martes, 24 de enero de 2012

DEL ABANDONO A LA ADOPCIÓN: ITINERARIO DE VIVENCIAS, SECUELAS Y RETOS EN LOS ADOLESCENTES ADOPTADOS, VÍCTIMAS DE EXPERIENCIAS TEMPRANAS DE ABANDONO Y DE SUS FAMILIAS



Javier Jesús Mugica Flores y Alberto Rodriguez Gonzalez, psicólogos y terapeutas de familia del Servicio ARLOBI-ADOPTIA de Atención Psicosocial de AGINTZARI, S.Coop. de Iniciativa Social de Bilbao. Enero 2011

1 INTRODUCCION


1.1  Situación actual de la adopción en la última década

En la última década la población de personas adoptadas ha crecido de forma considerable. En España, extrapolando cifras aportadas por diferentes autoridades autonómicas y centrales y desde mediados de la década de los noventa podemos cifrar la cantidad de niños, niñas adolescentes y personas adultas adoptadas en unas 50.000. En muchas comunidades autónomas españolas el porcentaje de menores adoptados alcanza el 1% de la población infanto-juvenil (Agintzari, 2005).

El perfil de los adoptados nos dice que mayoritariamente son adoptados tardíos y por tanto fueron adoptados más allá de los 18 meses de vida, con lo que esto conlleva de riesgo en la gestación del estilo de vínculo de apego. El neonato adoptado es una minoría muy poco significativa, y ya más de las ¾ partes de los adoptados son de adopción internacional y proceden de ámbitos sociales y culturales donde los sistemas de protección todavía están en desarrollo. Los estudios sobre como llegan y están los menores adoptados nacionales desde el punto de vista de su desarrollo dejan claro que todos ellos parten con una situación altamente desfavorecida. Los estudios también dicen que su evolución es muy positiva aunque perdura una cierta diferencia evolutiva a la baja en diferentes áreas del desarrollo (Palacios, 1996, 2005).

A pesar de los estudios iniciales el fenómeno social de la adopción en España es algo relativamente nuevo y las personas adoptadas son una población bastante desconocida. Nos faltan aún estudios longitudinales que nos aporten datos sobre la situación de las personas adoptadas. La comunidad científica y profesional está en ello pero la adopción tal cual hoy debe entenderse sigue siendo un fenómeno bastante desconocido.


1.2 Dificultades reparadoras en los itinerarios de adopción

La adopción no es un trastorno a pesar de cómo se habla de las personas adoptadas. No es una patología ni presupone categorías diagnósticas. La población adoptiva es dispar, no es homogénea y no responde a un patrón definido. Sus itinerarios son diferentes aunque tengan experiencias y vivencias comunes. Sus vivencias previas al abandono, los recursos con los que vivieron antes de ser adoptados, los sistemas de protección que les recogieron del abandono, sus capacidades personales, las secuelas del abandono, del maltrato o de la institucionalización pueden ser muy diferentes pero todas las personas adoptadas tienen en común haber sido abandonadas. Este abandono previamente surge de condiciones de vida muy adversas donde la negligencia, los malos tratos, los abusos y otras penalidades son vivencias cotidianas que conforman el desarrollo y las estructuras de personalidad.

La comunidad científica concuerda en que la adopción es la mejor medida protectora cuando un niño ha vivido un abandono pero esta capacidad de reparación o de resiliencia que tiene la adopción va a depender de la interacción de varios factores (Cyrulnik, 2002) :

  • El carácter, la fisiología, la resistencia del sistema nervioso, el soporte biológico, de su fortaleza física ante el estrés… del individuo dañado
  • Los soportes sociales que la comunidad, la familia, el entorno de iguales pone al servicio de las personas dañadas y heridas… terapias reparadoras, sistemas de ayuda y acompañamiento, herramientas e instrumentos, técnicos y profesionales competentes… respuestas sensibles por parte del entorno familiar, escolar y de iguales para satisfacer las necesidades específicas del itinerario adoptivo, reparar las carencias y construir una identidad integrada y un sentido de la pertenencia adecuado
  • El significado que la experiencia de abandono, sea traumática o no, tenga para la persona adoptada y le posibilite un abordaje sano de su abandono y le reconcilie con la vida, con el mundo, con los demás seres humanos y consigo mismo

Nuestra experiencia desde el Servicio Arlobi-Adoptia de Atención psicosocial de Agintzari nos demuestra que en todos estos aspectos la situación de las personas adoptadas es realmente difícil y complicada. Muchas personas adoptadas proceden de situaciones donde el maltrato en sus diferentes versiones (negligencia, desatención, malnutrición, violencia, alcoholismo fetal…), la institucionalización prolongada por unos sistemas de protección infantil con escasos recursos y capacitación y en edades tempranas, generan desde daños físicos a secuelas físicas duraderas que suelen tener buena evolución durante los primeros años de adopción. En lo relacionado con la salud física hay buenos procesos de reparación y nuestra sanidad hace milagros.

Otra realidad muy diferente es la de los soportes que la comunidad y las familias ponemos al servicio de las víctimas de abandono temprano que adoptamos. Hay mucho que avanzar y no son precisamente los y las adoptantes quienes más deben trabajar en la mejora de recursos. Pensamos desde nuestra experiencia que a los técnicos de la salud mental, de la educación, de la protección social y de otros recursos comunitarios nos faltan herramientas técnicas, procedimientos y conocimiento básico para ayudar a las familias y a las personas adoptadas a reparar su abandono. Con frecuencia oímos hablar del fracaso de la adopción y hemos de recordar que cuando una adopción fracasa realmente no solo fracasa la persona adoptada y su familia. Fracasa también la comunidad técnica y profesional que no supo apoyar y sostenerles en los procesos de desarrollo específicos de las personas adoptadas. Muchas son las veces en que la familia adoptiva pidió ayuda a los técnicos o simplemente que hicieran su trabajo y estos respondieron con diagnósticos parciales, errados e insuficiente… o no vieron algunas de las realidades vividas por las personas adoptadas y por sus familias y propusieron tratamientos que no sirvieron para nada o que agravaron la situación. Cuantas veces escuchamos los testimonios de familias y enseñantes que nos hablan de las numerosas dificultades de los niños, niñas y adolescentes de condición adoptiva en el ámbito escolar y de la educación. Se les aplica normalización (tenéis que hacer y ser como los demás) hasta el agotamiento, el aburrimiento y la extenuación cuando lo que necesitan es inclusión y aceptación de sus puntos reales de partida y de desarrollo, de otros ritmos, de otras exigencias, de mucho acompañamiento y apoyo. No hay que olvidar como hasta escritores, periodistas y personas creativas usan las obsoletas creencias que hay en torno a la adopción para producir narraciones y materiales, que niegan la realidad del abandono y la edulcoran o caramelizan y no ayudan en nada a las personas adoptadas y a sus adoptantes, siendo con frecuencia narraciones tóxicas en la medida que no facilitan la elaboración del abandono. La comunidad debe todavía mejorar muchos de sus recursos para ayudar a las personas adoptadas. Hacen falta sistemas y procedimientos de inclusión en la vida escolar, diagnósticos que incluyan las secuelas y las necesidades evolutivas específicas de las personas adoptadas y terapias adecuadas a sus dificultades.

En cuanto al tercer factor determinante, la dotación de un significado a la experiencia de abandono que permita una reconciliación con dicha experiencia, padecemos una cultura adoptiva que no genera soluciones eficientes. Una buena parte de los adolescentes adoptados hoy en día se ha tenido que confrontar con significados que no ayudan:

  • Los adoptados no tienen diferencias o no deberían tenerlas
  • Del abandono, experiencia y casi única certeza que toda persona adoptada a la que se le ha hecho la revelación, sabe, desde los 5 o 6 años, mejor ni hablar que es doloroso
  • La búsqueda de orígenes puede ser un riesgo y un sufrimiento innecesario
  • Las personas adoptadas han de estar contentas y agradecidas por la suerte que han tenido
  • Las secuelas o los síntomas son responsabilidad o personal o familiar, nunca del contexto
  • Los adoptados no sufren discriminación, ni xenofobia ni racismo y por tanto no anticipemos nada ni demos valor a esas pequeñeces
  • No llores, ni lamentes, ni añores, ni maldigas lo que dejasteis atrás


1.3 La evolutiva de la concepción sobre la propia condición adoptiva


Partiendo de la propuesta que Erikson hace de las tareas psicosociales de las personas durante las diferentes etapas evolutivas, la asunción de la condición adoptiva, o descubrimiento y elaboración del abandono es una tarea evolutiva con diferentes momentos y posibilidades en función de los recursos que el niño, la niño o el o la adolescente va desarrollando a nivel cognitivo, emocional y social (Brodzinsky y Cols. 2002).

A la edad preescolar (hasta los 6 años) los niños y niñas de condición adoptiva tienen todas las vivencias propias de su historia de abandono, institucionalización e integración pero no pueden tener conciencia del significado que tiene la adopción. Desconocen el sentido de los vínculos de consaguinidad que delimitan los núcleos familiares y su historia e identidad la constituyen a partir de los elementos narrativos que su familia y su entorno les proporciona. Fabulan y rellenan los agujeros o ausencias de datos con fantasías. Cuentan sobre su adopción lo que les han dicho más elementos más o menos consistentes de su cosecha. Familia son los que viven con él o ella.

En cuanto se les revela que no nacieron de la tripa de la mamá adoptiva se produce una crisis importante. Muchos niños y niñas lo viven con enfado e incredulidad. La sorpresa es grande y en función de los comentarios que puedan escuchar en el cole de otros compañeros y compañeras su pertenencia puede ser puesta en duda.  Claramente se fiará de lo que le digan sus padres y madres, pero las primeras semillas de la duda y de la incertidumbre han quedado solidamente arraigadas.

Entre los 6 y los 12 años, la etapa de Educación Primaria. Los niños y niñas de condición adoptiva saben ya de la existencia de los vínculos de consanguinidad y para ellos y ellas el tener una familia adoptiva se fundamenta sobre la pérdida de una familia biológica que suscita infinidad de interrogantes sobre los motivos de la separación y del abandono, su legitimidad, la suerte corrida por los familiares, la añoranza de personas, lugares, usos, costumbres. La toma de conciencia de esta pérdida, no del todo cerrada, pues no se sabe con certeza si las personas perdidas viven o no y como, genera un duelo que debe ser elaborado en este periodo. Como cualquier proceso de duelo, en este caso duelo adaptativo los niños y las niñas atraviesan por procesos emocionales que les conducen al final de la etapa a un cierre temporal del tema que les permite centrarse en aquellas actividades que les son relevantes, estudios, amigos, familia… El duelo al no ser un duelo familiar y socialmente reconocido suele pasar inadvertido y desconocido por todos los que rodean al niño. Han de atravesar esta etapa casi en solitario, pues nadie reconoce o asocia algunas de sus emociones o comportamientos como propios de un duelo (tristeza, rabia, enfado, pena…)

La adolescencia, que físicamente se inicia con los cambios físicos de la pubertad y que suponen la aparición de los caracteres sexuales secundarios, socioemocionalmente se caracteriza por la consolidación de la identidad del ego y por una cierta elaboración de la identidad, supone para la persona adoptada la asunción de las siguientes tareas (Brodzinsky, 2002; Agintzari, 2005; Mugica, 2008):

  • Una nueva exploración del sentido y de las consecuencias de ser adoptado
  • Conectar la adopción con el propio sentido de la identidad
  • Hacer frente a la identidad racial en los casos de adopción interracial
  • Resolver la fantasía de la novela familiar relativa a la existencia de unos padres libertadores de los actuales y gratificantes en todo
  • Hacer frente a la pérdida asociada a la adopción, especialmente en lo que se refiere al sentido del yo
  • Considerar la posibilidad de buscar a la familia biológica e iniciar procesos de mediación

El adolescente puede ya entender con plenitud su condición, asumirla y resolver las cuentas pendientes con ese pasado desconocido, desconcertante y doloroso. El adolescente comienza a reevaluar la perdida en términos de su identidad, como una desconexión genealógica de sus primeros familiares. Puede filosofar haciéndose las siguientes preguntas: ¿quién soy yo?, ¿quién y qué podría haber sido?, ¿cómo sería ahora si hubiera permanecido con mi primera familia...?  El abandono inicial se convierte en una ofensa, una herida existencial (cuyo duelo queda silenciado y socialmente no reconocido, ni legitimado, ni compartido)


1.4 Adolescencia y adopción

Los adolescentes adoptados han sido víctimas de experiencias de abandono y con frecuencia sus experiencias de abandono acarrean experiencias traumáticas en su temprana infancia y de sufrimiento a lo largo de todo su desarrollo. La simple asunción del abandono en los casos que no hay historial de negligencia ya es una costosa tarea extra que la mayor parte de sus iguales no deberán de afrontar. En las adopciones tardías (para nosotros las realizadas a partir de los 18 meses) el proceso de integración en su nueva realidad resulta excesivamente costoso tanto para el niño adoptado como para sus adoptantes. El desarrollo de estos menores es un proceso que puede quedar significativamente comprometido por las secuelas del pasado. Su punto de partida siempre es la desventaja en todas las áreas de su desarrollo y personalidad cuando se compara con sus iguales

El adolescente adoptado y herido por el abandono tendrá que realizar de forma simultánea esfuerzos añadidos a los habituales de la adolescencia, teniendo en la mayoría de los casos menos recursos personales que el resto de sus iguales. Si la adolescencia ya supone un esfuerzo importante de por sí, el adolescente adoptado, herido emocionalmente por experiencias traumáticas tiene que detraer recursos en la elaboración de su condición adoptiva, iniciar una búsqueda cargada de incertidumbre y dolor y reajustar su personalidad herida por la experiencias traumáticas. Podríamos añadir una cuarta tarea costosa emocionalmente y esta es la de integrar sus diferencias físicas en el caso de las adopciones transraciales que hoy en día son ya mayoría. Su emancipación y su proceso de autonomía personal va a depender de la elaboración simultánea de todas estas tareas.

Los adolescentes adoptados, victima de experiencias de abandono temprano con más o menos secuelas y diferencias físicas deberán realizar más esfuerzos que sus iguales, con menos recursos y sus adolescencias no son como las de los demás.


La triple o cuádruple condición hace que las adolescencias de muchos adoptados sean más complejas y difíciles de superar :

  • Ser adolescente
  • Ser víctima de abandono
  • Sufrir carencias, secuelas y traumas no resueltos
  • Tener diferencias físicas (piel, ojos, pelo, estatura, rasgos faciales…)

La familia del adolescente adoptado y víctima de abandono sufrirá directamente las convulsiones de sus hijos adoptivos en la convivencia cotidiana y deberá paralelamente surtir y gestionar la contención y la ayuda que su hijo adoptivo precisa, esta contención y estos apoyos deberán mayores y más complejos,  que la que el resto de familias no adoptivas aporta para sus hijos e hijas adolescentes (Huber-Nienhaus,y cols. 2003).


2 LOS MOMENTOS EVOLUTIVOS DEL ADOLESCENTE: PUBERTAD Y ADOLESCENCIA. REPERCUSIONES EN SU FAMILIA


La adolescencia no es independiente de las etapas evolutivas anteriores y por tanto es su continuidad. Lo que en ella nos encontremos proviene de las etapas anteriores. Los éxitos y las buenas prácticas en la infancia se verán reflejados en la adolescencia así como las dificultades y los errores. El y la adolescente no es un champiñón que surge de un día para otro de la nada.

Para muchos adultos su propia adolescencia parece quedarles tan lejos que les resulta costoso ver las adolescencias de sus hijos e hijas. A veces el recordárselas les ayuda a entender mejor a sus adolescentes.

2.1 La inquietante metamorfosis de la pubertad


La pubertad es el proceso de maduración física que conduce a los niños y a las niñas hacia su etapa de madurez sexual y reproductiva, es por tanto el periodo que se define fundamentalmente por los cambios físicos y la transformación del propio cuerpo (Bausch, 2003). Aparecen los rasgos sexuales secundarios y la velocidad del cambio es otro de los elementos fundamentales. La velocidad de esta transformación tan solo es comparable con la velocidad de la transformación del ser humano en su etapa fetal. Como espacio de tiempo puede llegar a durar entre ocho y  quince años y se inicia a partir de los doce años aproximadamente. En las chicas y en los chicos es muy diferente. Sus cuerpos cambian de forma radical y esta transformación además de esperada y deseada pero conlleva ciertos niveles de desconcierto e incertidumbre. ¿Cómo seré de estatura, hechura?, ¿seré atractivo/a?, ¿gustaré a los demás?...

Una voz que se torna chillona, una fuerza que no se termina de controlar, ajustes de peinado y vestuario interminables, definición de gustos y estilos acordes al nuevo cuerpo son vivencias cotidianas. Las dimensiones de ciertas partes del cuerpo pueden ser desproporcionadas, pues no todas las partes del cuerpo crecen por igual. Estos desequilibrios generan incomodidad e incluso torpeza cuando no ha habido suficiente acomodación. Por otro lado la infancia no termina de desaparecer y hay que tomar distancia de ella. La cómoda e inocente infancia da lugar a un ser físicamente diferente pero igual en lo socioemocional.

El púber y la púber se preguntarán por su altura, su anchura de caderas, su barba, sus pechos, su tono de voz,  su musculatura… y si estos rasgos serán más o menos iguales o diferentes a los chicos y chicas de su entorno. La apariencia externa cobra una importancia hasta ahora apenas acentuada. La cuestión fundamental para los y las púberes va a ser, ¿cómo soy y seré en el futuro?

El y la púber se ven y perciben su meteórico cambio físico y este cambio y sobre todo la velocidad con que se producen puede llegar a ser una fuente de preocupación. La gestión de ese cuerpo recién crecido y metamorfoseado en un breve espacio de tiempo tampoco es una tarea fácil. El niño y la niña quieren ser mayores pero este proceso conlleva un cierto desconcierto inevitable. Se esta a caballo entre dos etapas evolutivas muy diferentes.

2.2 La adolescencia, la identidad y el proceso de identificación


La adolescencia es el proceso de maduración psicológica y social que conduce a los (Schmidt-Traub, 2003) niños y niñas hacia la integración social como ciudadanos socialmente autónomos. Puede empezar en torno a los doce años y puede durar hasta los dieciocho o veinticinco años. El proceso fundamental que se desarrolla a lo largo de dicha etapa evolutiva es la emancipación de la familia y la consolidación de la identidad. La pregunta clave que se hace el y la adolescente que tendrá que responderse será : ¿quién soy yo?

La identidad se puede definir como el sentimiento de ser alguien, que a pesar de los cambios experimentados por las circunstancias, los estados físicos y las relaciones, permanece constante. La identidad facilita a las personas el sentimiento de continuidad y coherencia del si mismo, del yo (F.B.Simon, H.Stierlin y C.Wynne, 1988).

El proceso mediante el cual se genera o se consolida la identidad es lo que según Erickson denominaremos identificación. La identificación supone la integración, la asunción y la reorganización de todos los elementos constitutivos de la identidad. El proceso de organización afecta a diferentes niveles. El propio cuerpo y el propio ser tiene que organizarse físicamente en la dimensión tiempo-espacio del ciclo vital. La experiencia se debe organizar generando la síntesis del yo en base a los diferentes eventos históricos que comporta la propia experiencia deberá producirse una organización social de los organismos del yo en unidades geográfico-históricas. Las nociones de ser corporal cambiante, las vivencias, los espacios, los tiempos, las interacciones con los otros deben organizarse en una entidad que facilite al ser humano la sensación de ser uno mismo, reconocible, definible, consciente, diferenciado, único, continuo y coherente. La identidad debe poder facilitar la construcción de un relato sobre uno mismo que permita la organización del propio mundo cognitivo, emocional y vivencial en una unidad coherente, consistente.

Esta organización se elabora necesariamente en interacción con los otros y depende en buena medida de la información que los otros nos hacen llegar sobre nosotros mismos (A. Berastegui, B. Gomez; 2007).

Si por caso ponemos a Andoni, un chico de 17 años procedente de Colombia, de aspecto indígena, adoptado por una familia pudiente vasca a la edad de 7 años, tras 2 años en una familia de acogida, un chico que nunca quiso hablar de su historia, cuyos adoptantes vieron oportuno dicho silencio, con fracaso escolar, victima de malos tratos de un padre alcohólico y de la negligencia de una madre adolescente hasta los cinco años, con vivencias traumáticas que nunca trabajó con nadie, que ha sufrido racismo y xenofobia por parte de sus compañeros de instituto, sus amistades no son del gusto de sus familiares y tiene un relato pobre sobre su historia personal y familiar, las tareas que propone Erikson para la elaboración de su identidad se pueden eternizar.

Andoni físicamente no se puede identificar con los suyos, a pesar de que es el preferido de los abuelos, huye de las reuniones familiares donde más veces de las que él quiere se habla de los parecidos entre los primos y los ancestros. No sabe si es guapo o gustará a las chicas. De su historia hila los acontecimientos de forma desordenada y desconoce los aspectos fundamentales del proceso adoptivo. Sus explicaciones se quedan en un no podían cuidarme y en el fondo piensa que sus padres biológicos no eran tan malos. No sabe lo que va a hacer profesionalmente y no se plantea ningún futuro. A las chicas que conoce y con las que intima las abandona antes de que ellas le abandonen. Cambia mucho de amigos y siempre parece estar comprando voluntades. Fantasea con ser padre joven.

Andoni no es un caso probablemente representativo de adolescente adoptado. Pero cada vez conocemos a más chicos y chicas como él. Andoni dijo en una ocasión: no sé quien soy y mi adopción es una gran mentira.

2.3 Las manifestaciones de la adolescencia normal y corriente


El adolescente tiene que confrontarse consigo mismo y esto le va a suponer un reto de carácter personal. Esta confrontación consigo mismo va a implicar cambios afectivos y de humor que asustan a sus adultos. Puede manifestar retraimiento y reserva extrema ante sus adultos y reorientará su vida hacia el grupo de iguales marcando explícitamente una cierta distancia de la familia y del mundo adulto.

La adolescencia supone para los adolescentes altos niveles de confusión, e irritación, en un clima de extrema autoafirmación ante sus adultos referenciales y con sufrimiento e incertidumbre por sí mismos. Le ocupa y preocupa preguntas como ¿qué roles sociales, sexuales voy a asumir?, ¿cómo seré, tendré hijos, ganaré dinero, seré aceptado, fracasaré, puedo confiar en mi mismo?, ¿Cómo me veo y me ven los demás?. Su estatus en el grupo de iguales será también una fuente de preocupación. ¿Seré aceptado/a?. Su apariencia y personalidad le hace cuestionarse: ¿cómo voy a ser, física, social y emocionalmente? (Schmidt-Traub, 2003)

2.4 Situaciones nuevas  que debe afrontar el o la adolescente


Los adolescentes tienen que asumir la responsabilidad, la gestión y el control de su propia vida después de haber dependido completamente de sus adultos referenciales, de los y las adolescentes se esperan ciertas iniciativas y decisiones y se les atribuyen nuevos niveles de responsabilidad.  Socialmente deben de establecer relaciones independientes con sus iguales y encontrar un papel y un sitio en la sociedad y en su grupo de referencia. Tienen que asumir un rol de género ya sea el masculino o el femenino y ponerlo en marcha. Una de las decisiones más importantes que tienen que tomar es la de elegir la formación que va a seguir con vistas a elegir una posible profesión que le posibilite un sustento económico y un desarrollo emocional. La profesión y los estudios formarán parte importante del bagaje identitario y son también elementos constitutivos de la identidad que deberán consolidar.

En la vida del adolescente se va a producir una reorganización personal, familiar, social. Su vida se va a ver afectada de complejidades y dificultades de todo tipo. La extrañeza, la incertidumbre, la inseguridad y una buena dosis de desgaste emocional serán sentimientos que acompañen este proceso de reorganización de su vida cotidiana. Va a experimentar pensamientos y reflexiones sobre si mismo que le perturbarán y le inquietarán.

El grupo de iguales ganará presencia y cobrará una importancia mayor frente a sus padres y madres. Lo cual no indicará que no necesiten a sus adultos de confianza. Ante el grupo de iguales se producirá una conformidad ciega y extrema con los valores, usos, costumbres, modas, formas de hablar, maquillaje, ropa, música, expresiones… de dicho grupo. Estos usos tendrán la función de constituirse en auténticas barreras contra sus adultos. Los adolescentes buscarán diferenciarse de unos padres y unas madres con quienes se sienten identificados para pasar a identificarse con su grupo de iguales. Los adolescentes sentirán rechazo al adulto y a la vez dependencia de ellos y deberán luchar por su autodeterminación y ganarse mayores cuotas de libertad y autonomía a cambio de responsabilidades. El relajo de la identificación entre padres y madres por un lado e hijos e hijas hará que dicho proceso se relaje, afloje y cese en parte. (Schmidt-Traub, 2003)

Las normas, valores, ideales vigentes serán cuestionados y readaptados, pero no eliminados. La situación de mayor autonomía supone para los adolescentes una liberación pero también inseguridad y miedo ante nimiedades. Los adolescentes pueden llegar a disfrazar su inseguridad y miedo con cierto desprecio, arrogancia por la autoridad paterna o materna pero este distanciamiento de sus figuras de apego (base segura ante la adversidad) también les va a suponer una pérdida emocional. Buscarán nuevos ideales, valores y referencias fuera de la familia y las relaciones cambiarán sensiblemente, se tambalearán. En cuanto a sus capacidades de pensamiento los adolescentes son capaces de ir más allá del pensamiento concreto y plantearse cuestiones, problemas y situaciones de un modo abstracto. (Schmidt-Traub, 2003). El adolescente adoptado bien integrado puede empezar a hipotetizar sobre como hubiera sido su vida de no haber sido abandonado por los suyos y adoptado por su familia actual. Este pensamiento le ayuda a reconciliarse con su historia de abandono y terminar en la edad adulta reconociendo lo mala e indeseable que habría sido su vida de no haber mediado un abandono.

2.5 La agresividad es un sentimiento inevitable


La agresividad frente a los adultos y con frecuencia entre los iguales es el rasgo que los adolescentes manifiestan habitualmente y que para los adultos resulta menos aceptable. Ese niño o esa niña de buenos modales, hasta hace bien poco, de repente ante sus adultos de referencia, manifiesta una agresividad verbal inusual, que va estar presente en las relaciones durante todo el proceso de emancipación/separación.

Esta agresividad es relativamente normal en todos y todas y está ligada a los duelos y a las pérdidas propias del proceso evolutivo emancipatorio. La libertad y la autonomía se conquistan renunciando a ciertos privilegios, asumiendo ciertas responsabilidades y mostrando unas habilidades y capacidades que a veces asustan al adolescente. Los duelos y las pérdidas generados en este proceso generan una rabia que los adolescentes expresan mediante una agresividad a veces desmedida y hacia las personas que más confianza tienen.

Los adolescentes viven cómodos en sus entornos y la autonomía no siempre es cómoda. Salir de casa al mundo es algo que también asusta y la agresividad puede ayudar al adolescente a tomar una mayor distancia de sus padres. No implica que no amen a sus adultos o que no los consideren fuente de seguridad y de autoridad. Es una agresividad cuyo efecto es paradójicamente generar un recurso positivo para los adolescentes. Con un buen portazo se sale más fácilmente de casa que pensando en el temor, la incertidumbre y la inseguridad propia del reto que se debe asumir(Schmidt-Traub, 2003).

2.6 El ciclo vital de la familia con hijos adolescentes y jóvenes. Una fase difícil para todos los miembros de la familia


Cuando los hijos e hija entran en la edad de la adolescencia la familia como institución debe amoldarse a esta nueva situación (Minuchim y  Fishman, 1984). No solo los hijos e hijas (subsistema fraterno) cambian, también el subsistema parental tendrá que cambiar. En la familia con hijos e hijas adolescentes deberán darse y se darán nuevas formas de relación entre padres y madres por un lado e hijos e hijas adolescentes por otro, que exigirán cambios importantes en la forma de vida y en la gestión de la convivencia.

Es la primera gran reconversión familiar. La familia en esta fase atraviesa un tiempo de reorganización, inseguridad, incertidumbre para todos/as. Se inaugura una nueva fase vital para la familia, la familia con hijos adolescentes y jóvenes y esta fase vital va a suponer un reto para todos los miembros de la familia. Cada uno desde su función y sus diferentes subsistemas.

En esta fase del ciclo vital de la familia la díada parental o el adulto con funciones monoparentales debe resolver el dilema autonomía‑control. Los adultos con funciones parentales deben administrar cada uno de estos aspectos fundamentales para la educación de sus hijos e hijas adolescentes. A la vez que tienen que asumir y aceptar el distanciamiento respecto de la vida familiar de sus hijos e hijas, tienen que adecuar las normas a la capacidad y autonomía de los hijos/as y gestionar los límites concediendo libertad a cambio de responsabilidades. Los derechos y obligaciones de los hijos e hijas deben gestionarse en un mismo paquete. No se trata de derechos y obligaciones nuevas, son las de la etapa infantil anterior pero acomodadas a las nuevas necesidades de autonomía.

Los hijos y las hijas ya no necesitan tanta supervisión, ni tanta atención, ni tanta dedicación como en los ciclos vitales de la familia anteriores pues se centran cada vez más en actividades con sus iguales y en el despliegue y desarrollo de su incipiente autonomía. Padres y madres deben reorientar toda esa energía y todo ese tiempo hacia ellos mismos y hacia la pareja manteniendo una distancia óptima y una actitud orientadora. Que los adolescentes no necesiten mucho de sus padres y madres no significa que no les necesiten. Los necesitan en otra distancia y con otras actitudes y aptitudes. Con frecuencia los adultos demandan a sus hijos e hijas adolescentes confianza olvidando que la fuente de confianza son ellos y los beneficiarios de dicha confianza son los hijos.

3.- ESPECIFICIDADES DEL ADOLESCENTE ADOPTADO


Los adolescentes adoptados fueron niños abandonados y muy probablemente víctimas de abandono y de experiencias de maltrato, abusos, institucionalización y deprivaciones, por ello tienen unas necesidades extra respecto del resto de niños, niñas y adolescentes (Palacios, y cols.1995).

3.1 Necesidades específicas de los adolescentes adoptados


3.1.1 Estabilidad, seguridad, protección y calidez afectiva

Los niños adoptados en su calidad de niños, que fueron abandonados necesitan un contexto familiar estable, seguro, protector y cálido donde desarrollarse. Los adolescentes revueltos por el abandono sufrido y sus secuelas necesitan disfrutar relaciones estables, permanentes e  “incondicionales”. Para ellos es especialmente importante evitar rupturas y pérdidas y cuando estas se produzcan hay que estar alertas.

Por muy violentas o difíciles que sean las relaciones en este periodo es fundamental que no se sientan excluidos del vínculo establecido con su familia adoptiva. Que una relación de forma temporal pueda ser un infierno no significa que el vínculo afectivo ya establecido sea inservible o no se pueda recuperar en un futuro no muy lejano. Aunque pueda haber una separación o esta sea conveniente adoptantes y adoptados adolescentes deben poder seguir estando en conexión a pesar de la distancia.


3.1.2 Rehabilitación y tratamientos reparadores

Las secuelas y los daños habidos anteriormente (físicos, cognitivos, emocionales, relacionales, morales…) deben ser reparados en tiempos reales y con los recursos adecuados. Para ello es fundamental procurarles buenos diagnósticos que valoren el alcance en su desarrollo de las experiencias de abandono, maltrato e institucionalización en edades tempranas. El desconocimiento técnico de muchos profesionales ha hecho que diagnósticos erráticos por parciales y reduccionistas den pie a tratamientos erróneos. Son muchos los adolescentes adoptados que han sido tratados por muy diferentes profesionales sin que hayan sido advertidas y tratadas necesidades, secuelas y traumas habituales en la población infantil dañada.


3.1.3 Saber qué pasó, los motivos de su abandono, una historia coherente y completa

Tienen la necesidad de saber qué pasó y por qué fueron víctimas de un abandono del que progresivamente han ido adquiriendo mayores niveles de conciencia y con ella nuevos significados. Necesitan conocer las circunstancias de su abandono para poder atribuir adecuadamente las responsabilidades de su abandono y comprenderse mejor a si mismos. Conociendo lo que pasó sus secuelas podrán aceptarse mejor en sus limitaciones y deficiencias.

Es fundamental que puedan verse como víctimas de experiencias de abandono temprano que han pagado los problemas, conflictos y desaguisados de sus padres biológicos. Tienen que saber qué consecuencias trae para el desarrollo de un niño el haber vivido desatención y privaciones en edades tempranas. Han de evitar con este conocimiento el autoculpabilizarse de sus deficts y el resignarse a ser como soy. Muy frecuentemente las secuelas y síntomas de los trastornos vividos son sentidos y pensados por los adolescentes adoptados y victimas de abandono como rasgos inalterables de su personalidad y no como síntomas reparables. Esta resignación a ser de una forma pareja a su insuficiente o deficitaria autoestima les facilita la identificación con posturas de inamovilidad y de resignación al no cambio y por tanto de fomento de la asuencia de esfuerzo y esperanza para el cambio y la mejora. Frente al habitual es que yo soy así hay que contraponer un no, tu no eres así, te comportas así y tienes que aprender como los demás.

Para los adolescentes cuyas historias fueron cercenadas, esparcidas y desgajadas es importante poder tener una historia personal y familiar lo más completa y coherente posible pues su identidad está en juego, y una identidad integrada es factor de más salud mental. Para ello los adultos deben de manifestar respeto por su historia, por sus circunstancias y por sus orígenes y  facilitarles una reconciliación con su historia, sus orígenes y sus mundos de pertenencia y referencia.

La adecuación de los relatos y de los contenidos apropiados es fundamental para que los adolescentes adoptados puedan hablar de su experiencia. Si queremos que hablen de su abandono no podemos ir con argumentos edulcorados o exigencias de gratitud y reconocimiento hacia la parte adoptiva. De por sí este tema para los adolescentes que no lo han trabajado bien es un suplicio o algo carente de contenidos, significación. Si encima del tema ser complicado el adolescente intuye que no le podemos entender, se callará y negará sus emociones y pensamientos. Un buen relato para un adolescente tiene que ser realista y poder abordar el abandono, sus causas y las emociones y situaciones adjuntas de forma realista y no ñoña. Hemos de poder ayudarle a conectar con las emociones propias de su vivencia de abandono, a reconocerlas,  a expresarlas y sobre todo a legitimarlas y encauzarlas. Muchos adolescentes adoptados sienten que nadie les entiende. Ni tan siquiera sus amigos más cercanos o sus propios adoptantes.

Han de facilitarles sus adoptantes la tan ansiada búsqueda de orígenes y acompañarles en una distancia óptima, preservando su intimidad y su derecho a determinar hasta donde merece la pena llegar. Todos, el 100% hace la búsqueda de orígenes. Según Brodzinsky (2002) lo que les diferencia es el modo en que la hacen, unos la hacen interna y no comparten con nadie sus sentimientos, pensamientos y búsquedas y otros la hacen externa, compartiendo su búsqueda.  Lo fundamental es que sepa que tanto si desea como si no compartirla sus adultos de referencia están disponibles y que el silencio no va a ser interpretado como falta de sinceridad, confianza, lealtad o cariño.


3.1.4 Reconciliación con sus orígenes y su pasado y reconciliación de sus mundos de pertenencia

Si el menor adoptado llega a la adolescencia sin estas necesidades básicas cubiertas o encaminadas, las crisis propias de esta etapa evolutiva serán más intensas y los riesgos de disfunciones en el desarrollo de su personalidad, en sus proceso identitario, en su convivencia familiar, en su socialización y en sus procesos de formación y aprendizaje serán mayores y sobre todo difícilmente se podrá reconciliar consigo mismo y con su historia de abandono.

Para ello las personas adoptadas tienen que poder dotar de significado a sus vivencias relacionadas con el abandono y sus secuelas. La posibilidad de otorgar significados culturales adecuados a la experiencia de abandono exige que creemos el argumentario narrativo coherente y suficientemente consistente como para poder entender los motivos, hacer atribuciones de responsabilidad correcta y conectar con las emociones legítimas del proceso de duelo por la genealogía y los orígenes perdidos. No poco frecuente aparecen adolescentes por consulta con narraciones válidas para niños menores que no les sirven y que por supuesto tampoco se creen. Argumentos pobres e infantiles hacen que su confianza en quien los ha promocionado disminuya a la hora de abordar cuestiones referidas a la búsqueda.

Como sugiere Diana Marre, la identidad de las personas adoptadas debe de poder ser una identidad aditiva que sume e integre de forma armónica los aportes identitarios de las diversos mundos de referencia de las personas adoptadas


3.1.5 Modelos de identificación y rasgos sanos de identidad adoptiva positiva

Las personas adoptadas apenas se conocen entre sí y no suelen tener oportunidad de compartir sus vivencias. La cultura del incógnito ha contribuido de forma espectacular a este silenciamiento y aislamiento masivo. Hoy se empiezan a alzar y a juntar las voces que hablan de sus vivencias, sentimientos y deseos. Al principio empezaron los grupos de encuentro y los grupos psicoeducativos para adoptantes, hoy ya existen en muchos lugares espacios de encuentro para personas adoptadas organizadas por asociaciones de adoptantes, equipos de profesionales especializados. No menos conocida es ya entre los adoptados adultos la Asociación denominada “La voz de los adoptados” en cuyas páginas web se recogen interesantísimos testimonios de los autenticos protagonistas de los procesos adoptivos.

Ellos y ellas, las personas adoptadas, desde sus vivencias y experiencias, pueden ir generando modelos de referencia para adolescentes, niños y niñas y orientar tanto a los técnicos como a los adoptantes en ese proceso de búsqueda y desarrollo de sus identidades.


3.2 Los itinerarios habituales de los adoptados adolescentes (de adopción tardía, dañados emocionalmente, con diferencias físicas…)


3.2.1 Comportamientos habituales del adolescente adoptado y herido

Los niños, niñas y adolescentes emocionalmente heridos por experiencias de abandono pueden manifestar un sinfín de conductas que indican la existencia de trastornos y dificultades de muy diferentes tipos (Wiemann, 2003). Por ello es relativamente frecuente encontrar en muchos de estos adolescentes que han sido adoptados los siguientes comportamientos en mayor o menor grado:

  • Avances y estancamientos casi simultáneos / regresiones y avances dispares por áreas
  • Impulsividad y dificultad para el autocontrol de la rabia, el miedo, la tristeza… y un buen número de emociones
  • Reclamo de atención excesiva, no tolerar no ser el centro de atención
  • Olvido rápido, negación y represión de sentimientos
  • Aprendizaje difícil de la experiencia. Dificultades serias para integrarla
  • Dificultad de manejar el tiempo (pasado, presente, futuro...) y el espacio
  • Supeditación al principio del placer / deseo de satisfacción inmediata
  • Muy baja tolerancia a la frustración
  • Desapego por las cosas, los objetos personales, familiares y comunitarios
  • Inadecuada percepción de si mismos (riesgo, dolor, frío, calor,...)
  • Déficits en la atención, concentración y rendimiento
  • Dificultad de interiorización de las normas (mentir, robar sin valor moral)
  • Intolerancia a la crítica, no admisión de lo evidente y terquedad al rebatir
  • Escaso sentido de la realidad, la malinterpretan o no la entienden
  • Miedo y temor a lo desconocido, a lo nuevo (se protegen con chulería...)
  • Manipulación, instrumentalización e intentos de control de las personas  y situaciones
  • Agotamiento, cansancio vital, falta de energías
  • Olvidos y vacíos de memoria. Lo estudiado o las demandas de los adultos son olvidadas
  • Conductas de riesgo (alcohol, drogas, velocidad…)
  • Agresividad y violencia
  • Dificultades de relación con los iguales

3.2.2 Itinerarios de adolescentes adoptados en conflicto

En nuestro servicio Arlobi-Adoptia de Atención Psicosocial de Bilbao un grupo para el cual recibimos demandas de tratamiento son los adolescentes adoptados. En esta población todavía observamos una predominancia de adolescentes de adopción nacional, adoptados en algunos casos a los días o pocos meses de nacer. Poco a poco van apareciendo por la consulta adolescentes de origen colombiano y latino, y ya empiezan a aflorar los de origen ruso, adoptados más tardiamente y con historias y trayectorias de abandono, negligencia, institucionalización. Cuando vienen a consulta nos encontramos habitualmente con algunos de estos itinerarios, problemas o dificultades :

·        Fracasos escolares, paro, inactividad: chicos y chicas que siempre han ido escolarmente justos o escasos, que fueron promocionados para no perder relaciones y que no han tenido suficientes apoyos por parte del sistema educativo. Las exigencias y expectativas de sus adoptantes y enseñantes siempre fueron muy por delante de las capacidades y de la madurez emocional. Se les ha exigido como a los demás, se les ha podido prestar algo más de atención pero no hubo sensibilidad hacia sus necesidades ni hubo una buena valoración de los trastornos o dificultades. Fueron perdiendo el ritmo de sus compañeros y en los cursos finales de la Secundaria les perdieron de vista. Su aspiración es abandonar los estudios y hacer cualquier otra cosa o simplemente nada. No tienen una vocación ni un interés por algo. Con frecuencia el aburrimiento y la desidia hace que en sus entornos escolares se manifieste su agresividad y patrocine conductas disruptivas. Su autoestima está por los suelos y se siente abandonados y resignados a su suerte. De más jóvenes durante la Primaria el hacer tareas todos los días (un plus al horario escolar) supone para sus padres y madres una batalla campal diaria. La falta de autonomía y la necesidad de ayuda para avanzar es importante. A pesar de todo la sensación es que tienen capacidad para los estudios pero no hay resultados.

·        Inicio o afianzamiento de comportamientos disruptivos en casa, en la calle y en otros espacios: La convivencia en casa está viciada por los diferentes fracasos. Las normas y reglas de convivencia empiezan a no ser respetados, el incumplimiento de horarios aparece. La comunicación y las relaciones con sus padres se cargan de tensión. Hay discusiones por nimiedades, la agresividad, los insultos, las descalificaciones y las faltas de respeto se hacen habituales o frecuentes. Los adolescentes parecen ollas a presión a punto de estallar. Puede haber conatos o amenazas de violencia contra padres, madres y enseñantes. Las mentiras son constantes. Sus padres, madres y enseñantes se encuentran desbordados, irritados y desesperanzados. Lo cual asusta y enerva más si cabe al adolescente que revive inconscientemente y de manera permanente el miedo al abandono de quienes siguen siendo importantes y necesarios para ellos.

·        Inicio de comportamientos de riesgo o delictivos: consumos incipientes de alcohol u otras drogas que le ayudan a sobrellevar el estrés y la angustia del inmenso vacío en que viven. Sustancias que son su casi único recurso para descansar del vapuleo que su miedo, su rabia y su impotencia ante una sociedad en la que sienten que no hay sitio para ellos. En algunos casos han comenzado a cometer pequeños delitos contra la propiedad o contra la salud pública (trapicheos de droga a pequeña escala con riesgo de endeudamiento por mala gestión…). Alguno que otro llega de manos de la justicia y con la obligación de asistir a una terapia. Algunos han empezado a descontrolar su agresividad y han cometido agresiones que según se van acumulando tienen que ser denunciadas a las autoridades.

·        Dificultades de relación con los iguales: con frecuencia han perdido a sus amigos de la infancia o sus intereses y posibilidades se han distanciado. Parecen no poder compartir los intereses, objetivos y expectativas de logro de sus amigos de la infancia. Se sienten más inmaduros para asumir responsabilidades de grupo. Temen o han sufrido el rechazo o la burla de sus amigos más cercanos y no se sienten comprendidos por estos. Han abandonado prácticas y grupos deportivos, su interés por estar en la calle con cualquiera o con compañías mayores enerva y asusta a sus padres. Terminan justándose con otros adolescentes con sus mismas dificultades y de una extracción social que asusta a sus adoptantes.  Cambian de personas y de grupos y no disponen de amistades íntimas con las cuales poder hablar, intercambiar experiencias y encontrar soluciones o alternativas.

·        Dificultades de regulación emocional y autocontrol: Sus emociones y sentimientos son negados desconocidos y son incapaces de gestionarlos adecuadamente. El miedo domina e impera y del miedo surge la agresión como mecanismo de supervivencia. Se sienten constantemente amenazados por todos y han de estar alertas pues la agresión vendrá de cualquier lugar y con intensidad feroz. La impulsividad se adueña de ellos y su pensamiento y raciocinio no les alcanza para gestionar las diferencias, los conflictos y las crisis. Temen a sus emociones y uno de los mayores miedos es el verse llevados por la ira al punto de hacer algo irremediable que dañe definitivamente a sus seres queridos. Para ello lo mejor es escapar e irse muy lejos. Fantasean con la huida como forma de evitar lo irremediable y les angustia la culpa generada en las acciones que no han podido controlar. Siguen temiendo el abandono, no ya de sus padres y madres adoptivas, ahora el temor se abre al abandono de amigos, parejas y otros adultos significativos.

·        Deficiente elaboración de su condición adoptiva: Sienten un rechazo hacia su condición adoptiva. Carece de información sobre sus orígenes, esta no está estructurada, es insuficiente, se presenta desordenada e inadecuada a su edad. Ante el tema están a la defensiva y afirman no pensar nunca en ello. Hay una negación de algo que les resulta doloroso y no está resuelto. Las emociones ligadas (rabia, vergüenza, miedo, añoranza…) están disociadas de la experiencia y vivencia del abandono. Escapan y huyen del tema. Se sienten inferiores y desvalidos ante su condición. Reaccionan con indiferencia o agresividad a las preguntas y amenazan con levantarse. Nunca o muy pocas veces han podido hablar con alguien de estos temas. Nunca han hablado con otros adolescentes adoptados sobre lo que sienten, piensan o creen. No tienen expectativas o esperanza de ser entendidos o comprendidos. Sienten no pertenecer a ningún lugar ni merecerlo. La soledad ante su experiencia de abandono es devastadora.

·        Experiencias de racismo, xenofobia o discriminación: De los y las adolescentes que llegan a nuestro servicio pocos no han experimentado experiencias de discriminación por ser adoptados, por haber nacido fuera de nuestra fronteras o tener diferencias de las mal llamadas raciales (color de piel, rasgos…). Desde muy pequeños y de mano de sus “amigos” y “compañeros”  han visto asociados sus rasgos y condición con insultos y descalificaciones. Ser adoptado es algo que los iguales pueden usar como insulto y asociarlo a los rasgos más desfavorables de su personalidad. Bromas de mal gusto constantes que el adolescente y antes infante ha tragado para sentirse querido y aceptado por sus iguales. Tras años y años de resignación ante este comportamiento inadecuado de sus iguales su autoestima suele estar muy dañada, su pertenencia al grupo se volatiliza y su autoimagen está por lo suelos. Estas experiencias son tan dolorosas que desaparecen de la conciencia y además se han producido en la mayor de la impunidades para los autores. No pocas veces los adolescentes reconocen haber agredido físicamente a quienes les han insultado y la respuesta de los adultos ha sido directamente la injusticia, la desprotección y el castigo hacia el agredido. Estos chicos y chicas a base de negar la realidad angustiosa de la discriminación, el racismo y la xenofobia no son capaces de argumentar, defenderse o dar explicaciones. Simplemente estallan y son reprimidas. Nunca fueron enseñados a defenderse del racismo y de estas agresiones, nunca han podido hablar claro de ellas o las pocas veces que lo hicieron sus propios padres en un intento edulcorante de normalizar quitaron importancia a los hechos, culparon a su hijo de las reacciones o se enfadaron por no dar la respuesta adecuada. Desde aquellos momentos los críos dejaron de compartir estas experiencias. Siendo incapaces de actuar eficientemente.

·        Narrativas pobres e insuficientes: el abandono y sus circunstancias generan estilos de apego inseguro. Estos se caracterizan por dificultades para confiar en los otros, para entender a los otros, para ponerse en su lugar, para regular las propias emociones como la rabia, el miedo y la tristeza, para conectar con las propias emociones, para entenderlas, gestionarlas adecuadamente y para sobre todo narrar y expresar dichas emociones o los acontecimientos vitales que acaecen. Muchos de estos chicos no es que sean mentirosos (que lo pueden ser) es que se han acostumbrado a decir lo que sus adultos quieren oír (mecanismo de defensa). No han podido construir relatos coherentes. Faltan datos o son inconsistentes. No han podido relatar su vida y como consecuencia parece que no pueden relatar otros acontecimientos cotidianos. Esto les deja indefensos y sin palabras para gestionar sus conflictos (Mugica, 2010)


3.3 Perfiles psicológicos de los adolescentes de nuestros programas


En 2010 se ha llevado a cabo una investigación desde el Servicio Arlobi-Adoptia con el objetivo de conocer qué tipo de dificultades se dan en los adolescentes del sistema de protección a la infancia al tiempo que contribuyan a comparar y visualizar problemáticas diferenciales para cada uno de los grupos. En esta investigación han participado 59 chicos y chicas de entre 13 a 19 años. La media de edad ha sido de 15,05 años correspondiendo el 63 % a chicos y el 37 % a chicas.

Entre los instrumentos utilizados se ha incluido el CBCL Child Behaviour Checklist de Achenbach, instrumento utilizado en muchos de los sistemas de protección a la infancia y que permiten obtener comparativas entre menores en diferentes países que presentan situaciones similares.

A modo de ejemplo presentamos algunos de los resultados significativos.


En la gráfica adjunta se observa cómo los adolescentes adoptados presentan principalmente un funcionamiento de tipo externalizante, resultado que se sitúa a nivel clínico, más que de carácter internalizante. Entre las problemáticas que más destacan como componentes de este funcionamiento externalizante estarían los problemas de conducta que se ubican a un nivel clínico y que muestran un resultado preocupante pero real desde nuestra experiencia de servicio especializado en adopción.

Asimismo en la siguiente gráfica se puede apreciar que junto con los problemas de conducta destacan los resultados en el componente de Problemas Afectivos, viniendo a presentar como perfil un modelo de funcionamiento de muchos chicos y chicas adoptados en los que la interacción entre problemas afectivos y problemas de conducta se sitúa como un coctel de difícil manejo en un momento de confusión y malestar, en un proceso de identificación a menudo sin información, identificación que es clave para el establecimiento de relaciones estables.

La interacción de ambos tipos de problemas, de conducta y afectivos, nos plantea como una hipótesis posible de trabajo, que los adolescentes adoptados presentan un funcionamiento reactivo que hace que todos los malestares y los conflictos no estén en condiciones de poder abordarlos, les superen emocionalmente y generen desborde a nivel de conductas.


La experiencia en la intervención con adolescentes adoptados muestra cómo esta etapa incrementa de manera exponencial las conductas de riesgo al tiempo que el sentimiento de culpa y el sentimiento de incapacidad para controlar sus propias vivencias y malestares.

No va a ser posible en esta etapa generar capacidad de control ya que se van a revivir y reabrir heridas existenciales que normalmente no son reconocidas emocionalmente por sus familias, por las dificultades para conectar emocionalmente con lo que han vivido, lo que incrementa el sentimiento de soledad, de incomprensión que van a producir un incremento de la conflictiva con sus familias adoptivas teniendo en cuenta que a la base de todas ellas está la necesidad de sentirse reconocidos, y de sentirse aceptados.

La investigación por tanto viene a confirmar una interacción de difícil maneja y con muchas ramificaciones entre problemas afectivos y problemas de conducta que van a requerir profesionalmente y también a las familias la capacidad para traducir en condiciones las conductas como peticiones de ayuda y como expresión de malestares profundos tanto del pasado, del presente como asociados al futuro.

El mero hecho de que muchas de las heridas del pasado se reabran les hace conectar con la imposibilidad de dejar de sufrir y con la dificultad para conectar con que el dolor del presente es el indicador de que se ha comenzado el proceso de elaboración del duelo por lo que han vivido, clave para la reparación de las heridas del pasado.



3.4 Otras vivencias de los adolescentes adoptados

3.4.1 Los púberes adoptados y la ausencia del espejo biológico


La pubertad para los adolescentes adoptados comporta los mismos cambios pero los y las púberes adoptadas sufrirán de una dosis extra de incertidumbre. En la pubertad nadie sabe con total certeza como va a transformarse su apariencia física, pero quien vive con sus familiares biológicos tiene ya datos en su entorno familiar que le informan sobre aproximaciones a cual puede ser su cambio físico. Se sabe y se ve parecido físicamente a los suyos y desde estos parecidos con los suyos e incluso a través de los cambios observados en sus hermanos y hermanas puede hipotetizar sobre cueles serán sus rasgos futuros, estos serán en buena medida como los rasgos de sus familiares cercanos.

Este espejo biológico que posibilita a los púberes conocer las tendencias de sus transformaciones físicas no existe en el caso de los púberes adoptados. Estos y estas por el contrario tienen la certeza de ser diferentes físicamente y no pueden reconocer sus propios rasgos evolucionados en el corto y medio plazo. No se ven físicamente a si mismos en los miembros de su familia y su incertidumbre por tanto es mayor.

Como además la mayor parte ya de los adoptados lo son por adopción internacional habremos de añadir otro factor más que distorsiona el proceso de la pubertad, la pertenencia a un grupo racial diferente al de los miembros de su familia y por tanto la presencia de patrones de transformación diferentes a los de los suyos. Esto fragiliza, preocupa e incluso en algunos púberes con una elaboración deficiente de sus diversidades, puede llegar a generarles un cierto nivel de sufrimiento y de enajenación, no aceptación y rechazo de su propia imagen. Pueden llegar con más probabilidad que sus iguales a no gustarse y verse no deseables o atractivos.

La adopción transracial imprime a la fase de pubertad de los adaptados nuevas fuentes de incertidumbre que en nuestra cultura adoptiva eran desconocidas y no tenidas en cuenta. Ayudar a los púberes adoptados a elaborar el duelo por estas dos diferencias durante la pubertad deberá ser unos más de los trabajos a realizar por los servicios de apoyo postadoptivos y sus familias.

3.4.2 El factor de la diferencia física es otro plus importante


Los adolescentes desean ser únicos pero iguales a todos los demás adolescentes. En los casos de adolescentes con rasgos raciales diferentes a los de sus compañeros y familiares, sus diferencias les pueden llevar a situaciones de auténtica discriminación que le incomodan y enajenan, pues puede ser tratado con demasiada frecuencia como “alguien que no es de aquí”. Socialmente les puede costar más resolver los conflictos de la vida con sus iguales y especialmente con los adultos… Las viejas heridas del abandono no están del todo sanadas y sus consecuencias siguen interfiriendo el aprendizaje, las relaciones sociales, la convivencia familiar y algunas de las facultades personales.

3.4.3 Adolescencia, identidad y condición adoptiva


Los adoptados durante su adolescencia empiezan a estar preparados para poder integrar sus diferentes mundos de referencia y reconciliarse emocionalmente con su experiencia de abandono (Brodzinsky 2002, I.Wiemann, 2004).

La tarea del trabajo sobre la condición adoptiva se encomienda a los adoptantes pero sin apenas aportarles elementos para ello. La adopción de incógnito impide sistemáticamente acceder a informaciones, relatos, datos, lugares y personas significativas en torno los orígenes de sus hijos adoptivos y que forman parte de la identidad de estos. Se les invita oficialmente a tener una apertura comunicativa en torno a la adopción pero con pocos o casi ningún contenido. Se les encomienda una revelación de la condición adoptiva con unos recursos que apenas bastan para conocer los auténticos motivos del abandono y legitimar una reparación del mismo en toda regla. No se les reconoce a los adoptados la condición de víctima inocente de una experiencia de abandono que trasciende los recursos de las familias adoptivas y cuyas secuelas abarca la mayor parte de las etapas evolutivas del desarrollo de los niños y adolescentes adoptados. La identidad de las personas adoptadas no se limita al tiempo en que han sido adoptados, también abarca experiencias, vivencias, sitios, personas… anteriores a la adopción, que legitiman a esta medida protectora y que explican las condiciones y las causas del abandono sufrido (Mugica, 2010).

Todo ello no evita, ni impide que una buena parte de los menores adolescentes adoptados e incluso acogidos en familias ajenas se identifiquen positiva y claramente con sus adoptantes o acogedores y asimilen sus rasgos identitarios (modos, gestos, historia, vivencias compartidas, valores, creencias, hábitos de vida, estilos educativos…), ni tampoco impide el desarrollo de un sentido de pertenencia, estabilidad y seguridad de los adoptados.

David Azcona, joven adoptado y militante de la Asociación La Voz de los Adoptados de España comentaba, con mucho acierto en unas jornadas organizadas por AFADA (Asociación de Familias Adoptivas de Aragón) en octubre de 2009 en Zaragoza, que para las personas adoptadas construir su identidad era mas difícil que para las no adoptadas. Afirmaba que era como si las piezas que les han aportado para ello no ajustaran y ponía el símil de un puzzle. A los no adoptados les han dado un puzzle con las piezas completas y cuando lo montan les aparece una imagen clara y nítida de quienes son. Para lo adoptados es como se les hubieran dado un puzzle en el que hay  piezas de dos o tres puzzles diferentes y además faltan piezas importantes. La imagen construida será necesariamente incompleta, inacabada y su construcción más laboriosa.

3.4.4 La desventaja, el punto de partida de bastantes adolescentes adoptados


Los adolescentes adoptados se van a confrontar con las mismas situaciones que los demás adolescentes con los rasgos propios de la adolescencia más acentuados que los adolescentes no adoptados. Llegan a la adolescencia desde situaciones sociales y personales diferentes, tienen puntos de partida diferentes al del resto de adolescentes, en la medida en que todos los adolescentes adoptados han vivido un abandono, han sufrido sus secuelas en mayor o menor medida y no pocos han vivido experiencias más o menos intensas de malos tratos, abusos, negligencia…

Todos los adolescentes adoptados al menos tendrán que elaborar una vivencia de abandono, que cuanto menos supondrá en sus vidas una incómoda herida existencial (Wiemann, 2004) que deberá ser aceptada, entendida  y explicada para facilitarle la reconciliación de sus muy dispares y disociados mundos de referencia.

3.4.5 Una emancipación más costosa y compleja


Su emancipación en cuanto proceso de autonomización es más complicada, más costosa. Son más dependientes. Muchos de estos adolescentes parten con desventajas en la vida; han vivido experiencias más o menos severas de privación, con mayor probabilidad de que sus procesos individuales de desarrollo hayan sido afectados por retrasos madurativos. Se incorporaron más tarde que los demás o les cuesta seguir el ritmo de sus compañeros y compañeras. En la escuela han tenido que repetir algún curso, es posible que sus rendimientos vayan por debajo de sus capacidades y aunque hayan reparado buena parte de las secuelas físicas, cognitivas y emocionales, algunas de sus áreas de desarrollo no están compensadas ni reparadas del todo.

Emocionalmente pueden mostrar menos capacidad de autorregulación, algunos tienen una mayor tendencia a la impulsividad, les cuesta concentrarse en sus tareas. Su autoestima puede ser menor si especialmente no ha tenido mucho apoyo específico para elaborar su condición adoptiva y sigue desconociendo aspectos significativos del proceso de revelación, con lo que su identidad estará menos elaborada. Con todas estas dificultades a cuestas la autonomía, como independencia personal funcional y exitosa es más costosa. Si bien el deseo y la necesidad de autonomía está presente como en el resto de sus iguales, puede que las facultades para su ejercicio se retrasen o estén comprometidas.

La historia de daño emocional, abandono, malos tratos anteriores junto con las consecuencias del cúmulo de conflictos y dificultades habidas en la escolarización y en la convivencia familiar pasan a tener valor en términos de identidad y el adolescente adoptado y con dificultades pasa a hacer una evaluación del tipo “la vida me ha jugado una mala pasada”. La autoestima ante este estigma de abandono irreparable puede verse muy dañada. Algunos adolescentes pueden desarrollar una autoimagen muy negativa al interiorizar las secuelas del abandono como algo propio y característico de su persona. “Soy tonto”, “no valgo para estudiar”, “se me olvida todo”, “estoy harto, no aguanto más”, “no puedo”… son comentarios habituales.

Los riesgos de sobreidentificación con sus padres biológicos aparecen cuando no se ha trabajado la condición adoptiva de forma adecuada o cuando el clima de reproches por parte de sus adoptantes ante sus incumplimientos, convierte la convivencia en una experiencia insatisfactoria.

La existencia real de dos pares de madres y de padres en la vida de los adolescentes adoptados aporta elementos de inseguridad y de conflicto añadidos que el resto de adolescentes no tienen que afrontar. El pasado de dolor y de secuelas hace que sean adolescentes más vulnerables a las situaciones de riesgo, con más probabilidades de errar y meterse en líos. Y además la costosa tarea de la reconciliación emocional con sus orígenes y circunstancias detrae también energías y preocupaciones que no pueden ser invertidas en otras áreas del desarrollo. Dos mundos de referencia tan antitéticos y divergentes precisan de esfuerzos importantes para poder ser integrados en una misma identidad. Casi nada entre ellos se complementa o encaja.

3.4.6 La identidad se traduce en necesidad de conocimiento de las propias raíces


A todos nos agrada saber de nuestra infancia y la historia de nuestros padres, abuelos... de nuestra familia y antecesores. Para ello vemos fotos, escuchamos historias, tenemos a mano objetos del pasado que nos ayudan a recordar y conocer estos elementos de la historia familiar, que es también nuestra historia y forma parte de nuestra identidad individual y colectiva. Todo adolescente adoptado tiene que hacer un afrontamiento crítico de su propia historia. En sus comienzos hay elementos contradictorios con el presente y una buena parte de su pasado. Sabe que hay acontecimientos oscuros y negativos que desencadenaron su abandono.  Necesita saber qué pasó para poder  reconciliarse con su historia. Por lo general los adolescentes adoptados que conocemos tienen un muy mal conocimiento de sus orígenes. Hay poca información, pocos datos fiables y poca tradición y hábito de contar a los hijos adoptivos las historias reales. Todo adoptado y especialmente los adolescentes necesitan además conocer los motivos, causas y circunstancias de su abandono para poder elaborar esa doble emancipación de los biológicos y de los socioemocionales o adoptivos pues ambos pares de padres le aportan identidad e historia (Brodzinsky, 2002; Bausch, 2003; Mugica, 2008).

A pesar de que en todo hogar adoptivo y de acogida hay un espacio socioemocional más o menos reconocido y aceptado para la familia biológica, emanciparse de los padres biológicos, cuando son mal conocidos es más difícil, sobre todo cuando solo están en la fantasía y no hay elementos reales con los cuales abordar y elaborar la realidad de lo sucedido con ellos. Los adoptados tienen dos tipos de padres y madres : los biológicos y los sociales (socioemocionales o adoptivos). Ambos tipos de padres les transmiten elementos para la elaboración de su identidad que favorecen su autoestima y una percepción adecuada de si mismo aunque entre ellos pueda haber elementos contradictorios y muy a menudo en conflicto. A pesar de ello los adoptados han de elaborar un solo sentido de la identidad en base a dos mundos distintos y contrarios.

3.4.7 Confrontación con la propia historia por parte de los adolescentes adoptados


Con frecuencia los adolescentes adoptados pueden vivir lo referente a la búsqueda de sus orígenes como algo propio que solo pueden vivir en exclusiva y de manera privada, siendo algo que no desean compartir con nadie. Ni tan siquiera con sus adoptantes. Con frecuencia pueden temer ofender a sus padres adoptivos con su interés por los otros, incluso aunque estos últimos hayan manifestado su disposición a hablar y compartir aspectos dolorosos y escabros de la vida preadoptiva.

Los adolescentes adoptados afrontan a menudo los sentimientos asociados a su abandono (rabia, tristeza, añoranza, odio...) en solitario, sin apoyo, y con una sensación de desamparo, al ser estos sentimientos muy poco comprendidos, aceptados y legitimados por buena parte de su entorno. Además como personas heridas sus mecanismos de protección y defensa le marcan una tendencia a negar y reprimir sus emociones, de manera que el afrontamiento de su historia será más limitada.

Respecto de la búsqueda externa de sus orígenes pueden mostrar deseos de contactar físicamente con ellos, o solo de tener información, o de ver a ciertas personas de su pasado como hermanos, cuidadores, abuelos. No siempre la madre biológica es la persona a la que se desea conocer. Suponiendo que se ponga a su disposición un servicio de mediación de orígenes puede hacer intentonas y renunciar en el último momento cuando el contacto ha sido organizado o planificado (Brodzinsky, 2002).

Todo adolescente adoptado necesita poder afrontar su historia sin vacíos, sin fantasías y abordar los hechos y recuerdos reales, necesita conocer los motivos y las causas del abandono. Confrontarse con esta realidad conlleva dolor, miedo y puede acarrear nuevas decepciones,  pero ayuda a reconciliarse con la propia historia y consigo mismo. Es bueno aunque duela, ayuda a no atribuir su adopción a que “su familia biológica no le quería”. Cuestiona esta íntima creencia infantil ligada a todo abandono no elaborado

Tener dos historias familiares no es un problema, el problema es que sus significados sean contrapuestos y no haya engarce conciliador entre ellas. La información recibida juega un papel importante, la no recibida genera fantasías peores que la propia realidad.

Para que esto sea posible sus adoptantes no deben dar una imagen negativa ni descontextualizada de los padres biológicos de su hijo. Estos en realidad fueron víctimas de un mismo trato, dada la habitual transmisión transgeneracional del sufrimiento y de patrones de maltrato, negligencia y abuso. Dar en adopción a tu hijo es también un acto altruista comprensible para los adolescentes a pesar del rechazo sentido.

Reconciliarse con los padres biológicos es muy difícil. Hay que generar para ello recursos y materiales (fotos, recuerdos historias, relatos, cuentos, investigaciones, búsquedas...). Reconciliarse con la propia historia no lo pueden hacer solos, es conveniente que sus adoptantes superen sus temores y sus fantasías para poder apoyar mejor a sus hijos en estos momentos tan cruciales como puede ser la búsqueda de información o la búsqueda y el contacto con dichos orígenes. También es importante una visión realista y una atribución correcta de las responsabilidades del abandono que es siempre de los biológicos. A veces los adoptantes en un alarde de reconciliación que no les corresponden atribuyen características positivas al relato de la parte biológica que no coinciden con las vivencias y emociones de la persona adoptada. Informar y hablar con neutralidad dejando que la persona adoptada saque sus conclusiones y ordene sus emociones. Eso es lo aconsejable (Wiemann, 1994, 2003, 2004).

3.4.8 Dificultades añadidas de los adolescentes traumatizados


Con frecuencia los adolescentes adoptados sufrieron malos tratos en sus primeros años de vida y como consecuencia de ello durante la adolescencia van a revivir las experiencias del pasado como una amenaza existencial para su integridad. La progresiva toma de conciencia del significado que tiene el abandono va a fragilizar su sentido de confianza en los suyos, en los otros y en el mundo en general. Temerá que en el momento menos pensado una experiencia similar se pueda volver a repetir.

Además si cuestiones de las complicaciones propias de la convivencia y de actuaciones provocadas por el mismo adolescente, los suyos mantienen una distancia respecto de ellos,  este tipo de adolescentes pueden sentir durante el proceso emancipatorio que nadie está ahí para protegerles y hacerse cargo de ellos, ni hacerse cargo de su dolor, o de su desconcierto, llegando a revivir su abandono inicial.

Aunque mantengan una actitud de rechazo a la vez quieren ser aceptados. No buscan tanto la exclusión como puede llegar a pensarse. Su confianza en el mundo y en si mismos se resiente y se sienten desamparados y abandonados de nuevo, cada vez que experimentan exclusiones. Su experiencia de abandono se reaviva.

Además las capacidades de autocontrol que regulan el equilibrio entre los deseos, las necesidades y el principio de realidad puede que todavía no estén en su punto o no se hayan trabajado suficientemente. Como se ha indicado antes sufren trastornos de conducta y otras secuelas del abandono. Pero necesitarán seguir contando con el cariño, el afecto el apoyo y aceptación incondicional de sus padres adoptivos dada su mayor vulnerabilidad y a pesar de que la convivencia familiar es a menudo una “guerra civil” (Bausch, 2003; Hopp y Cols., 2003; Stiftung Zum Wohl des Pflegekindes, 2005;).

3.4.9 Consecuencias del reencuentro con el pasado de daño emocional (traumas)


Los adolescentes adoptados dañados por abandono temprano suelen presentar un insuficiente desarrollo de las capacidades de autocontrol. De niños por dolor y supervivencia se vieron obligados a reprimir el abordaje (expresión, gestión, regulación) de las heridas emocionales y de los sentimientos y emociones asociadas a sus vivencia de sufrimiento. Además con frecuencia nadie ha estado ahí para ayudarle a abordarlas. Pero los fantasmas reaparecen en la adolescencia y le desequilibran por su mayor vulnerabilidad emocional e inmadurez. Su autoestima en este contexto o situación de conflictos abiertos es muy baja (Bausch, 2003).

En este estado emocional de agitación, temor, miedo al abandono se pueden manifestar conductas como la fascinación por la violencia, las películas de terror, los videojuegos violentos. Pueden llegar a practicar la violencia sobre otros y además con disfrute. Estas son formas de expresar que no tiene elaboradas ni superadas suficientemente sus vivencias de maltrato y sufrimiento. Algunos pueden llegar a cambiar el rol de víctimas por el de agresores como forma de controlar precariamente su situación (Schmidt-Traub, 2003).

Se pueden dejar llevar por otros adolescentes con problemas y no controlan o controlan poco sus comportamientos, no siendo capaces de explicarlos ni explicárselos. Intuitivamente pueden buscar la compañía de otros adolescentes difíciles que tengan comportamientos destructivos. Después de periodos largos de crisis tienen pocas expectativas de logro, pocas ambiciones de ser productivos en su vida escolar y laboral. Su situación les lleva a tener pocas iniciativas y sus impulsos creativos son cada vez más débiles y pasajeros. Con frecuencia su rendimiento escolar está muy por debajo de su inteligencia y capacidades.

El ímpetu de sus emociones está fuera de su control y las medidas educativas pueden tener poca eficacia dado que precisan de un cierto nivel de autocontrol de sus formas de actuar y relacionarse. Controlarles es costosísimo y a veces es imposible. Se puede probar de todo y con frecuencia casi todo falla. El riesgo de separación, o cese de la convivencia y riesgo de institucionalización es más alto todavía por todo el despliegue de dificultades que surgen.

3.4.10 La mayoría de los procesos de adopción son exitosos para los adolescentes


A pesar de lo aquí descrito, un porcentaje elevado de adolescentes adoptados pueden hacer una identidad integrada y aditiva con elementos de ambas familias (la de origen y la adoptiva) y se produce una identificación de los adolescentes acogidos con sus adoptantes. De forma que los adolescentes adoptados asumen sus modelos de vida, valores, normas y usos de vida, reacondicionándolos en función de sus capacidades, déficits, trastornos e idiosincrasias. Lo habitual es que una adecuada conciencia de si mismos se oriente hacia los ideales, valores, creencias y modos de vida de sus adoptantes a quienes confrontará de forma inexcusable.

En este aspecto es muy relevante que un joven de veinte años, que a pesar de atravesar una crisis desde los dieciocho, en la que había cesado la convivencia con su familia adoptiva, había dejado estudios y vida normal y había convivido varios meses con su familia biológica, que su familia adoptiva ayudó a buscar afirmará después de conocer a su familia de origen: ahora sé que todo lo bueno que tengo y sé hacer, lo tengo de mi familia adoptiva… Un joven adulto afirmaba: De la que me he librado gracias a que fui abandonado de niño. He podido ser adoptado y disfrutar de unas posibilidades que de haber seguido con mi familia biológica no hubiera podido ser. Mi vida con ellos hubiera sido muy diferente y no creo que me hubiera ido tan bien… a pesar de los pesares y lo duro que es ser adoptado…


4 EL CONTEXTO FAMILIAR DE LOS ADOLESCENTES ADOPTADOS


4.1 La familia adoptiva y otras instituciones como agentes necesarios del proceso de construcción de la identidad 


La familia es la institución depositaria fundamental de los elementos constitutivos de la identidad. Es quien facilita una continuidad, quien restituye las vivencias, los recuerdos y los datos, es quien custodia los legados, quien construye una saga, desde la que arranca cada historia personal, quien  coordina a terceros agentes comunitarios y quien se constituye en agente colaborador de primer orden. Según Vera Fahlberg, en el caso de los menores sujetos a medidas protectoras (Wiemann, 2003) como el acogimiento residencial, el acogimiento familiar o la adopción, además de la propia familia serán depositarios de dichos elementos constitutivos de la identidad personal, personas como funcionarios, cuidadores, educadores, padres y madres de acogida, madres adoptivas y padres adoptivos, jueces, sanitarios, enseñantes… pertenecientes a los diferentes recursos comunitarios e instituciones con diferentes culturas e incluso pertenecientes a diferentes estados y unidades administrativas. Con demasiada frecuencia los elementos constitutivos de la identidad de estos menores quedan aislados, inconexos, descoordinados, desconocidos, ocultos e indebidamente custodiados. Esto va a suponer para muchos menores sujetos a dichas medidas protectoras serias dificultades para la construcción de la identidad personal.

La experiencia en servicios de postadopción (Múgica, 2008) nos muestra con mucha frecuencia que en el caso de los adolescentes adoptados está dificultad de acceso a los elementos constitutivos de la identidad va a estar presente en el proceso de construcción identitario. Generándose situaciones en las que los adolescentes manifiestan no poder comprenderse a si mismos, no poder conocer y entender su propia historia y condición, no poder relatar su propia historia, no poder elaborar las pérdidas y los duelos propios de las experiencias de abandono y que han sido expresadas con frases como “yo no se quien soy” (Juan, adoptado de 20 años), “me faltan piezas del puzzle de mi vida” (Ana, adoptada de 12 años), “no sé de donde soy” (Iker, adoptado de 15 años). Los adolescentes adoptados sufren un corte, un desgarro de su historia personal y no pueden suplir con sus recuerdos la función de archivo que tiene la familia. Sus recuerdos, sus objetos, sitios de referencia quedan fuera del alcance de su familia.

4.2 Emancipar a los adolescentes adoptados es más difícil


En las familias adoptivas la adolescencia de sus hijos e hijas es un proceso que asusta y alarma más porque los vínculos sobre los que se asienta la relación son más frágiles y vulnerables. No es que intrínsecamente valgan menos o estén necesariamente en desventaja respecto de los vínculos fundamentados sobre las relaciones de consanguinidad. El problema o la dificultad viene de fuera de la familia adoptiva, de la cultura que le rodea. Lo genético y consanguíneo se vive más solidamente desde el punto de vista vincular. Es como si en el caso de la familia adoptiva esta tuviera que demostrar su funcionalidad ante los demás.

El abandono que sufren los hijos de condición adoptiva genera secuelas en estos y las dificultades cotidianas de la convivencia hacen que estas relaciones estas sean más difíciles, complejas, conflictivas… Es más fácil que en este contexto de dificultad se tambalee la relación y la  pertenencia mutua que se tienen. Frases del tipo “vosotros no sois mis auténticos padres” es algo que habitualmente oyen muchos adoptantes en más de una ocasión y tiene más que ver con las dudas y dificultades propias del proceso de entender la condición adoptiva de sus hijos, que con un auténtico sentido de pertenencia o de calidad del vínculo. Las dudas se instalan con más probabilidad en la relación conflictiva y la adolescencia de los adoptados suele tener elementos de mayor convulsión.

La fantasía de que la Genética puede ser algo determinante en el comportamiento de las personas afecta también mucho más a los miembros de la familia adoptiva que al resto de tipos de familia. El sentimiento de extrañeza y enajenación de los adoptantes y adoptados es mayor y se reacciona en situaciones de conflicto más fácilmente con amenazas de fugas y/o expulsiones. Los adultos de la familia adoptiva tienen una mayor pérdida del control y del manejo de las situaciones cotidianas por los rasgos de niño herido del adolescente adoptado y un contexto de conflictos abundantes favorece la idealización de los padres biológicos y la sobreidentificación con ellos (Wieman, 1994, 2003, 2004; Brodzinsky, 2002; Mirabent, 2005). Puede haber por ellos una mayor probabilidad de separación / reunificación, institucionalización del adolescente adoptado conflictivo.

Es muy posible que las fantasías genéticas que tienen los adoptantes active los miedos de estos a dejar de ser queridos por sus hijos o hijas adolescentes especialmente en una etapa evolutiva de sus hijos e hijas en los que el ruido y los fuegos de artificio no dejan ver los vínculos emocionales solidos y estables a pesar de las cortina de humo de los conflictos.

4.3 Es fácil malinterpretar el deseo de saber de los adolescentes adoptados


Si los adoptantes no han sido debidamente preparados, orientados y apoyados a la inseguridad, incertidumbre del adolescente se le sumarán los temores, fantasías y recelos de los padres adoptivos a ser sustituidos por los padres biológicos. Los adoptantes que han trabajado poco la condición adoptiva de sus hijos e hijas pueden vivir el deseo de contacto de sus hijos adoptivos con sus padres biológicos como la prueba de que los primeros vínculos van a poder más que los suyos. Esta sustitución no suele darse en la realidad pues el adolescente adoptado no lo desea. Querer saber de alguien y conocer a alguien que ha participado en tu vida de forma significativa y que tiene la clave para comprender cosas que le pasan a uno no implica desear tan sustitución, aunque como amenaza tiene efectos potentísimos. El adolescente adoptado conoce esta forma de sentir desde pequeño y sabe usar esto en su favor.

En lo pocos casos en que los familiares biológicos son contactados, estos también pueden llegar a pensar que el interés va por ellos y pueden querer hacer demandas de relación relacionadas con el pasado y que los hijos siguen amándoles. Esto no es así, el adolescente adoptado lo que busca es a si mismo, sus orígenes. Estos familiares biológicos pueden actuar negando los motivos y acontecimientos que llevaron a la separación.  Pueden creer equivocadamente que al “hijo perdido” no le importan o que para él no pintan nada los muchos años de la otra paternidad socioemocional (Wiemann, 1994, 2003, 2004).

4.4 Itinerario de las familias con adolescentes adoptados en conflicto


Las familias adoptivas con adolescentes adoptados en conflicto tienen también itinerarios comunes que les conducen a la situación en la que se encuentran con sus hijos e hijas. En este itinerario por su experiencia de familia adoptiva es frecuente que nos encontremos los siguientes hitos:

  • Ausencia de preparación para los retos que hoy supone una adopción: La mayoría de los adoptantes adoptaron cuando los procedimientos actuales no estaban vigentes. Son autodidactas y se han tenido que buscar la vida para resolver cuestiones sin que nadie les orientara. Adoptaron sin saber todo lo que hoy ya se sabe de la adopción. Los nuevos adoptantes tienen más oportunidades de formarse y prepararse a través de las diferentes iniciativas de asociaciones y administraciones. Han hecho lo que buenamente se les ha ocurrido y desde una cultura que niega el abandono, fomenta el incógnito, edulcora la realidad y desconoce los itinerarios emocionales de las personas adoptadas y sus necesidades específicas.

  • Peregrinaje estéril por gabinetes de técnicos y especialistas: Con frecuencia estas familias sobrellevan la experiencia de haber pasado por infinidad de técnicos (pediatras, psiquiatras, psicólogos…) todos ellos y ellas desconocedores de las secuelas y consecuencias de los procesos de abandono temprano y con la convicción de que los adoptados no necesitan nada específico y que el tratamiento es el mismo que el de los demás. Esto conlleva diagnósticos erróneos, incompletos y parciales que no posibilitan tratamientos adecuados. Por otro lado se encuentran con que los técnicos en los nuevos servicios de postadopción les recomendamos lo contrario a lo que les dijeron los técnicos de primera generación. Hemos dado la vuelta a la tortilla y lo que antes era adecuado ahora es perjudicial.

  • Desconocimiento del mundo interior de su hijo e hija en materia de condición adoptiva: el no saber qué necesidades y procesos evolutivos específicos atraviesan las personas adoptadas estos padres adoptivos y estas madres adoptivas desconocen o no pueden reconocer aspectos importantes de los procesos emocionales y cognitivos que hacen sus hijos. Cuando les explicamos lo que sienten las personas adoptadas y el significado que tiene para ellos y ellas algunas cosas que se han hecho responden con cierto estupor, sorpresa y culpa, no me podía imaginar que ni hija sintiera eso de nosotros o de sus familiares biológicos, no pensaba que estas cosas le podían ocupar tanto tiempo, nunca nos dijo nada, no nos ha contado estas cosas que le han pasado (racismo…) o no supimos dar importancia a eso que nos contó… estas y otras frases son habituales. No saben qué emociones tienen sus hijos, las malinterpretan o ciertos comentarios de sus hijos se los toman como algo personal cuando ellos no son necesariamente los destinatarios de ciertos mensajes. Con frecuencia han sido asesorados con orientaciones contradictorias por parte de diferentes técnicos. Muchos han perdido la fe en los profesionales.

  • Culpabilizados, desorientados y agotados: es como llegan muchos padres adoptivos y madres adoptivas. Muchas personas de su entorno e incluso profesionales no han tenido reparos en focalizar los problemas de sus hijos en supuestas irregularidades o errores en la educación, les culpabilizan y les responsabilizan de trastornos que tienen que ver con experiencias traumáticas de abandono y con necesidades que ni la familia, ni el entorno escolar ni el contexto profesional supo visualizar, tratar o entender. Ante los conflictos de relación, convivencia y educación con sus hijos han aplicado métodos no exitosos de la pedagogía general para unos chicos y chicas que necesitan medidas diferentes, novedosas. Cuando el plan A falló es preciso poner en marcha planes B o C. Esto es difícil y agotador. Muchas familias se presentan con un no se qué hacer ya. La gestión del adecuado equilibrio entre autonomía y libertad no es sencilla, sobre todo cuando los adolescentes ansían libertad pero se olvidan de su coste en responsabilidad

  • Cuentas pendientes no resueltas de su pasado o presente: duelos no realizados, expectativas irreales e inadecuadas, proyectos imposibles teniendo en cuenta la realidad de sus hijos. Miedos a lo que podría pasar, duelos irresueltos, frustraciones, expectativas no satisfechas que generan climas de conflicto, reproche y descalificación hacia eses hijo o hija adolescente con quien no pueden identificarse, entenderse, ni comunicarse. Los adultos proyectan sobre sus hijos estas vivencias generando situaciones muy difíciles de resolver e incluso separaciones y abandonos.

4.5 La responsabilidad de los fracasos es de todos


Cuando una adopción no va bien el fracaso no es responsabilidad exclusiva de la familia adoptiva. De alguna manera el fracaso es de todos los agentes que han intervenido en la vida de ese adolescente adoptado y con conflictos graves. Es también de la escuela que no supo o pudo activar procesos de aprendizaje más acordes a las necesidades y capacidades de estos alumnos, es responsabilidad también de los psicólogos, pediatras, psiquiatras, especialistas que fueron consultados por la familia y no dieron respuestas adecuadas. Los enseñantes y los profesionales de determinados recursos comunitarios también necesitan formación y apoyo especializado para poder abordar estos nuevos retos surgidos hace bien pocos años.

La gestión de las adopciones tiene también su papel en las dificultades de muchas adolescencias adoptivas. Las prácticas actuales en los procesos de adopción pueden estar entorpeciendo y retrasando los procesos identitarios. Nuestras administraciones de protección infanto-juvenil ya asumen progresivamente el derecho a saber sobre sus orígenes de las personas adoptadas y en el ámbito de la adopción nacional se están implementando sistemas de mediación con los orígenes que pueden posibilitar el rescate tardío de elementos constitutivos de la identidad, tras el acceso a la mayoría de edad.

Faltaría superar este reduccionismo excesivamente conservador y sobreprotector con medidas como (Agintzari, 2005):

  • Haciendo partícipes a los adoptantes de los elementos necesarios para explicar a sus hijos adoptivos aquello que necesitan y solicitan saber sobre su condición y facilitará su proceso identitario

  • Rebajando la edad de informar administrativamente y adecuándola al desarrollo evolutivo real de la identidad

  • Haciendo avanzar los tratados y convenios internacionales sobre adopción, desarrollando sistemas para los adoptados internacionalmente (ciudadanos nacionales también con derecho a saber)

  • Incluyendo a la familia donante o biológica en el proceso de legar los elementos identitarios precisos, para que a través de procesos de mediación preadoptivos y postadoptivos, puedan aportarlos para la crianza y el desarrollo del hijo o hija que van a donar y abandonar y colaborar en su proceso identitario durante la infancia y la adolescencia de las personas adoptadas.

4.5.1 ¿Una separación significa que necesariamente hemos fracasado?


En los casos más graves de conflictos de adolescentes adoptados con sus entornos sociofamiliares se produce una separación. De momento nuestra ratio de adopciones truncadas es baja pero siguiendo estimaciones de otros países europeos es previsible que estas adopciones truncadas y fracasadas de incrementen, a pesar de los recursos que se implementen en los próximos años. Lo primero que habría que plantearse es el significado mismo de la separación como necesariamente el fracaso de una relación. En la práctica de apoyo y asesoramiento psicosocial (Múgica, 2008) nos encontramos con que el cese de la convivencia no implica un fracaso de la relación adoptiva ni su desaparición. Llamamos con frecuencia fracaso a cosas que no lo son, o no lo son tanto.

Si es cierto que las amenazas al rol parental son serias y severas y que la sensación de haber fracasado es muy real e intensa por parte de algunos adoptantes con hijos adoptivos adolescentes. Lo primero que hay que afirmar es que este sufrimiento de todos es fruto de las experiencias tempranas del adoptado y no de haber hecho todo mal o de la perversidad o maldad congénita del adolescente difícil. Los años de buen trato no caen en saco roto pues palían el sufrimiento y reparan áreas de funcionamiento del menor.

Parece que no hay más remedio que compartir el sufrimiento con los hijos adoptivos y acompañarles en este difícil momento pues el desbarajuste es tanto para los hijos adoptivos como para sus adoptantes. Estos tienen que saber que con cierto tipo de daños emocionales de los niños abandonados que se adoptan es más probable llegar al límite de la capacidad de aguante y que se produzca una separación física del hijo.

Pero después de la separación se pueden hacer muchas cosas. No es el fin. La distancia cuando se ha establecido con el adolescente una relación viciada por los conflictos puede incluso resultar una ayuda necesaria para quitar de la escena los enfrentamientos continuos e incluso retomar las relaciones de otra manera, sin unas funciones educativas, que pueden ser delegadas en instituciones  y asumiendo solo tareas de apoyo emocional para desde ahí ir regenerando la relación, una convivencia parcial, el respeto y la contención necesaria (Múgica, 2008).

Para hacer esto posible hacen falta nuevos programas y recursos de apoyo para adolescentes adoptados en conflicto, que faciliten a la vez una toma de distancia física pero también un acercamiento emocional, que haga sentir al adolescente adoptado que se le da una tregua en ciertos aspectos de la vida familiar, que se le exige un comportamiento correcto y que a la vez se le sigue aceptando, cuidando y queriendo incondicionalmente. Los vínculos trascienden a la convivencia. Si se garantizan estos recursos y una adecuada mediación es más posible atravesar esta fase difícil para todos, cuando las cosas se han torcido.

5 PROPUESTAS DE ACTUACION CON ADOLESCENTES ADOPTADOS Y CON SUS ADOPTANTES


5.1 Fundamentos para la intervención con los adolescentes en conflicto


Aunque resulte difícil, es necesario manifestarle afecto, comprensión y respeto, a la vez que una clara y cálida firmeza, hay que hacerle percibir que se le va a contener e impedir comportamientos peligrosos y nocivos, pero que a la vez se le quiere, se le acepta, se le respeta y se le entiende (Wiemann, 2003; Rygaard, 2008).

Para ello es importante conocer y tener en cuenta la historia previa del adolescente adoptado, para entender mejor las transferencias emocionales, que hace el adolescente hacia las nuevas situaciones de referencia, que se le plantean. Es necesario poderle ayudar a percibir y expresar sus experiencias y sentimientos a través de encuentros cuidadosamente mantenidos y coordinados.

Es fundamental tener paciencia, este proceso de elaboración lleva mucho tiempo y esfuerzos y solamente cuando se ha llevado a efecto, podrá el adolescente adoptado y en conflicto, retomar una nueva posición positiva de forma auténtica y real. Al adolescente no se le puede exigir que nos genere confianza y seguridad como pago previo al apoyo que le prestemos. Es al revés, son los adultos los que una vez más deben insuflar confianza y seguridad a una relación herida y sin horizontes, para que el adolescente pueda retomar su vida más ordenadamente.

Es también imprescindible una buena coordinación de todos los agentes intervinientes para evitar salidas y fugas del proceso por parte de unos adolescentes habilidosos en el manejo del desconcierto de los adultos.

Con la agresividad hasta cierto punto natural de los adolescentes, los adultos deben aprender a vivirla como un recurso y no como maldad y perversidad hacia ellos, para que no les ofenda, hiera y dañe íntimamente.

Los hijos adolescentes y que además fueron heridos emocionalmente por el abandono seguirán necesitando apoyo para dar “pequeños pasos”, ayuda para cosas nimias, para arrancar una actividad, para continuarla, necesitan más protección y control que los de su edad aunque desde una distancia mayor y sin manifestarle un control agobiante.

Necesitan que se les manifieste confianza y no que exclusivamente se espere esta de ellos. Los adultos tienen que seguir siendo fuente de la confianza, la autoestima y la seguridad que con frecuencia han perdido.

Necesitan éxitos en sus vidas, hacer cosas que les salgan bien. Hay que buscarles actividades o generárselas donde las probabilidades de éxito sean de 90%. Luego las alabanzas por hechos merecidos y de forma cotidiana es otro factor de resiliencia que ayuda. Cuando aflore su mal comportamiento hay que hacerle ver la paciencia del adulto y continuar valorando sus personas positivamente sin cebarse en sus errores, los cuales no precisan ser señalados continuamente. Su dificultad no suele ser desconocer el bien o el mal. Suelen saber lo que está bien y lo que está mal. Lo que más les suele costar es anticipar las situaciones para que esto les de tiempo a controlarse. Conocer donde están sus aciertos y las formas de implementarlos mejor y más eficientemente es algo mucho más rentable que los reproches y sermones que no aceptan. El adulto debe manifestar el autocontrol que el  adolescente no tiene. Cambian si el adulto sabe aguantar sus negativas y sus rodeos y no se manifiesta incapaz o fracasado.

Para fortalecer su yo necesitan sentirse valiosos y que se les anime a ser productivos y creativos, han de conseguir éxitos y hay que ayudarles a verlos. Tienen que aprender a ser como son, a aceptar sus aspectos positivos y negativos y a controlar el autorrechazo, que manifiestan cuando quieren ser como los demás.

Los adultos en lugar de pedirles exclusivamente cuentas de sus comportamientos y reprocharles sus errores y carencias de resultados deben explicarles por que suceden (Barudy y Dantagnan, 2005) contextualizándolos como secuelas y síntomas de unas experiencias que no son responsabilidad suya ni provocaron (abandono y maltrato). Hay que ayudarles a reconocerse como víctimas con derecho a reparación y ayuda, animándoles a la vez a mejorar, superarse y no quedarse empantanados.

Cuando los adolescentes han caído en el desánimo, llevan años a sus espaldas de fracaso escolar y han perdido la confianza en si mismos y en el mundo adulto es preciso una tregua al menos en el plano de la relación emocional, la contundencia y la firmeza para el control de comportamientos de riesgo, se debe también ejercer sin la expresión de la rabia, la frustración, la ironía y la contagiosa falta de confianza que con frecuencia acompaña a los conflictos. Hay que aportar desde el exterior lo que le falta para salir adelante en su proceso de autonomía.

5.2 Demandas de los adoptantes de adolescentes en conflicto


Los adoptantes de hijos adolescentes reclaman muy diversos recursos. Tienen las siguientes necesidades (Agintzari, 2005, 2006; Loizaga, 2006) :

  • Orientación y preparación para los retos de la adolescencia de hijos e hijas de condición adoptiva
  • Mediación de orígenes
  • Profesionales capacitados en el abordaje de los problemas de contención, formación profesional, inserción laboral y orientación de sus hijos
  • Instituciones educativas que formen a sus hijos partiendo de sus realidades específicas y no de programas estandarizados. Piden escuelas inclusivas que acepten a sus hijos con sus dificultades
  • Programas de apoyo para ellos y sus hijos e hijas adolescentes, individuales, grupales y familiares. Para situaciones de crisis, para separaciones temporales, para

Por las dificultades que supone la crianza de un niño con problemas de abandono y situaciones traumáticas habitualmente conexas  es fundamental facilitarles a los adoptantes la formación y la orientación suficiente como para asumir el desafío parental de educar, trabajar con un niño que ha sido emocionalmente herido. Su tarea parental es más difícil. (Agintzari, 2005)

Otro recurso fundamental que demandan los adoptantes que vislumbran las adolescencias complicadas de sus hijos es apoyo psicoterapéutico, tanto individual, familiar, grupal,  y de pareja. Es habitual oír decir a los y las adoptantes frases como: “si ahora que son pequeños, esto es ahora así de complicado y difícil, ¿cómo será cuando sean mayores?”. Los adoptantes reclaman equipos de trabajo de referencia sobre la situación adoptiva. Si sabemos que la adolescencia de estos menores es más complicada parece razonable generar recursos para abordar estas situaciones y evitar situaciones más complicadas. Los grupos de autoayuda son también un recurso de primera categoría especialmente con adolescentes adoptados conflictivos.

Otro tipo de ayuda que necesitan muchos adoptantes en esta etapa de las vidas de sus hijos es una mayor dosis de valoración, comprensión y reconocimiento social hacia la tarea que han hecho. Con demasiada frecuencia son rápidamente devaluados, culpabilizados por personas, profesionales e instituciones de su entorno y son todavía pocos los recursos comunitarios donde comprenden las situaciones de dificultad por las que pueden atravesar sus hijos e hijas.

En los casos más difíciles de crisis adolescente los adoptantes pueden necesitar contención emocional, ser explícitamente desculpabilizados, pues ciertas crisis no pasan por negligencia parental, sino por las dificultades inherentes a la condición adoptiva y de víctima de experiencias tempranas de abandono, negligencia e institucionalización. Con este tipo de apoyo emocional les va a resultar a los adoptantes más sencillo rebajar ciertas expectativas y favorecer un clima apto para la solución de los problemas y dificultades de sus hijos.



5.3 Programas Adoptia con adolescentes implementados en los últimos años desde Agintzari.S.Coop. de Iniciativa Social de Bilbao


Desde el año 1997 venimos colaborando con la Asociación Ume Alaia de Bizkaia y de las primeras propuestas de trabajo que se plantean es la actuación con preadolescentes y adolescentes. A lo largo de estos último 14 años hemos desarrollado los siguientes programas centrados en la adolescencia de las personas adoptadas (Agintzari, 2005, 2006):

  1. Asesoramiento y orientación para adoptantes: En dicho programa facilitamos información a los adoptantes sobre las necesidades de los adolescentes adoptados, sus trayectorias, sus momentos evolutivos, la búsqueda de orígenes, sus pensamientos y las vivencias y emociones que supone su abordaje de la condición adoptiva. Se busca ayudar a los adoptantes a entender a sus hijos adolescentes desde sus posiciones de adolescente adoptado y víctima de experiencias de abandono. En sesiones grupales esta formación y orientación se hace a colectivos de adoptantes. En sesiones familiares se particularizan los contenidos y se orienta a la familia para el abordaje de las situaciones para las que solicitan orientación

  1. Intervenciones psicoterapéuticas individuales con adolescentes adoptados: aunque a regañadientes unos y obligados otros por sus adoptantes o por las autoridades en este modelo de intervención se le ayuda al adolescente adoptado a afrontar su experiencia de abandono poniendo palabras a sus vivencias y emociones y facilitando su expresión. Con frecuencia hay que ayudarle a poblar sus pensamientos de ideas y conceptos nuevos que le permitan un abordaje cognitivo de su realidad personal. Hay que ayudarle a reinterpretar una realidad de la que apenas nunca habló con nadie. Esto conlleva la aparición de las emociones correspondientes de rabia, tristeza, dolor, añoranza, miedo… con las cuales se maneja mal. Según repasamos su historia y trayectoria aparecen situaciones como las del racismo, discriminación o xenofobia que nunca fueron explicitadas o valoradas emocionalmente. Repasar situaciones, hacer lecturas emocionales y legitimar el mundo interno les ayuda a pensar que no están locos cuando sienten una rabia, una tristeza, un miedo que los demás son incapaces de reconocer o admitir. Con frecuencia hay que recontarle su historia de abandono con palabras, emociones y vivencias que pueden empezar a vivenciar sin tanta angustia como cuando en soledad tan solo podían rechazar, negar la realidad de su sufrimiento. Normalizar su mundo interno y sus experiencias, buscar explicaciones y razones propias de un joven adolescente y superar la cultura infantil sobre la adopción edulcorada requiere acompañarles en estas vivencias. A menudo les contamos las experiencias que otros adolescentes nos cuentan y las estrategias que les ayudaron a salir adelante. Este compartir experiencias a veces les anima a participar de las experiencias grupales. También desde una visión más sistémica se les ayuda a ver la posición de los demás; de sus padres y madres tanto biológicos con adoptivos, de sus compañeros y amigos y de otros actores. Nos servimos de todo tipo de recursos, videos, cartas, testimonios, mensajes, películas, prescripciones para hacer en secreto…

  1. Intervenciones psicoterapéuticas con familias con adolescentes adoptados: muchas veces las familias precisan ayudar para reconducir sus relaciones, interacciones y procesos de comunicación. En estos casos acudimos a la fórmula de intervención familiar y se les facilita con nuestra mediación espacios, mecanismos y propuestas para resolver los conflictos, pactar soluciones y reconducir la comunicación. Con frecuencia adolescentes y adoptantes malinterpretan las reacciones, las interacciones y las emociones de la otra parte. Traducir los significados de las cosas les ayuda a tener visiones más benévolas unos de otros. Con frecuencia se ha de fortalecer y apoyar al subsistema parental para hacer frente a los comportamientos disruptivos del adolescente y facilitar la autonomía bajo tutela del adolescente. Pactar treguas, renegociar las deudas y los castigos y expectativas es otra tarea fundamental. Facilitarles la vivencia de una familia que todavía se quieren y que el hijo a pesar de la distancia sigue amando y vinculado son también aspectos de la escena familiar en terapia. El no todo se ha perdido es fundamental. A la familia y sobre todo al sistema parental hay que darle un mensaje de resistencia contra viento y marea.

  1. Talleres psicoeducativos con padres y madres con hijos adolescentes adoptados: En estos talleres los adultos elaboran la condición adoptiva de sus hijos en compañía de otros adoptantes con similares dificultades. En el seno de estos grupos se comparten los problemas, las emociones pero también las soluciones a las situaciones que el grupo plantea. Se preparan contenidos teórico-prácticos a demanda de los participantes pero también se trabajan las situaciones particulares y las crisis, que cualquiera de los asistentes puede vivir.  La fuerza del grupo es un recurso fundamental para la promoción de los cambios. Lo que a una familia le funciona lo aplican el resto tarde o temprano. Esa cercanía de vivencias y soluciones promueve cambios.

  1. Talleres psicoeducativos con adolescentes: al igual que en el caso de los adultos surgen a demanda de los mismos adolescentes. Estar juntos les ayuda a entenderse casi sin palabras y aquellas experiencias y emociones de las cuales en individual casi no son capaces, en el seno de un grupo surgen casi solas y en un contexto donde todos se entienden y se saben de la misma condición. Lo raro se convierte en lo normal al menos durante el tiempo del taller. Usamos muchos recursos y muy variados para facilitar el enganche, la atención y el abordaje de emociones, vivencias y conflictos. Hay muchas películas que trabajan contenidos adecuados. Utilizamos relatos, cartas e incluso testimonios y experiencias de los propios adolescentes. Entre ellos van encontrando respuestas y afrontando situaciones que solas no se atreverían. Hemos comenzado a poner en contacto los diferentes talleres de grupos de edades diferentes y usando a los adolescentes como modelos referenciales para los más pequeños. En un taller de niños de 9 años entrevistaron a un adolescente de 16 años sobre como manejaba la rabia y los conflictos y que cosas hacia para pensar en su familia biológica. La experiencia sirvió a los pequeños, sirvió al adolescente, pero cuando este lo contó en el grupo les surgió la idea de hacer ellos algo para el grupo de madres y padres.

  1. Formación de técnicos y profesionales: es una demanda que desde hace unos cinco años venimos recibiendo de diferentes colectivos: asociaciones profesionales, universidades, instituciones… No es una novedad que en España los técnicos necesitamos mucha formación sobre estos aspectos.  También nos demanda formación los colectivos de enseñantes a raíz de nuestras intervenciones de asesoramiento, orientación y terapia. El objetivo aquí es incrementar las competencias técnicas de los profesionales en materia de adopción. Aquí difundimos nuestro programa de contenidos teórico prácticos basados en la teoría del apego, los daños y secuelas del maltrato infantil, la promoción del bienestar infantil, el modelo de la teoría de la integración de los niños victimas de abandonos, la resiliencia, las narrativas en el ámbito de la protección infantil… (Agintzari, 2006)

  1. Programas de familias en conexión con sus adolescentes en conflicto: este es un nuevo programa en fase experimental donde procuramos aportar al mundo de la intervención con adolescentes problemáticos nuestra visión de cómo trabajar con adolescentes adoptados en conflicto basándonos en las fortalezas de las familias adoptivas y en los recursos a veces casi invisibles de los adolescentes adoptado. Estos aunque parece que no pueden preservar aspectos muy sanos dentro de situaciones muy desestructuradas donde lo aparente solo es caos, la cosa no es así. Pensamos que en los casos de separación de los adolescentes esta debe ser temporal, se ha de trabajar intensivamente durante un corto periodo de tiempo (tres meses) con el objeto de facilitar y promover desde la conexión cambios en la familia y en el adolescente que le permitan retomar el curso de su emancipación. Se trata de crear un programa que sirva de interposición entre familia y adolescente, que les mantenga conectados y posibilite desde la distancia y la conexión materializada en apoyos prácticos un régimen de semiautonomía donde todos tengan la suficiente distancia para no enfrascarse en conflictos.

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1 comentario:

  1. Buenas tardes D. Javier:
    Mi esposa y yo acabamos de descubrir este blog. Nos ha parecido extremadamente interesante puesto que se recogen comportamientos y actitudes que vemos reflejados en nuestra hija, una adolescente adoptada.
    Nos preocupa el rechazo total que manifiesta hacia los aprendizajes académicos (2º de E.S.O. con muchas asignaturas pendientes de primero). Desde el Centro Educativo nos recomiendan que se la refuerce con profesores particulares, pero su reacción a este planteamiento es la negación absoluta a admitir esta ayuda, siendo casi violenta. Hasta ahora se hemos tratado de ayudarla nosotros, pero los resultados no han sido buenos, y el explorar este segundo camino puede desencadenar conductas bastante agresivas por su parte. ¿que podemos hacer? ¿cómo debemos actuar? ¿Nos podrías iluminar un poco el camino?

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