El desarrollo de las relaciones
Traducido de "Handbuch für Pflege- und Adoptiveltern. Pädagogische, psychologische und rechtliche Fragen des Adoptions und
Pflegekinderwesens", (Manual para padres y madres de acogida y de adopción.
Cuestiones pedagógicas, psicológicas y jurídicas en torno al acogimiento
familiar y la adopción de niños y niñas). Idstein 2003, editado por la PFAD.
Confederación de Familias de Acogida y Adoptivas de la República Federal de
Alemania. Desarrollado en base a las aportaciones de la "Teoría de la Integración" de Monika Nienstedt y Armin Westermann.
(Páginas 94, 95 y 96)
Los vínculos y las relaciones entre
padres e hijos en las familias de acogida y adoptivas no son algo que surgen de
un día para otro; son algo que se desarrollan lentamente a lo largo de un
proceso que puede durar meses y años.
Para el niño el acogimiento
familiar o la adopción – independientemente de la calidad de sus experiencias
tempranas – es en cualquiera de los casos una experiencia que implica un cambio
de ambiente, en el cual se va a sentir muy inseguro. Se va a ver apartado de
personas con las que se siente confiado y confrontado repentinamente con un
nuevo sistema familiar, cuyas reglas de juego implícitas (tomas de contacto,
acercamientos, horarios de comida...) le resultan completamente desconocidas.
Las costumbres y las formas de comportamiento del niño van a verse cuestionadas
y las reglas actuales, que rigen su vida van a dejar de ser válidas.
Cuando el niño en esta fase de
nueva orientación sea confrontado con las expectativas preconcebidas de sus
padres de adopción o acogida se va a tener que sentir necesariamente vencido e
impotente. La integración de un niño adoptado o acogido en su nueva familia es
algo que solamente puede ocurrir de forma progresiva.
Los doctores en Psicología, Nienstedt y Westermann han investigado en
este proceso de integración y han descrito las siguiente tres fases
(Nienstedt/Westermann : Pflegekinder. Psychologische Beiträge zur Sozialisation von Kinder in Ersatzfamilien, Münster
1990, S. 43f) :
1.- Fase de adaptación
En los primeros momentos de su
acogida (o adopción) el niño acogido se comporta a menudo completamente
adaptado. Muchos padres y madres de acogida (y de adopción) malinterpretan el
asombroso buen acoplamiento del niño, llegando a pensar que el niño les ha
aceptado ya como padres.
El “buen comportamiento” del niño
acogido (o adoptado) tiene sin embargo otros motivos. La circunstancia de verse
confrontado con una situación completamente nueva y tener que orientarse en
ella, es algo que le genera mucha inseguridad al niño. El niño depende
emocionalmente de la simpatía de sus nuevas personas de referencia y no quiere
perderles con sus “comportamientos erráticos”. A través de su aparente
adecuación a las normas el niño busca un marco de referencia, pero sin asumir
realmente las normas. Solamente cuando el niño encuentra una determinada cantidad
de seguridad y de confianza, puede ir abriéndoseles de forma progresiva.
2.- La repetición de los conflictos (transferencia)
Muchos padres de acogida (o
adoptivos) se quedan muy sorprendidos con los cambios de comportamiento tras el
“buen comportamiento” inicial. El niño despliega entonces modos de
comportamiento, que frecuentemente a los
padres de acogida (o adopción) les resulta completamente incomprensibles. El
niño acogido (o adoptado) va a reaccionar en ocasiones de una forma
completamente acaramelada ante las más diversas situaciones de la vida
cotidiana. A la vez y de forma habitual y cotidiana puede empezar a lanzar los
mayores tacos y barbaridades contra algún miembro de la familia o incluso
rechazar de forma violenta todo tipo de contacto corporal. En esta difícil fase
de la integración podemos observar en el niño formas compulsivas, excesivas y
desordenadas de comer; va a coger a escondidas algunos alimentos con el fin de
acapararlos y guardarlos. El niño provoca a sus nuevos padres de formas muy
diversas y se meterá en situaciones conflictivas. Esta repentina acumulación de
conflictos y dificultades va a ser visto por los acogedores (o adoptantes) como
retroceso y (en algunos casos) como prueba de la propia incapacidad o falta de
habilidad para educar de los adultos, o también será evaluada la conducta como
ingratitud o mala intención por parte del niño acogido (o adoptado).
Sin embargo el cambio de conducta del niño es la expresión de
que esta haciendo progresos importantes. Las conductas que a diario va
desplegando no van dirigidas contra los acogedores (o adoptantes), tienen que
ver con la transferencia de antiguas vivencias a la nueva situación y con la
repetición de conflictos.
El niño afronta su nueva situación
familiar con las gafas de sus experiencias anteriores. Transfiere estas a su
nueva situación. Si el niño ha tenido un pasado lleno de experiencias
negativas, se comportará temeroso. De esta manera, por ejemplo, transferirá a
los contactos con el padre de acogida los sentimientos de miedo y odio, que
tenga hacia su padre biológico violento y maltratador. Y aunque a menudo, en
este tipo de situaciones, a los acogedores les resulte difícil, es necesario
manifestarle al niño una y otra, que se le quiere.
El sentimiento de haber sido acogido
por sus padres de acogida (o adopción), el poder confiar en ellos, posibilita
al niño, enmendar viejos modos de comportamiento y abrirse a nuevas
experiencias. El niño intentará poner a prueba de todas las maneras y formas
posibles la fiabilidad de sus nuevas personas de referencia, así como la
solidez de la nueva relación.
El conocimiento exacto de la
historia previa del niño puede ayudar a los acogedores (o adoptantes) a
entender mejor las transferencias emocionales que hace el niño. Podemos ayudar
eficazmente al niño en sus intentos de percibir y expresar sus experiencias y
sentimientos a través de preguntas cuidadosamente elaboradas. Este proceso de
elaboración lleva mucho tiempo y esfuerzos y solamente cuando se ha llevado a
efecto, podrá el niño, llevar a cabo un nuevo comienzo de forma auténtica y
real (Vea en este mismo libro el concepto de “transferencia”, según Nienstedt y
Westermann).
3.- La
construcción de la relación / El retroceso a formas de comportamiento de la
infancia temprana (regresión)
Si el niño ha tenido la oportunidad
de elaborar su pasado durante la fase de transferencia, le será entonces
posible construir nuevas relaciones. En esta fase se puede observar en el niño
un retroceso a modos de comportamiento propios de una infancia más temprana que
la suya. A menudo le surgirá el deseo de ser llevado en brazos, de ser
alimentado a la boca e incluso de beber de un biberón. Estas necesidades no
adecuadas a su edad indican que lo que el niño quiere es “comenzar de nuevo
desde el principio”. Si al niño se le ofrece esta oportunidad, podrá recuperar
aquello que le ha faltado hasta este momento y podrá por fin satisfacer
aquellas necesidades insuficientemente satisfechas. De esta forma el niño
alcanza una base sólida para su sano desarrollo. Los modos de comportamiento
infantiles e inmaduros están realmente en contradicción con la edad real del
niño, pero sin embargo tampoco se despliegan en todas las facetas de la vida
del niño. Los comportamientos inmaduros del niño se alternan frecuentemente con
comportamientos propios de su edad y con el tiempo van remitiendo
progresivamente en la medida en que el niño tiene la oportunidad de vivir
satisfactoriamente sus necesidades.
En esta fase del proceso de
desarrollo podemos observar que el niño :
·
descubre su propio cuerpo
·
pone a prueba sus propias facultades y habilidades
personales
·
asume iniciativas
·
despliega agresiones
·
atraviesa una fase de duelo (tristeza)
·
empieza a reconocer normas y valores
Los acogedores y acogedoras (o
adoptantes) notarán entonces que el niño ha desarrollado un sentimiento de
pertenencia hacia ellos. Con este la integración del niño en su nueva familia
se va a seguir produciendo y la pertenencia irá progresando.
El citado desarrollo en tres fases
es seguramente el ideal. Es importante que los padres de acogida puedan
disponer en cada una de estas fases del suficiente tacto, intuición, paciencia
y tiempo. Las experiencias traumáticas no se pueden reparar ni elaborar en
periodos cortos de tiempo, ni los desarrollos carenciados se pueden recuperar
en unas pocas semanas. Para el desarrollo de relaciones positivas en el seno de
una familia de acogida (y adoptiva) hace falta mucho tiempo, a veces un año y
medio y también más.
En ocasiones, el niño, a causa de los graves daños emocionales
recibidos a lo largo de su vida anterior, puede estar discapacitado para la
integración familiar a pesar de toda la comprensión y de todo el tacto posible
que sus acogedores (o adoptantes) desarrollen. En este caso se recomienda
urgentemente una ayuda psicológica.
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