sábado, 8 de junio de 2024

Teoría de la Integración. El desarrollo de la relaciones según Monika Nienstedt y Armin Westermann (Traducción)

 

El desarrollo de las relaciones

Traducido de "Handbuch für Pflege- und Adoptiveltern. Pädagogische, psychologische und rechtliche Fragen des Adoptions und Pflegekinderwesens", (Manual para padres y madres de acogida y de adopción. Cuestiones pedagógicas, psicológicas y jurídicas en torno al acogimiento familiar y la adopción de niños y niñas). Idstein 2003, editado por la PFAD. Confederación de Familias de Acogida y Adoptivas de la República Federal de Alemania. Desarrollado en base a las aportaciones de la "Teoría de la Integración" de Monika Nienstedt y Armin Westermann.

(Páginas 94, 95 y 96)

 

Los vínculos y las relaciones entre padres e hijos en las familias de acogida y adoptivas no son algo que surgen de un día para otro; son algo que se desarrollan lentamente a lo largo de un proceso que puede durar meses y años.

 

Para el niño el acogimiento familiar o la adopción – independientemente de la calidad de sus experiencias tempranas – es en cualquiera de los casos una experiencia que implica un cambio de ambiente, en el cual se va a sentir muy inseguro. Se va a ver apartado de personas con las que se siente confiado y confrontado repentinamente con un nuevo sistema familiar, cuyas reglas de juego implícitas (tomas de contacto, acercamientos, horarios de comida...) le resultan completamente desconocidas. Las costumbres y las formas de comportamiento del niño van a verse cuestionadas y las reglas actuales, que rigen su vida van a dejar de ser válidas.

 

Cuando el niño en esta fase de nueva orientación sea confrontado con las expectativas preconcebidas de sus padres de adopción o acogida se va a tener que sentir necesariamente vencido e impotente. La integración de un niño adoptado o acogido en su nueva familia es algo que solamente puede ocurrir de forma progresiva.

 

Los doctores en Psicología,  Nienstedt y Westermann han investigado en este proceso de integración y han descrito las siguiente tres fases (Nienstedt/Westermann : Pflegekinder. Psychologische Beiträge zur Sozialisation von Kinder in Ersatzfamilien, Münster 1990, S. 43f) :

 

1.- Fase de adaptación

 

En los primeros momentos de su acogida (o adopción) el niño acogido se comporta a menudo completamente adaptado. Muchos padres y madres de acogida (y de adopción) malinterpretan el asombroso buen acoplamiento del niño, llegando a pensar que el niño les ha aceptado ya como padres.

 

El “buen comportamiento” del niño acogido (o adoptado) tiene sin embargo otros motivos. La circunstancia de verse confrontado con una situación completamente nueva y tener que orientarse en ella, es algo que le genera mucha inseguridad al niño. El niño depende emocionalmente de la simpatía de sus nuevas personas de referencia y no quiere perderles con sus “comportamientos erráticos”. A través de su aparente adecuación a las normas el niño busca un marco de referencia, pero sin asumir realmente las normas. Solamente cuando el niño encuentra una determinada cantidad de seguridad y de confianza, puede ir abriéndoseles de forma progresiva.

 

2.- La repetición de los conflictos (transferencia)

 

Muchos padres de acogida (o adoptivos) se quedan muy sorprendidos con los cambios de comportamiento tras el “buen comportamiento” inicial. El niño despliega entonces modos de comportamiento, que frecuentemente  a los padres de acogida (o adopción) les resulta completamente incomprensibles. El niño acogido (o adoptado) va a reaccionar en ocasiones de una forma completamente acaramelada ante las más diversas situaciones de la vida cotidiana. A la vez y de forma habitual y cotidiana puede empezar a lanzar los mayores tacos y barbaridades contra algún miembro de la familia o incluso rechazar de forma violenta todo tipo de contacto corporal. En esta difícil fase de la integración podemos observar en el niño formas compulsivas, excesivas y desordenadas de comer; va a coger a escondidas algunos alimentos con el fin de acapararlos y guardarlos. El niño provoca a sus nuevos padres de formas muy diversas y se meterá en situaciones conflictivas. Esta repentina acumulación de conflictos y dificultades va a ser visto por los acogedores (o adoptantes) como retroceso y (en algunos casos) como prueba de la propia incapacidad o falta de habilidad para educar de los adultos, o también será evaluada la conducta como ingratitud o mala intención por parte del niño acogido (o adoptado).

 

Sin embargo el cambio de conducta del niño es la expresión de que esta haciendo progresos importantes. Las conductas que a diario va desplegando no van dirigidas contra los acogedores (o adoptantes), tienen que ver con la transferencia de antiguas vivencias a la nueva situación y con la repetición de conflictos.

 

El niño afronta su nueva situación familiar con las gafas de sus experiencias anteriores. Transfiere estas a su nueva situación. Si el niño ha tenido un pasado lleno de experiencias negativas, se comportará temeroso. De esta manera, por ejemplo, transferirá a los contactos con el padre de acogida los sentimientos de miedo y odio, que tenga hacia su padre biológico violento y maltratador. Y aunque a menudo, en este tipo de situaciones, a los acogedores les resulte difícil, es necesario manifestarle al niño una y otra, que se le quiere.

 

El sentimiento de haber sido acogido por sus padres de acogida (o adopción), el poder confiar en ellos, posibilita al niño, enmendar viejos modos de comportamiento y abrirse a nuevas experiencias. El niño intentará poner a prueba de todas las maneras y formas posibles la fiabilidad de sus nuevas personas de referencia, así como la solidez de la nueva relación.

 

El conocimiento exacto de la historia previa del niño puede ayudar a los acogedores (o adoptantes) a entender mejor las transferencias emocionales que hace el niño. Podemos ayudar eficazmente al niño en sus intentos de percibir y expresar sus experiencias y sentimientos a través de preguntas cuidadosamente elaboradas. Este proceso de elaboración lleva mucho tiempo y esfuerzos y solamente cuando se ha llevado a efecto, podrá el niño, llevar a cabo un nuevo comienzo de forma auténtica y real (Vea en este mismo libro el concepto de “transferencia”, según Nienstedt y Westermann).

 

3.-  La construcción de la relación / El retroceso a formas de comportamiento de la infancia temprana (regresión)

 

Si el niño ha tenido la oportunidad de elaborar su pasado durante la fase de transferencia, le será entonces posible construir nuevas relaciones. En esta fase se puede observar en el niño un retroceso a modos de comportamiento propios de una infancia más temprana que la suya. A menudo le surgirá el deseo de ser llevado en brazos, de ser alimentado a la boca e incluso de beber de un biberón. Estas necesidades no adecuadas a su edad indican que lo que el niño quiere es “comenzar de nuevo desde el principio”. Si al niño se le ofrece esta oportunidad, podrá recuperar aquello que le ha faltado hasta este momento y podrá por fin satisfacer aquellas necesidades insuficientemente satisfechas. De esta forma el niño alcanza una base sólida para su sano desarrollo. Los modos de comportamiento infantiles e inmaduros están realmente en contradicción con la edad real del niño, pero sin embargo tampoco se despliegan en todas las facetas de la vida del niño. Los comportamientos inmaduros del niño se alternan frecuentemente con comportamientos propios de su edad y con el tiempo van remitiendo progresivamente en la medida en que el niño tiene la oportunidad de vivir satisfactoriamente sus necesidades.

 

En esta fase del proceso de desarrollo podemos observar que el niño :

·      descubre su propio cuerpo

·      pone a prueba sus propias facultades y habilidades personales

·      asume iniciativas

·      despliega agresiones

·      atraviesa una fase de duelo (tristeza)

·      empieza a reconocer normas y valores

 

Los acogedores y acogedoras (o adoptantes) notarán entonces que el niño ha desarrollado un sentimiento de pertenencia hacia ellos. Con este la integración del niño en su nueva familia se va a seguir produciendo y la pertenencia irá progresando.

 

El citado desarrollo en tres fases es seguramente el ideal. Es importante que los padres de acogida puedan disponer en cada una de estas fases del suficiente tacto, intuición, paciencia y tiempo. Las experiencias traumáticas no se pueden reparar ni elaborar en periodos cortos de tiempo, ni los desarrollos carenciados se pueden recuperar en unas pocas semanas. Para el desarrollo de relaciones positivas en el seno de una familia de acogida (y adoptiva) hace falta mucho tiempo, a veces un año y medio y también más.

 

En ocasiones, el niño, a causa de los graves daños emocionales recibidos a lo largo de su vida anterior, puede estar discapacitado para la integración familiar a pesar de toda la comprensión y de todo el tacto posible que sus acogedores (o adoptantes) desarrollen. En este caso se recomienda urgentemente una ayuda psicológica.

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