niñas y no se rige la vida escolar por los programas estándares que pueden cumplir la mayoría. Los niños y niñas con retraso madurativo en diferentes ámbitos encuentran su sitio, su atención, su bienestar y su protección. No se exige a los alumnos o alumnas con retraso que alcancen de modo exacerbado el nivel de los demás. Puede incluso aceptarse la idea de niveles diferentes para diferentes materias. De este criterio se derivan los demás.
Cuales son los criterios de idoneidad derivados de la inclusividad:
- La edad no determina niveles de madurez y se acepta que un niño o una niña no sean igual de maduros que sus iguales
- La atención recibida, la supervisión y el acompañamiento se administran en función de las necesidades de los alumnos y alumnas. No se practica lo de “café con leche para todos”
- Se tiene en cuenta los antecedentes, el pasado y la historia de los niños y niñas a la hora de evaluar sus necesidades. Especialmente cuando cuando dichos antecedentes han generado secuelas
- El personal docente acude a los recursos educativos especializados en atender “las necesidades educativas especiales” sin que sea reclamado porque hay sensibilidad para detectarlas
- Los y las adoptantes, madres y padres son tratados como colaboradores necesarios para la solución de las dificultades y no son tratados como los causantes de las dificultades de sus hijos e hijas, ni tienen que paliar en casa la falta de atención o acompañamiento de sus hijos e hijas en el centro educativo. La familia no es tratada como un aula de apoyo que tiene que cubrir las carencias del centro.
- El personal docente y no docente del centro asume con profesionalidad y criterios científicos la solución de los conflictos de comportamiento, disciplina y convivencia que pueden generarse con los niños y niñas víctimas de experiencia de abandono en edades tempranas. La familia no debe hacerse cargo de la gestión del comportamiento de su hijo o hija en el centro, pues su personal sabe resolver dichas dificultades.
- Los grupos escolares de alumnos y alumnas, los compañeros y compañeras de clase son educados en la diversidad y saben y pueden tolerar e integrar o niños y niñas, de otro aspecto físico, no priorizan la biología (sobre) sobre la vinculación socioemocional y entiende de diversas formas de vida familiar. Los grupos de igual practican la tolerancia activa y no toleran el racismo, la xenofobia, la homofobia y resto de fobias. Igualmente las madres y los padres de estos niños y niñas no promueven comportamientos prejuiciosos. Existen y se saben aplicar en el centro protocolos de matonismo (bulling), racismo, abusos...
- El comedor, el patio, los recreos, los pasillos, los vestuarios y otros espacios son espacios gestionados pedagógicamente y seguros
- No se abruma a los alumnos y alumnas con tareas escolares innecesarias o excesivas. Las tareas permiten juego y vida familiar y social a sus alumnos y alumnas
- La evaluación de conocimientos y las notas contemplan y valoran el trabajo real de los alumnos y alumnas. El examen en papel no es el único método de evaluación y el personal docente sabe hacer aflorar los conocimientos y esfuerzos de los alumnos y alumnas que se bloquean emocionalmente en momentos de tensión.
- En el centro saben abordar los conflictos emocionales y de convivencia de niños y niñas con dificultades en dicho ámbito.
Desde nuestra experiencia en Adoptia sabemos que hay centros, que se acercan a estos criterios de manera muy diversa y que los hay sin intención de aplicarlos. A lo largo de nuestro trabajo con enseñantes en los últimos veinte años sabemos, que hay buenísimas y buenísimos enseñantes. Estos criterios han sido comunicados por docentes sensibles a este colectivo de niños y niñas. Nuestro deseo es que la comunidad educativa de tu hija o hijo satisfaga la mayor parte de estos criterios.
Y en última instancia hay muchísimos adoptantes que sois enseñantes. Desde una cooperativa como la nuestra, Agintzari, os animamos a que que creéis cooperativas de enseñanza capaces de satisfacer las necesidades de vuestros hijos e hijas. Seguro que las petais de niños y niñas que no son adoptados. No hace falta tener una congregación detrás, tan solo iniciativa y determinación. De eso hay toneladas en el mundo de adoptantes y adoptados.
La próxima entrega hará referencia a las dificultades que encontramos de forma habitual en niños y niñas que habéis adoptado, pero que fueron previamente víctimas de experiencias de abandono y otras dificultades graves como la negligencia, el maltrato, los abusos o la institucionalización prolongada y todo ello en edades tempranas y en soledad.
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