Javier Jesús Mugica Flores
y Alberto
Rodriguez Gonzalez , psicólogos y terapeutas de familia del
Servicio ARLOBI-ADOPTIA de Atención Psicosocial de AGINTZARI, S.Coop. de
Iniciativa Social de Bilbao. Enero 2011
1 INTRODUCCION
1.1
Situación actual de la adopción en la última década
En
la última década la población de personas adoptadas ha crecido de forma
considerable. En España, extrapolando cifras aportadas por diferentes
autoridades autonómicas y centrales y desde mediados de la década de los
noventa podemos cifrar la cantidad de niños, niñas adolescentes y personas
adultas adoptadas en unas 50.000. En muchas comunidades autónomas españolas el
porcentaje de menores adoptados alcanza el 1% de la población infanto-juvenil
(Agintzari, 2005).
El
perfil de los adoptados nos dice que mayoritariamente son adoptados tardíos y
por tanto fueron adoptados más allá de los 18 meses de vida, con lo que esto
conlleva de riesgo en la gestación del estilo de vínculo de apego. El neonato
adoptado es una minoría muy poco significativa, y ya más de las ¾ partes de los
adoptados son de adopción internacional y proceden de ámbitos sociales y
culturales donde los sistemas de protección todavía están en desarrollo. Los
estudios sobre como llegan y están los menores adoptados nacionales desde el
punto de vista de su desarrollo dejan claro que todos ellos parten con una situación
altamente desfavorecida. Los estudios también dicen que su evolución es muy
positiva aunque perdura una cierta diferencia evolutiva a la baja en diferentes
áreas del desarrollo (Palacios, 1996, 2005).
A
pesar de los estudios iniciales el fenómeno social de la adopción en España es
algo relativamente nuevo y las personas adoptadas son una población bastante
desconocida. Nos faltan aún estudios longitudinales que nos aporten datos sobre
la situación de las personas adoptadas. La comunidad científica y profesional
está en ello pero la adopción tal cual hoy debe entenderse sigue siendo un
fenómeno bastante desconocido.
1.2 Dificultades reparadoras en los
itinerarios de adopción
La
adopción no es un trastorno a pesar de cómo se habla de las personas adoptadas.
No es una patología ni presupone categorías diagnósticas. La población adoptiva
es dispar, no es homogénea y no responde a un patrón definido. Sus itinerarios
son diferentes aunque tengan experiencias y vivencias comunes. Sus vivencias
previas al abandono, los recursos con los que vivieron antes de ser adoptados,
los sistemas de protección que les recogieron del abandono, sus capacidades
personales, las secuelas del abandono, del maltrato o de la
institucionalización pueden ser muy diferentes pero todas las personas
adoptadas tienen en común haber sido abandonadas. Este abandono previamente
surge de condiciones de vida muy adversas donde la negligencia, los malos
tratos, los abusos y otras penalidades son vivencias cotidianas que conforman
el desarrollo y las estructuras de personalidad.
La
comunidad científica concuerda en que la adopción es la mejor medida protectora
cuando un niño ha vivido un abandono pero esta capacidad de reparación o de
resiliencia que tiene la adopción va a depender de la interacción de varios
factores (Cyrulnik, 2002) :
- El carácter, la
fisiología, la resistencia del sistema nervioso, el soporte biológico, de
su fortaleza física ante el estrés… del individuo dañado
- Los soportes
sociales que la comunidad, la familia, el entorno de iguales pone al
servicio de las personas dañadas y heridas… terapias reparadoras, sistemas
de ayuda y acompañamiento, herramientas e instrumentos, técnicos y
profesionales competentes… respuestas sensibles por parte del entorno familiar,
escolar y de iguales para satisfacer las necesidades específicas del
itinerario adoptivo, reparar las carencias y construir una identidad
integrada y un sentido de la pertenencia adecuado
- El significado que
la experiencia de abandono, sea traumática o no, tenga para la persona
adoptada y le posibilite un abordaje sano de su abandono y le reconcilie
con la vida, con el mundo, con los demás seres humanos y consigo mismo
Nuestra
experiencia desde el Servicio Arlobi-Adoptia de Atención psicosocial de
Agintzari nos demuestra que en todos estos aspectos la situación de las
personas adoptadas es realmente difícil y complicada. Muchas personas adoptadas
proceden de situaciones donde el maltrato en sus diferentes versiones
(negligencia, desatención, malnutrición, violencia, alcoholismo fetal…), la
institucionalización prolongada por unos sistemas de protección infantil con
escasos recursos y capacitación y en edades tempranas, generan desde daños
físicos a secuelas físicas duraderas que suelen tener buena evolución durante los
primeros años de adopción. En lo relacionado con la salud física hay buenos
procesos de reparación y nuestra sanidad hace milagros.
Otra
realidad muy diferente es la de los soportes que la comunidad y las familias
ponemos al servicio de las víctimas de abandono temprano que adoptamos. Hay
mucho que avanzar y no son precisamente los y las adoptantes quienes más deben
trabajar en la mejora de recursos. Pensamos desde nuestra experiencia que a los
técnicos de la salud mental, de la educación, de la protección social y de
otros recursos comunitarios nos faltan herramientas técnicas, procedimientos y
conocimiento básico para ayudar a las familias y a las personas adoptadas a
reparar su abandono. Con frecuencia oímos hablar del fracaso de la adopción y
hemos de recordar que cuando una adopción fracasa realmente no solo fracasa la
persona adoptada y su familia. Fracasa también la comunidad técnica y
profesional que no supo apoyar y sostenerles en los procesos de desarrollo
específicos de las personas adoptadas. Muchas son las veces en que la familia
adoptiva pidió ayuda a los técnicos o simplemente que hicieran su trabajo y
estos respondieron con diagnósticos parciales, errados e insuficiente… o no
vieron algunas de las realidades vividas por las personas adoptadas y por sus
familias y propusieron tratamientos que no sirvieron para nada o que agravaron
la situación. Cuantas veces escuchamos los testimonios de familias y enseñantes
que nos hablan de las numerosas dificultades de los niños, niñas y adolescentes
de condición adoptiva en el ámbito escolar y de la educación. Se les aplica
normalización (tenéis que hacer y ser
como los demás) hasta el agotamiento, el aburrimiento y la extenuación
cuando lo que necesitan es inclusión y aceptación de sus puntos reales de partida
y de desarrollo, de otros ritmos, de otras exigencias, de mucho acompañamiento
y apoyo. No hay que olvidar como hasta escritores, periodistas y personas
creativas usan las obsoletas creencias que hay en torno a la adopción para producir
narraciones y materiales, que niegan la realidad del abandono y la edulcoran o
caramelizan y no ayudan en nada a las personas adoptadas y a sus adoptantes,
siendo con frecuencia narraciones tóxicas en la medida que no facilitan la
elaboración del abandono. La comunidad debe todavía mejorar muchos de sus
recursos para ayudar a las personas adoptadas. Hacen falta sistemas y
procedimientos de inclusión en la vida escolar, diagnósticos que incluyan las
secuelas y las necesidades evolutivas específicas de las personas adoptadas y
terapias adecuadas a sus dificultades.
En
cuanto al tercer factor determinante, la dotación de un significado a la
experiencia de abandono que permita una reconciliación con dicha experiencia,
padecemos una cultura adoptiva que no genera soluciones eficientes. Una buena
parte de los adolescentes adoptados hoy en día se ha tenido que confrontar con
significados que no ayudan:
- Los adoptados no
tienen diferencias o no deberían tenerlas
- Del abandono,
experiencia y casi única certeza que toda persona adoptada a la que se le
ha hecho la revelación, sabe, desde los 5 o 6 años, mejor ni hablar que es
doloroso
- La búsqueda de
orígenes puede ser un riesgo y un sufrimiento innecesario
- Las personas
adoptadas han de estar contentas y agradecidas por la suerte que han
tenido
- Las secuelas o los
síntomas son responsabilidad o personal o familiar, nunca del contexto
- Los adoptados no
sufren discriminación, ni xenofobia ni racismo y por tanto no anticipemos
nada ni demos valor a esas pequeñeces
- No llores, ni
lamentes, ni añores, ni maldigas lo que dejasteis atrás
- …
1.3 La evolutiva
de la concepción sobre la propia condición adoptiva
Partiendo
de la propuesta que Erikson hace de las tareas psicosociales de las personas
durante las diferentes etapas evolutivas, la asunción de la condición adoptiva,
o descubrimiento y elaboración del abandono es una tarea evolutiva con
diferentes momentos y posibilidades en función de los recursos que el niño, la
niño o el o la adolescente va desarrollando a nivel cognitivo, emocional y social
(Brodzinsky y Cols. 2002).
A
la edad preescolar (hasta los 6 años) los niños y niñas de condición adoptiva
tienen todas las vivencias propias de su historia de abandono,
institucionalización e integración pero no pueden tener conciencia del significado
que tiene la adopción. Desconocen el sentido de los vínculos de consaguinidad
que delimitan los núcleos familiares y su historia e identidad la constituyen a
partir de los elementos narrativos que su familia y su entorno les proporciona.
Fabulan y rellenan los agujeros o ausencias de datos con fantasías. Cuentan
sobre su adopción lo que les han dicho más elementos más o menos consistentes
de su cosecha. Familia son los que viven con él o ella.
En
cuanto se les revela que no nacieron de la tripa de la mamá adoptiva se produce
una crisis importante. Muchos niños y niñas lo viven con enfado e incredulidad.
La sorpresa es grande y en función de los comentarios que puedan escuchar en el
cole de otros compañeros y compañeras su pertenencia puede ser puesta en
duda. Claramente se fiará de lo que le
digan sus padres y madres, pero las primeras semillas de la duda y de la
incertidumbre han quedado solidamente arraigadas.
Entre
los 6 y los 12 años, la etapa de Educación Primaria. Los niños y niñas de
condición adoptiva saben ya de la existencia de los vínculos de consanguinidad
y para ellos y ellas el tener una familia adoptiva se fundamenta sobre la
pérdida de una familia biológica que suscita infinidad de interrogantes sobre
los motivos de la separación y del abandono, su legitimidad, la suerte corrida
por los familiares, la añoranza de personas, lugares, usos, costumbres. La toma
de conciencia de esta pérdida, no del todo cerrada, pues no se sabe con certeza
si las personas perdidas viven o no y como, genera un duelo que debe ser
elaborado en este periodo. Como cualquier proceso de duelo, en este caso duelo
adaptativo los niños y las niñas atraviesan por procesos emocionales que les
conducen al final de la etapa a un cierre temporal del tema que les permite centrarse
en aquellas actividades que les son relevantes, estudios, amigos, familia… El
duelo al no ser un duelo familiar y socialmente reconocido suele pasar
inadvertido y desconocido por todos los que rodean al niño. Han de atravesar
esta etapa casi en solitario, pues nadie reconoce o asocia algunas de sus
emociones o comportamientos como propios de un duelo (tristeza, rabia, enfado,
pena…)
La
adolescencia, que físicamente se inicia con los cambios físicos de la pubertad
y que suponen la aparición de los caracteres sexuales secundarios,
socioemocionalmente se caracteriza por la consolidación de la identidad del ego
y por una cierta elaboración de la identidad, supone para la persona adoptada la
asunción de las siguientes tareas (Brodzinsky, 2002; Agintzari, 2005; Mugica,
2008):
- Una nueva exploración del sentido y de las
consecuencias de ser adoptado
- Conectar la adopción con el propio sentido de
la identidad
- Hacer frente a la identidad racial en los casos
de adopción interracial
- Resolver la fantasía de la novela familiar
relativa a la existencia de unos padres libertadores de los actuales y
gratificantes en todo
- Hacer frente a la pérdida asociada a la
adopción, especialmente en lo que se refiere al sentido del yo
- Considerar
la posibilidad de buscar a la familia biológica e iniciar procesos de
mediación
El
adolescente puede ya entender con plenitud su condición, asumirla y resolver
las cuentas pendientes con ese pasado desconocido, desconcertante y doloroso.
El adolescente comienza a reevaluar la perdida en términos de su identidad,
como una desconexión genealógica de sus primeros familiares. Puede filosofar
haciéndose las siguientes preguntas: ¿quién soy yo?, ¿quién y qué podría haber
sido?, ¿cómo sería ahora si hubiera permanecido con mi primera familia...? El abandono inicial se convierte en una
ofensa, una herida existencial (cuyo duelo queda silenciado y socialmente no
reconocido, ni legitimado, ni compartido)
1.4 Adolescencia y adopción
Los
adolescentes adoptados han sido víctimas de experiencias de abandono y con
frecuencia sus experiencias de abandono acarrean experiencias traumáticas en su
temprana infancia y de sufrimiento a lo largo de todo su desarrollo. La simple
asunción del abandono en los casos que no hay historial de negligencia ya es
una costosa tarea extra que la mayor parte de sus iguales no deberán de
afrontar. En las adopciones tardías (para nosotros las realizadas a partir de
los 18 meses) el proceso de integración en su nueva realidad resulta
excesivamente costoso tanto para el niño adoptado como para sus adoptantes. El
desarrollo de estos menores es un proceso que puede quedar significativamente
comprometido por las secuelas del pasado. Su punto de partida siempre es la
desventaja en todas las áreas de su desarrollo y personalidad cuando se compara
con sus iguales
El
adolescente adoptado y herido por el abandono tendrá que realizar de forma simultánea
esfuerzos añadidos a los habituales de la adolescencia, teniendo en la mayoría
de los casos menos recursos personales que el resto de sus iguales. Si la
adolescencia ya supone un esfuerzo importante de por sí, el adolescente
adoptado, herido emocionalmente por experiencias traumáticas tiene que detraer
recursos en la elaboración de su condición adoptiva, iniciar una búsqueda
cargada de incertidumbre y dolor y reajustar su personalidad herida por la
experiencias traumáticas. Podríamos añadir una cuarta tarea costosa
emocionalmente y esta es la de integrar sus diferencias físicas en el caso de
las adopciones transraciales que hoy en día son ya mayoría. Su emancipación y
su proceso de autonomía personal va a depender de la elaboración simultánea de
todas estas tareas.
Los
adolescentes adoptados, victima de experiencias de abandono temprano con más o
menos secuelas y diferencias físicas deberán realizar más esfuerzos que sus
iguales, con menos recursos y sus adolescencias no son como las de los demás.
La
triple o cuádruple condición hace que las adolescencias de muchos adoptados
sean más complejas y difíciles de superar :
- Ser adolescente
- Ser víctima de
abandono
- Sufrir carencias,
secuelas y traumas no resueltos
- Tener diferencias
físicas (piel, ojos, pelo, estatura, rasgos faciales…)
La
familia del adolescente adoptado y víctima de abandono sufrirá directamente las
convulsiones de sus hijos adoptivos en la convivencia cotidiana y deberá
paralelamente surtir y gestionar la contención y la ayuda que su hijo adoptivo
precisa, esta contención y estos apoyos deberán mayores y más complejos, que la que el resto de familias no adoptivas
aporta para sus hijos e hijas adolescentes (Huber-Nienhaus,y cols. 2003).
2 LOS MOMENTOS
EVOLUTIVOS DEL ADOLESCENTE: PUBERTAD Y ADOLESCENCIA. REPERCUSIONES EN SU
FAMILIA
La
adolescencia no es independiente de las etapas evolutivas anteriores y por
tanto es su continuidad. Lo que en ella nos encontremos proviene de las etapas
anteriores. Los éxitos y las buenas prácticas en la infancia se verán
reflejados en la adolescencia así como las dificultades y los errores. El y la
adolescente no es un champiñón que surge de un día para otro de la nada.
Para
muchos adultos su propia adolescencia parece quedarles tan lejos que les
resulta costoso ver las adolescencias de sus hijos e hijas. A veces el
recordárselas les ayuda a entender mejor a sus adolescentes.
2.1 La
inquietante metamorfosis de la pubertad
La
pubertad es el proceso de maduración física que conduce a los niños y a las
niñas hacia su etapa de madurez sexual y reproductiva, es por tanto el periodo
que se define fundamentalmente por los cambios físicos y la transformación del
propio cuerpo (Bausch, 2003). Aparecen los rasgos sexuales secundarios y la
velocidad del cambio es otro de los elementos fundamentales. La velocidad de
esta transformación tan solo es comparable con la velocidad de la
transformación del ser humano en su etapa fetal. Como espacio de tiempo puede
llegar a durar entre ocho y quince años
y se inicia a partir de los doce años aproximadamente. En las chicas y en los
chicos es muy diferente. Sus cuerpos cambian de forma radical y esta
transformación además de esperada y deseada pero conlleva ciertos niveles de
desconcierto e incertidumbre. ¿Cómo seré de estatura, hechura?, ¿seré
atractivo/a?, ¿gustaré a los demás?...
Una
voz que se torna chillona, una fuerza que no se termina de controlar, ajustes
de peinado y vestuario interminables, definición de gustos y estilos acordes al
nuevo cuerpo son vivencias cotidianas. Las dimensiones de ciertas partes del
cuerpo pueden ser desproporcionadas, pues no todas las partes del cuerpo crecen
por igual. Estos desequilibrios generan incomodidad e incluso torpeza cuando no
ha habido suficiente acomodación. Por otro lado la infancia no termina de
desaparecer y hay que tomar distancia de ella. La cómoda e inocente infancia da
lugar a un ser físicamente diferente pero igual en lo socioemocional.
El
púber y la púber se preguntarán por su altura, su anchura de caderas, su barba,
sus pechos, su tono de voz, su
musculatura… y si estos rasgos serán más o menos iguales o diferentes a los
chicos y chicas de su entorno. La apariencia externa cobra una importancia
hasta ahora apenas acentuada. La cuestión fundamental para los y las púberes va
a ser, ¿cómo soy y seré en el futuro?
El
y la púber se ven y perciben su meteórico cambio físico y este cambio y sobre
todo la velocidad con que se producen puede llegar a ser una fuente de
preocupación. La gestión de ese cuerpo recién crecido y metamorfoseado en un
breve espacio de tiempo tampoco es una tarea fácil. El niño y la niña quieren
ser mayores pero este proceso conlleva un cierto desconcierto inevitable. Se
esta a caballo entre dos etapas evolutivas muy diferentes.
2.2 La
adolescencia, la identidad y el proceso de identificación
La
adolescencia es el proceso de maduración psicológica y social que conduce a los
(Schmidt-Traub, 2003) niños y niñas hacia la integración social como ciudadanos
socialmente autónomos. Puede empezar en torno a los doce años y puede durar
hasta los dieciocho o veinticinco años. El proceso fundamental que se
desarrolla a lo largo de dicha etapa evolutiva es la emancipación de la familia
y la consolidación de la
identidad. La pregunta clave que se hace el y la adolescente
que tendrá que responderse será : ¿quién soy yo?
La identidad se puede definir como el
sentimiento de ser alguien, que a pesar de los cambios experimentados por las
circunstancias, los estados físicos y las relaciones, permanece constante. La identidad facilita a las personas el sentimiento
de continuidad y coherencia del si mismo, del yo (F.B.Simon, H.Stierlin y C.Wynne, 1988).
El
proceso mediante el cual se genera o se consolida la identidad es lo que según
Erickson denominaremos identificación. La identificación supone la integración,
la asunción y la reorganización de todos los elementos constitutivos de la identidad. El
proceso de organización afecta a diferentes niveles. El propio cuerpo y el
propio ser tiene que organizarse físicamente en la dimensión tiempo-espacio del
ciclo vital. La experiencia se debe organizar generando la síntesis del yo en
base a los diferentes eventos históricos que comporta la propia experiencia
deberá producirse una organización social de los organismos del yo en unidades
geográfico-históricas. Las nociones de ser corporal cambiante, las vivencias,
los espacios, los tiempos, las interacciones con los otros deben organizarse en
una entidad que facilite al ser humano la sensación de ser uno mismo,
reconocible, definible, consciente, diferenciado, único, continuo y coherente.
La identidad debe poder facilitar la construcción de un relato sobre uno mismo
que permita la organización del propio mundo cognitivo, emocional y vivencial
en una unidad coherente, consistente.
Esta
organización se elabora necesariamente en interacción con los otros y depende
en buena medida de la información que los otros nos hacen llegar sobre nosotros
mismos (A. Berastegui, B. Gomez; 2007).
Si por caso ponemos a Andoni, un chico de 17 años procedente
de Colombia, de aspecto indígena, adoptado por una familia pudiente vasca a la
edad de 7 años, tras 2 años en una familia de acogida, un chico que nunca quiso
hablar de su historia, cuyos adoptantes vieron oportuno dicho silencio, con
fracaso escolar, victima de malos tratos de un padre alcohólico y de la
negligencia de una madre adolescente hasta los cinco años, con vivencias
traumáticas que nunca trabajó con nadie, que ha sufrido racismo y xenofobia por
parte de sus compañeros de instituto, sus amistades no son del gusto de sus
familiares y tiene un relato pobre sobre su historia personal y familiar, las
tareas que propone Erikson para la elaboración de su identidad se pueden
eternizar.
Andoni
físicamente no se puede identificar con los suyos, a pesar de que es el
preferido de los abuelos, huye de las reuniones familiares donde más veces de
las que él quiere se habla de los parecidos entre los primos y los ancestros.
No sabe si es guapo o gustará a las chicas. De su historia hila los
acontecimientos de forma desordenada y desconoce los aspectos fundamentales del
proceso adoptivo. Sus explicaciones se quedan en un no podían cuidarme y en el
fondo piensa que sus padres biológicos no eran tan malos. No sabe lo que va a
hacer profesionalmente y no se plantea ningún futuro. A las chicas que conoce y
con las que intima las abandona antes de que ellas le abandonen. Cambia mucho
de amigos y siempre parece estar comprando voluntades. Fantasea con ser padre
joven.
Andoni
no es un caso probablemente representativo de adolescente adoptado. Pero cada
vez conocemos a más chicos y chicas como él. Andoni dijo en una ocasión: no sé quien soy y mi adopción es una gran mentira.
2.3 Las
manifestaciones de la adolescencia normal y corriente
El
adolescente tiene que confrontarse consigo mismo y esto le va a suponer un reto
de carácter personal. Esta confrontación consigo mismo va a implicar cambios
afectivos y de humor que asustan a sus adultos. Puede manifestar retraimiento y
reserva extrema ante sus adultos y reorientará su vida hacia el grupo de
iguales marcando explícitamente una cierta distancia de la familia y del mundo
adulto.
La
adolescencia supone para los adolescentes altos niveles de confusión, e irritación,
en un clima de extrema autoafirmación ante sus adultos referenciales y con sufrimiento
e incertidumbre por sí mismos. Le ocupa y preocupa preguntas como ¿qué roles
sociales, sexuales voy a asumir?, ¿cómo seré, tendré hijos, ganaré dinero, seré
aceptado, fracasaré, puedo confiar en mi mismo?, ¿Cómo me veo y me ven los
demás?. Su estatus en el grupo de iguales será también una fuente de
preocupación. ¿Seré aceptado/a?. Su apariencia y personalidad le hace
cuestionarse: ¿cómo voy a ser, física, social y emocionalmente? (Schmidt-Traub,
2003)
2.4 Situaciones nuevas
que debe afrontar el o la adolescente
Los
adolescentes tienen que asumir la responsabilidad, la gestión y el control de
su propia vida después de haber dependido completamente de sus adultos
referenciales, de los y las adolescentes se esperan ciertas iniciativas y
decisiones y se les atribuyen nuevos niveles de responsabilidad. Socialmente deben de establecer relaciones
independientes con sus iguales y encontrar un papel y un sitio en la sociedad y
en su grupo de referencia. Tienen que asumir un rol de género ya sea el
masculino o el femenino y ponerlo en marcha. Una de las decisiones más
importantes que tienen que tomar es la de elegir la formación que va a seguir
con vistas a elegir una posible profesión que le posibilite un sustento
económico y un desarrollo emocional. La profesión y los estudios formarán parte
importante del bagaje identitario y son también elementos constitutivos de la
identidad que deberán consolidar.
En
la vida del adolescente se va a producir una reorganización personal, familiar,
social. Su vida se va a ver afectada de complejidades y dificultades de todo
tipo. La extrañeza, la incertidumbre, la inseguridad y una buena dosis de
desgaste emocional serán sentimientos que acompañen este proceso de
reorganización de su vida cotidiana. Va a experimentar pensamientos y
reflexiones sobre si mismo que le perturbarán y le inquietarán.
El
grupo de iguales ganará presencia y cobrará una importancia mayor frente a sus
padres y madres. Lo cual no indicará que no necesiten a sus adultos de
confianza. Ante el grupo de iguales se producirá una conformidad ciega y
extrema con los valores, usos, costumbres, modas, formas de hablar, maquillaje,
ropa, música, expresiones… de dicho grupo. Estos usos tendrán la función de
constituirse en auténticas barreras contra sus adultos. Los adolescentes
buscarán diferenciarse de unos padres y unas madres con quienes se sienten
identificados para pasar a identificarse con su grupo de iguales. Los
adolescentes sentirán rechazo al adulto y a la vez dependencia de ellos y
deberán luchar por su autodeterminación y ganarse mayores cuotas de libertad y
autonomía a cambio de responsabilidades. El relajo de la identificación entre
padres y madres por un lado e hijos e hijas hará que dicho proceso se relaje,
afloje y cese en parte. (Schmidt-Traub, 2003)
Las
normas, valores, ideales vigentes serán cuestionados y readaptados, pero no
eliminados. La situación de mayor autonomía supone para los adolescentes una
liberación pero también inseguridad y miedo ante nimiedades. Los adolescentes
pueden llegar a disfrazar su inseguridad y miedo con cierto desprecio,
arrogancia por la autoridad paterna o materna pero este distanciamiento de sus
figuras de apego (base segura ante la adversidad) también les va a suponer una
pérdida emocional. Buscarán nuevos ideales, valores y referencias fuera de la
familia y las relaciones cambiarán sensiblemente, se tambalearán. En cuanto a
sus capacidades de pensamiento los adolescentes son capaces de ir más allá del
pensamiento concreto y plantearse cuestiones, problemas y situaciones de un
modo abstracto. (Schmidt-Traub, 2003). El adolescente adoptado bien integrado
puede empezar a hipotetizar sobre como hubiera sido su vida de no haber sido
abandonado por los suyos y adoptado por su familia actual. Este pensamiento le
ayuda a reconciliarse con su historia de abandono y terminar en la edad adulta
reconociendo lo mala e indeseable que habría sido su vida de no haber mediado
un abandono.
2.5 La
agresividad es un sentimiento inevitable
La
agresividad frente a los adultos y con frecuencia entre los iguales es el rasgo
que los adolescentes manifiestan habitualmente y que para los adultos resulta
menos aceptable. Ese niño o esa niña de buenos modales, hasta hace bien poco, de
repente ante sus adultos de referencia, manifiesta una agresividad verbal
inusual, que va estar presente en las relaciones durante todo el proceso de
emancipación/separación.
Esta
agresividad es relativamente normal en todos y todas y está ligada a los duelos
y a las pérdidas propias del proceso evolutivo emancipatorio. La libertad y la
autonomía se conquistan renunciando a ciertos privilegios, asumiendo ciertas
responsabilidades y mostrando unas habilidades y capacidades que a veces
asustan al adolescente. Los duelos y las pérdidas generados en este proceso
generan una rabia que los adolescentes expresan mediante una agresividad a
veces desmedida y hacia las personas que más confianza tienen.
Los
adolescentes viven cómodos en sus entornos y la autonomía no siempre es cómoda.
Salir de casa al mundo es algo que también asusta y la agresividad puede ayudar
al adolescente a tomar una mayor distancia de sus padres. No implica que no
amen a sus adultos o que no los consideren fuente de seguridad y de autoridad.
Es una agresividad cuyo efecto es paradójicamente generar un recurso positivo
para los adolescentes. Con un buen portazo se sale más fácilmente de casa que pensando
en el temor, la incertidumbre y la inseguridad propia del reto que se debe
asumir(Schmidt-Traub, 2003).
2.6 El ciclo
vital de la familia con hijos adolescentes y jóvenes. Una fase difícil para
todos los miembros de la familia
Cuando
los hijos e hija entran en la edad de la adolescencia la familia como
institución debe amoldarse a esta nueva situación (Minuchim y Fishman, 1984). No solo los hijos e hijas
(subsistema fraterno) cambian, también el subsistema parental tendrá que cambiar.
En la familia con hijos e hijas adolescentes deberán darse y se darán nuevas
formas de relación entre padres y madres por un lado e hijos e hijas
adolescentes por otro, que exigirán cambios importantes en la forma de vida y
en la gestión de la convivencia.
Es
la primera gran reconversión familiar. La familia en esta fase atraviesa un
tiempo de reorganización, inseguridad, incertidumbre para todos/as. Se inaugura
una nueva fase vital para la familia, la familia con hijos adolescentes y
jóvenes y esta fase vital va a suponer un reto para todos los miembros de la
familia. Cada uno desde su función y sus diferentes subsistemas.
En
esta fase del ciclo vital de la familia la díada parental o el adulto con
funciones monoparentales debe resolver el dilema autonomía‑control. Los adultos
con funciones parentales deben administrar cada uno de estos aspectos
fundamentales para la educación de sus hijos e hijas adolescentes. A la vez que
tienen que asumir y aceptar el
distanciamiento respecto de la vida familiar de sus hijos e hijas, tienen que
adecuar las normas a la capacidad
y autonomía de los hijos/as y gestionar los límites concediendo libertad a cambio
de responsabilidades. Los derechos y obligaciones de los hijos e hijas deben
gestionarse en un mismo paquete. No se trata de derechos y obligaciones nuevas,
son las de la etapa infantil anterior pero acomodadas a las nuevas necesidades
de autonomía.
Los hijos y las hijas ya no
necesitan tanta supervisión, ni tanta atención, ni tanta dedicación como en los
ciclos vitales de la familia anteriores pues se centran cada vez más en
actividades con sus iguales y en el despliegue y desarrollo de su incipiente
autonomía. Padres y madres deben reorientar toda esa energía y todo ese tiempo
hacia ellos mismos y hacia la pareja manteniendo una distancia óptima y una
actitud orientadora. Que los adolescentes no necesiten mucho de sus padres y
madres no significa que no les necesiten. Los necesitan en otra distancia y con
otras actitudes y aptitudes. Con frecuencia los adultos demandan a sus hijos e
hijas adolescentes confianza olvidando que la fuente de confianza son ellos y
los beneficiarios de dicha confianza son los hijos.
3.- ESPECIFICIDADES
DEL ADOLESCENTE ADOPTADO
Los
adolescentes adoptados fueron niños abandonados y muy probablemente víctimas de
abandono y de experiencias de maltrato, abusos, institucionalización y
deprivaciones, por ello tienen unas necesidades extra respecto del resto de
niños, niñas y adolescentes (Palacios, y cols.1995).
3.1 Necesidades
específicas de los adolescentes adoptados
3.1.1 Estabilidad,
seguridad, protección y calidez afectiva
Los niños adoptados en su
calidad de niños, que fueron abandonados necesitan un contexto familiar estable,
seguro, protector y cálido donde desarrollarse. Los adolescentes revueltos por
el abandono sufrido y sus secuelas necesitan disfrutar relaciones estables,
permanentes e “incondicionales”. Para
ellos es especialmente importante evitar rupturas y pérdidas y cuando estas se
produzcan hay que estar alertas.
Por muy violentas o
difíciles que sean las relaciones en este periodo es fundamental que no se
sientan excluidos del vínculo establecido con su familia adoptiva. Que una
relación de forma temporal pueda ser un infierno no significa que el vínculo
afectivo ya establecido sea inservible o no se pueda recuperar en un futuro no
muy lejano. Aunque pueda haber una separación o esta sea conveniente adoptantes
y adoptados adolescentes deben poder seguir estando en conexión a pesar de la
distancia.
3.1.2 Rehabilitación y
tratamientos reparadores
Las secuelas y los daños habidos anteriormente (físicos, cognitivos,
emocionales, relacionales, morales…) deben ser reparados en tiempos reales y
con los recursos adecuados. Para ello es fundamental procurarles buenos diagnósticos
que valoren el alcance en su desarrollo de las experiencias de abandono,
maltrato e institucionalización en edades tempranas. El desconocimiento técnico
de muchos profesionales ha hecho que diagnósticos erráticos por parciales y
reduccionistas den pie a tratamientos erróneos. Son muchos los adolescentes
adoptados que han sido tratados por muy diferentes profesionales sin que hayan
sido advertidas y tratadas necesidades, secuelas y traumas habituales en la
población infantil dañada.
3.1.3
Saber qué pasó, los motivos de su abandono, una historia coherente y completa
Tienen
la necesidad de saber qué pasó y por qué fueron víctimas de un abandono del que
progresivamente han ido adquiriendo mayores niveles de conciencia y con ella
nuevos significados. Necesitan conocer las circunstancias de su abandono para
poder atribuir adecuadamente las responsabilidades de su abandono y comprenderse
mejor a si mismos. Conociendo lo que pasó sus secuelas podrán aceptarse mejor
en sus limitaciones y deficiencias.
Es
fundamental que puedan verse como víctimas de experiencias de abandono temprano
que han pagado los problemas, conflictos y desaguisados de sus padres
biológicos. Tienen que saber qué consecuencias trae para el desarrollo de un
niño el haber vivido desatención y privaciones en edades tempranas. Han de
evitar con este conocimiento el autoculpabilizarse de sus deficts y el
resignarse a ser como soy. Muy
frecuentemente las secuelas y síntomas de los trastornos vividos son sentidos y
pensados por los adolescentes adoptados y victimas de abandono como rasgos
inalterables de su personalidad y no como síntomas reparables. Esta resignación
a ser de una forma pareja a su insuficiente o deficitaria autoestima les
facilita la identificación con posturas de inamovilidad y de resignación al no
cambio y por tanto de fomento de la asuencia de esfuerzo y esperanza para el
cambio y la mejora. Frente al habitual es
que yo soy así hay que contraponer un no,
tu no eres así, te comportas así y tienes que aprender como los demás.
Para
los adolescentes cuyas historias fueron cercenadas, esparcidas y desgajadas es
importante poder tener una historia personal y familiar lo más completa y
coherente posible pues su identidad está en juego, y una identidad integrada es
factor de más salud mental. Para ello los adultos deben de manifestar respeto
por su historia, por sus circunstancias y por sus orígenes y facilitarles una reconciliación con su
historia, sus orígenes y sus mundos de pertenencia y referencia.
La
adecuación de los relatos y de los contenidos apropiados es fundamental para
que los adolescentes adoptados puedan hablar de su experiencia. Si queremos que
hablen de su abandono no podemos ir con argumentos edulcorados o exigencias de
gratitud y reconocimiento hacia la parte adoptiva. De por sí este tema para los
adolescentes que no lo han trabajado bien es un suplicio o algo carente de
contenidos, significación. Si encima del tema ser complicado el adolescente
intuye que no le podemos entender, se callará y negará sus emociones y
pensamientos. Un buen relato para un adolescente tiene que ser realista y poder
abordar el abandono, sus causas y las emociones y situaciones adjuntas de forma
realista y no ñoña. Hemos de poder ayudarle a conectar con las emociones
propias de su vivencia de abandono, a reconocerlas, a expresarlas y sobre todo a legitimarlas y
encauzarlas. Muchos adolescentes adoptados sienten que nadie les entiende. Ni
tan siquiera sus amigos más cercanos o sus propios adoptantes.
Han
de facilitarles sus adoptantes la tan ansiada búsqueda de orígenes y
acompañarles en una distancia óptima, preservando su intimidad y su derecho a
determinar hasta donde merece la pena llegar. Todos, el 100% hace la búsqueda
de orígenes. Según Brodzinsky (2002) lo que les diferencia es el modo en que la
hacen, unos la hacen interna y no comparten con nadie sus sentimientos,
pensamientos y búsquedas y otros la hacen externa, compartiendo su
búsqueda. Lo fundamental es que sepa que
tanto si desea como si no compartirla sus adultos de referencia están
disponibles y que el silencio no va a ser interpretado como falta de
sinceridad, confianza, lealtad o cariño.
3.1.4
Reconciliación con sus orígenes y su pasado y reconciliación de sus mundos de
pertenencia
Si
el menor adoptado llega a la adolescencia sin estas necesidades básicas
cubiertas o encaminadas, las crisis propias de esta etapa evolutiva serán más
intensas y los riesgos de disfunciones en el desarrollo de su personalidad, en
sus proceso identitario, en su convivencia familiar, en su socialización y en
sus procesos de formación y aprendizaje serán mayores y sobre todo difícilmente
se podrá reconciliar consigo mismo y con su historia de abandono.
Para
ello las personas adoptadas tienen que poder dotar de significado a sus
vivencias relacionadas con el abandono y sus secuelas. La posibilidad de
otorgar significados culturales adecuados a la experiencia de abandono exige
que creemos el argumentario narrativo coherente y suficientemente consistente
como para poder entender los motivos, hacer atribuciones de responsabilidad
correcta y conectar con las emociones legítimas del proceso de duelo por la
genealogía y los orígenes perdidos. No poco frecuente aparecen adolescentes por
consulta con narraciones válidas para niños menores que no les sirven y que por
supuesto tampoco se creen. Argumentos pobres e infantiles hacen que su
confianza en quien los ha promocionado disminuya a la hora de abordar
cuestiones referidas a la búsqueda.
Como
sugiere Diana Marre, la identidad de las personas adoptadas debe de poder ser
una identidad aditiva que sume e integre de forma armónica los aportes
identitarios de las diversos mundos de referencia de las personas adoptadas
3.1.5
Modelos de identificación y rasgos sanos de identidad adoptiva positiva
Las
personas adoptadas apenas se conocen entre sí y no suelen tener oportunidad de
compartir sus vivencias. La cultura del incógnito ha contribuido de forma
espectacular a este silenciamiento y aislamiento masivo. Hoy se empiezan a
alzar y a juntar las voces que hablan de sus vivencias, sentimientos y deseos.
Al principio empezaron los grupos de encuentro y los grupos psicoeducativos
para adoptantes, hoy ya existen en muchos lugares espacios de encuentro para
personas adoptadas organizadas por asociaciones de adoptantes, equipos de
profesionales especializados. No menos conocida es ya entre los adoptados
adultos la Asociación
denominada “La voz de los adoptados” en cuyas páginas web se recogen
interesantísimos testimonios de los autenticos protagonistas de los procesos
adoptivos.
Ellos
y ellas, las personas adoptadas, desde sus vivencias y experiencias, pueden ir
generando modelos de referencia para adolescentes, niños y niñas y orientar
tanto a los técnicos como a los adoptantes en ese proceso de búsqueda y
desarrollo de sus identidades.
3.2 Los
itinerarios habituales de los adoptados adolescentes (de adopción tardía,
dañados emocionalmente, con diferencias físicas…)
3.2.1
Comportamientos habituales del adolescente adoptado y herido
Los
niños, niñas y adolescentes emocionalmente heridos por experiencias de abandono
pueden manifestar un sinfín de conductas que indican la existencia de
trastornos y dificultades de muy diferentes tipos (Wiemann, 2003). Por ello es
relativamente frecuente encontrar en muchos de estos adolescentes que han sido
adoptados los siguientes comportamientos en mayor o menor grado:
- Avances y estancamientos casi simultáneos /
regresiones y avances dispares por áreas
- Impulsividad y dificultad para el autocontrol
de la rabia, el miedo, la tristeza… y un buen número de emociones
- Reclamo de atención excesiva, no tolerar no ser
el centro de atención
- Olvido rápido, negación y represión de
sentimientos
- Aprendizaje difícil de la experiencia.
Dificultades serias para integrarla
- Dificultad de manejar el tiempo (pasado,
presente, futuro...) y el espacio
- Supeditación al principio del placer / deseo de
satisfacción inmediata
- Muy baja tolerancia a la frustración
- Desapego por las cosas, los objetos personales,
familiares y comunitarios
- Inadecuada percepción de si mismos (riesgo,
dolor, frío, calor,...)
- Déficits en la atención, concentración y
rendimiento
- Dificultad de interiorización de las normas
(mentir, robar sin valor moral)
- Intolerancia a la crítica, no admisión de lo
evidente y terquedad al rebatir
- Escaso sentido de la realidad, la
malinterpretan o no la entienden
- Miedo y temor a lo desconocido, a lo nuevo (se
protegen con chulería...)
- Manipulación, instrumentalización e intentos de
control de las personas y
situaciones
- Agotamiento, cansancio vital, falta de energías
- Olvidos y vacíos de memoria. Lo estudiado o las
demandas de los adultos son olvidadas
- Conductas de riesgo (alcohol, drogas,
velocidad…)
- Agresividad y violencia
- Dificultades de relación con los iguales
- …
3.2.2
Itinerarios de adolescentes adoptados en conflicto
En
nuestro servicio Arlobi-Adoptia de Atención Psicosocial de Bilbao un grupo para
el cual recibimos demandas de tratamiento son los adolescentes adoptados. En
esta población todavía observamos una predominancia de adolescentes de adopción
nacional, adoptados en algunos casos a los días o pocos meses de nacer. Poco a
poco van apareciendo por la consulta adolescentes de origen colombiano y
latino, y ya empiezan a aflorar los de origen ruso, adoptados más tardiamente y
con historias y trayectorias de abandono, negligencia, institucionalización.
Cuando vienen a consulta nos encontramos habitualmente con algunos de estos
itinerarios, problemas o dificultades :
·
Fracasos escolares, paro, inactividad: chicos y chicas que siempre han ido escolarmente
justos o escasos, que fueron promocionados para no perder relaciones y que no
han tenido suficientes apoyos por parte del sistema educativo. Las exigencias y
expectativas de sus adoptantes y enseñantes siempre fueron muy por delante de
las capacidades y de la madurez emocional. Se les ha exigido como a los demás,
se les ha podido prestar algo más de atención pero no hubo sensibilidad hacia
sus necesidades ni hubo una buena valoración de los trastornos o dificultades.
Fueron perdiendo el ritmo de sus compañeros y en los cursos finales de la Secundaria les
perdieron de vista. Su aspiración es abandonar los estudios y hacer cualquier
otra cosa o simplemente nada. No tienen una vocación ni un interés por algo.
Con frecuencia el aburrimiento y la desidia hace que en sus entornos escolares
se manifieste su agresividad y patrocine conductas disruptivas. Su autoestima
está por los suelos y se siente abandonados y resignados a su suerte. De más
jóvenes durante la Primaria
el hacer tareas todos los días (un plus al horario escolar) supone para sus
padres y madres una batalla campal diaria. La falta de autonomía y la necesidad
de ayuda para avanzar es importante. A pesar de todo la sensación es que tienen
capacidad para los estudios pero no hay resultados.
·
Inicio o afianzamiento de comportamientos disruptivos
en casa, en la calle y en otros espacios: La convivencia en casa está viciada por los diferentes fracasos. Las
normas y reglas de convivencia empiezan a no ser respetados, el incumplimiento
de horarios aparece. La comunicación y las relaciones con sus padres se cargan
de tensión. Hay discusiones por nimiedades, la agresividad, los insultos, las
descalificaciones y las faltas de respeto se hacen habituales o frecuentes. Los
adolescentes parecen ollas a presión a punto de estallar. Puede haber conatos o
amenazas de violencia contra padres, madres y enseñantes. Las mentiras son
constantes. Sus padres, madres y enseñantes se encuentran desbordados,
irritados y desesperanzados. Lo cual asusta y enerva más si cabe al adolescente
que revive inconscientemente y de manera permanente el miedo al abandono de
quienes siguen siendo importantes y necesarios para ellos.
·
Inicio de comportamientos de riesgo o delictivos: consumos incipientes de alcohol u otras drogas que
le ayudan a sobrellevar el estrés y la angustia del inmenso vacío en que viven.
Sustancias que son su casi único recurso para descansar del vapuleo que su
miedo, su rabia y su impotencia ante una sociedad en la que sienten que no hay
sitio para ellos. En algunos casos han comenzado a cometer pequeños delitos
contra la propiedad o contra la salud pública (trapicheos de droga a pequeña
escala con riesgo de endeudamiento por mala gestión…). Alguno que otro llega de
manos de la justicia y con la obligación de asistir a una terapia. Algunos han
empezado a descontrolar su agresividad y han cometido agresiones que según se
van acumulando tienen que ser denunciadas a las autoridades.
·
Dificultades de relación con los iguales: con frecuencia han perdido a sus amigos de la infancia
o sus intereses y posibilidades se han distanciado. Parecen no poder compartir
los intereses, objetivos y expectativas de logro de sus amigos de la infancia.
Se sienten más inmaduros para asumir responsabilidades de grupo. Temen o han
sufrido el rechazo o la burla de sus amigos más cercanos y no se sienten
comprendidos por estos. Han abandonado prácticas y grupos deportivos, su
interés por estar en la calle con cualquiera o con compañías mayores enerva y
asusta a sus padres. Terminan justándose con otros adolescentes con sus mismas
dificultades y de una extracción social que asusta a sus adoptantes. Cambian de personas y de grupos y no disponen
de amistades íntimas con las cuales poder hablar, intercambiar experiencias y
encontrar soluciones o alternativas.
·
Dificultades de regulación emocional y autocontrol: Sus emociones y sentimientos son negados
desconocidos y son incapaces de gestionarlos adecuadamente. El miedo domina e
impera y del miedo surge la agresión como mecanismo de supervivencia. Se sienten
constantemente amenazados por todos y han de estar alertas pues la agresión
vendrá de cualquier lugar y con intensidad feroz. La impulsividad se adueña de
ellos y su pensamiento y raciocinio no les alcanza para gestionar las
diferencias, los conflictos y las crisis. Temen a sus emociones y uno de los
mayores miedos es el verse llevados por la ira al punto de hacer algo
irremediable que dañe definitivamente a sus seres queridos. Para ello lo mejor
es escapar e irse muy lejos. Fantasean con la huida como forma de evitar lo
irremediable y les angustia la culpa generada en las acciones que no han podido
controlar. Siguen temiendo el abandono, no ya de sus padres y madres adoptivas,
ahora el temor se abre al abandono de amigos, parejas y otros adultos significativos.
·
Deficiente elaboración de su condición adoptiva: Sienten un rechazo hacia su condición adoptiva.
Carece de información sobre sus orígenes, esta no está estructurada, es
insuficiente, se presenta desordenada e inadecuada a su edad. Ante el tema están
a la defensiva y afirman no pensar nunca en ello. Hay una negación de algo que
les resulta doloroso y no está resuelto. Las emociones ligadas (rabia,
vergüenza, miedo, añoranza…) están disociadas de la experiencia y vivencia del
abandono. Escapan y huyen del tema. Se sienten inferiores y desvalidos ante su
condición. Reaccionan con indiferencia o agresividad a las preguntas y amenazan
con levantarse. Nunca o muy pocas veces han podido hablar con alguien de estos
temas. Nunca han hablado con otros adolescentes adoptados sobre lo que sienten,
piensan o creen. No tienen expectativas o esperanza de ser entendidos o
comprendidos. Sienten no pertenecer a ningún lugar ni merecerlo. La soledad
ante su experiencia de abandono es devastadora.
·
Experiencias de racismo, xenofobia o discriminación: De los y las adolescentes que llegan a nuestro
servicio pocos no han experimentado experiencias de discriminación por ser
adoptados, por haber nacido fuera de nuestra fronteras o tener diferencias de
las mal llamadas raciales (color de piel, rasgos…). Desde muy pequeños y de
mano de sus “amigos” y “compañeros” han
visto asociados sus rasgos y condición con insultos y descalificaciones. Ser
adoptado es algo que los iguales pueden usar como insulto y asociarlo a los
rasgos más desfavorables de su personalidad. Bromas de mal gusto constantes que
el adolescente y antes infante ha tragado para sentirse querido y aceptado por
sus iguales. Tras años y años de resignación ante este comportamiento
inadecuado de sus iguales su autoestima suele estar muy dañada, su pertenencia
al grupo se volatiliza y su autoimagen está por lo suelos. Estas experiencias
son tan dolorosas que desaparecen de la conciencia y además se han producido en
la mayor de la impunidades para los autores. No pocas veces los adolescentes
reconocen haber agredido físicamente a quienes les han insultado y la respuesta
de los adultos ha sido directamente la injusticia, la desprotección y el
castigo hacia el agredido. Estos chicos y chicas a base de negar la realidad angustiosa
de la discriminación, el racismo y la xenofobia no son capaces de argumentar,
defenderse o dar explicaciones. Simplemente estallan y son reprimidas. Nunca
fueron enseñados a defenderse del racismo y de estas agresiones, nunca han
podido hablar claro de ellas o las pocas veces que lo hicieron sus propios
padres en un intento edulcorante de normalizar quitaron importancia a los
hechos, culparon a su hijo de las reacciones o se enfadaron por no dar la
respuesta adecuada. Desde aquellos momentos los críos dejaron de compartir
estas experiencias. Siendo incapaces de actuar eficientemente.
·
Narrativas pobres e insuficientes: el abandono y sus circunstancias generan estilos de
apego inseguro. Estos se caracterizan por dificultades para confiar en los
otros, para entender a los otros, para ponerse en su lugar, para regular las
propias emociones como la rabia, el miedo y la tristeza, para conectar con las
propias emociones, para entenderlas, gestionarlas adecuadamente y para sobre
todo narrar y expresar dichas emociones o los acontecimientos vitales que
acaecen. Muchos de estos chicos no es que sean mentirosos (que lo pueden ser)
es que se han acostumbrado a decir lo que sus adultos quieren oír (mecanismo de
defensa). No han podido construir relatos coherentes. Faltan datos o son
inconsistentes. No han podido relatar su vida y como consecuencia parece que no
pueden relatar otros acontecimientos cotidianos. Esto les deja indefensos y sin
palabras para gestionar sus conflictos (Mugica, 2010)
3.3 Perfiles
psicológicos de los adolescentes de nuestros programas
En
2010 se ha llevado a cabo una investigación desde el Servicio Arlobi-Adoptia
con el objetivo de conocer qué tipo de dificultades se dan en los adolescentes
del sistema de protección a la infancia al tiempo que contribuyan a comparar y
visualizar problemáticas diferenciales para cada uno de los grupos. En esta
investigación han participado 59 chicos y chicas de entre 13 a 19 años. La media de edad
ha sido de 15,05 años correspondiendo el 63 % a chicos y el 37 % a chicas.
Entre
los instrumentos utilizados se ha incluido el CBCL Child Behaviour Checklist de
Achenbach, instrumento utilizado en muchos de los sistemas de protección a la
infancia y que permiten obtener comparativas entre menores en diferentes países
que presentan situaciones similares.
A
modo de ejemplo presentamos algunos de los resultados significativos.
En
la gráfica adjunta se observa cómo los adolescentes adoptados presentan
principalmente un funcionamiento de tipo externalizante, resultado que se sitúa
a nivel clínico, más que de carácter internalizante. Entre las problemáticas
que más destacan como componentes de este funcionamiento externalizante
estarían los problemas de conducta que se ubican a un nivel clínico y que
muestran un resultado preocupante pero real desde nuestra experiencia de
servicio especializado en adopción.
Asimismo
en la siguiente gráfica se puede apreciar que junto con los problemas de
conducta destacan los resultados en el componente de Problemas Afectivos,
viniendo a presentar como perfil un modelo de funcionamiento de muchos chicos y
chicas adoptados en los que la interacción entre problemas afectivos y
problemas de conducta se sitúa como un coctel de difícil manejo en un momento de
confusión y malestar, en un proceso de identificación a menudo sin información,
identificación que es clave para el establecimiento de relaciones estables.
La
interacción de ambos tipos de problemas, de conducta y afectivos, nos plantea
como una hipótesis posible de trabajo, que los adolescentes adoptados presentan
un funcionamiento reactivo que hace que todos los malestares y los conflictos
no estén en condiciones de poder abordarlos, les superen emocionalmente y
generen desborde a nivel de conductas.
La
experiencia en la intervención con adolescentes adoptados muestra cómo esta
etapa incrementa de manera exponencial las conductas de riesgo al tiempo que el
sentimiento de culpa y el sentimiento de incapacidad para controlar sus propias
vivencias y malestares.
No
va a ser posible en esta etapa generar capacidad de control ya que se van a
revivir y reabrir heridas existenciales que normalmente no son reconocidas
emocionalmente por sus familias, por las dificultades para conectar
emocionalmente con lo que han vivido, lo que incrementa el sentimiento de
soledad, de incomprensión que van a producir un incremento de la conflictiva
con sus familias adoptivas teniendo en cuenta que a la base de todas ellas está
la necesidad de sentirse reconocidos, y de sentirse aceptados.
La
investigación por tanto viene a confirmar una interacción de difícil maneja y
con muchas ramificaciones entre problemas afectivos y problemas de conducta que
van a requerir profesionalmente y también a las familias la capacidad para
traducir en condiciones las conductas como peticiones de ayuda y como expresión
de malestares profundos tanto del pasado, del presente como asociados al
futuro.
El
mero hecho de que muchas de las heridas del pasado se reabran les hace conectar
con la imposibilidad de dejar de sufrir y con la dificultad para conectar con
que el dolor del presente es el indicador de que se ha comenzado el proceso de
elaboración del duelo por lo que han vivido, clave para la reparación de las
heridas del pasado.
3.4 Otras vivencias de los adolescentes
adoptados
3.4.1 Los púberes adoptados y la ausencia del espejo
biológico
La
pubertad para los adolescentes adoptados comporta los mismos cambios pero los y
las púberes adoptadas sufrirán de una dosis extra de incertidumbre. En la
pubertad nadie sabe con total certeza como va a transformarse su apariencia
física, pero quien vive con sus familiares biológicos tiene ya datos en su
entorno familiar que le informan sobre aproximaciones a cual puede ser su cambio
físico. Se sabe y se ve parecido físicamente a los suyos y desde estos
parecidos con los suyos e incluso a través de los cambios observados en sus
hermanos y hermanas puede hipotetizar sobre cueles serán sus rasgos futuros,
estos serán en buena medida como los rasgos de sus familiares cercanos.
Este
espejo biológico que posibilita a los púberes conocer las tendencias de sus
transformaciones físicas no existe en el caso de los púberes adoptados. Estos y
estas por el contrario tienen la certeza de ser diferentes físicamente y no
pueden reconocer sus propios rasgos evolucionados en el corto y medio plazo. No
se ven físicamente a si mismos en los miembros de su familia y su incertidumbre
por tanto es mayor.
Como
además la mayor parte ya de los adoptados lo son por adopción internacional
habremos de añadir otro factor más que distorsiona el proceso de la pubertad,
la pertenencia a un grupo racial diferente al de los miembros de su familia y
por tanto la presencia de patrones de transformación diferentes a los de los
suyos. Esto fragiliza, preocupa e incluso en algunos púberes con una
elaboración deficiente de sus diversidades, puede llegar a generarles un cierto
nivel de sufrimiento y de enajenación, no aceptación y rechazo de su propia
imagen. Pueden llegar con más probabilidad que sus iguales a no gustarse y
verse no deseables o atractivos.
La
adopción transracial imprime a la fase de pubertad de los adaptados nuevas
fuentes de incertidumbre que en nuestra cultura adoptiva eran desconocidas y no
tenidas en cuenta. Ayudar a los púberes adoptados a elaborar el duelo por estas
dos diferencias durante la pubertad deberá ser unos más de los trabajos a
realizar por los servicios de apoyo postadoptivos y sus familias.
3.4.2 El factor de la diferencia física es otro plus
importante
Los
adolescentes desean ser únicos pero iguales a todos los demás adolescentes. En
los casos de adolescentes con rasgos raciales diferentes a los de sus
compañeros y familiares, sus diferencias les pueden llevar a situaciones de auténtica
discriminación que le incomodan y enajenan, pues puede ser tratado con
demasiada frecuencia como “alguien que no es de aquí”. Socialmente les puede
costar más resolver los conflictos de la vida con sus iguales y especialmente
con los adultos… Las viejas heridas del abandono no están del todo sanadas y
sus consecuencias siguen interfiriendo el aprendizaje, las relaciones sociales,
la convivencia familiar y algunas de las facultades personales.
3.4.3 Adolescencia, identidad y condición adoptiva
Los
adoptados durante su adolescencia empiezan a estar preparados para poder
integrar sus diferentes mundos de referencia y reconciliarse emocionalmente con
su experiencia de abandono (Brodzinsky 2002, I.Wiemann, 2004).
La
tarea del trabajo sobre la condición adoptiva se encomienda a los adoptantes
pero sin apenas aportarles elementos para ello. La adopción de incógnito impide
sistemáticamente acceder a informaciones, relatos, datos, lugares y personas
significativas en torno los orígenes de sus hijos adoptivos y que forman parte
de la identidad de estos. Se les invita oficialmente a tener una apertura
comunicativa en torno a la adopción pero con pocos o casi ningún contenido. Se
les encomienda una revelación de la condición adoptiva con unos recursos que apenas
bastan para conocer los auténticos motivos del abandono y legitimar una
reparación del mismo en toda regla. No se les reconoce a los adoptados la
condición de víctima inocente de una experiencia de abandono que trasciende los
recursos de las familias adoptivas y cuyas secuelas abarca la mayor parte de
las etapas evolutivas del desarrollo de los niños y adolescentes adoptados. La
identidad de las personas adoptadas no se limita al tiempo en que han sido
adoptados, también abarca experiencias, vivencias, sitios, personas… anteriores
a la adopción, que legitiman a esta medida protectora y que explican las
condiciones y las causas del abandono sufrido (Mugica, 2010).
Todo
ello no evita, ni impide que una buena parte de los menores adolescentes
adoptados e incluso acogidos en familias ajenas se identifiquen positiva y
claramente con sus adoptantes o acogedores y asimilen sus rasgos identitarios
(modos, gestos, historia, vivencias compartidas, valores, creencias, hábitos de
vida, estilos educativos…), ni tampoco impide el desarrollo de un sentido de
pertenencia, estabilidad y seguridad de los adoptados.
David
Azcona, joven adoptado y militante de la Asociación La Voz de los
Adoptados de España comentaba, con mucho acierto en unas jornadas organizadas
por AFADA (Asociación de Familias Adoptivas de Aragón) en octubre de 2009 en
Zaragoza, que para las personas adoptadas construir su identidad era mas
difícil que para las no adoptadas. Afirmaba que era como si las piezas que les
han aportado para ello no ajustaran y ponía el símil de un puzzle. A los no
adoptados les han dado un puzzle con las piezas completas y cuando lo montan
les aparece una imagen clara y nítida de quienes son. Para lo adoptados es como
se les hubieran dado un puzzle en el que hay
piezas de dos o tres puzzles diferentes y además faltan piezas
importantes. La imagen construida será necesariamente incompleta, inacabada y
su construcción más laboriosa.
3.4.4 La desventaja, el punto de partida de bastantes
adolescentes adoptados
Los
adolescentes adoptados se van a confrontar con las mismas situaciones que los
demás adolescentes con los rasgos propios de la adolescencia más acentuados que
los adolescentes no adoptados. Llegan a la adolescencia desde situaciones
sociales y personales diferentes, tienen puntos de partida diferentes al del
resto de adolescentes, en la medida en que todos los adolescentes adoptados han
vivido un abandono, han sufrido sus secuelas en mayor o menor medida y no pocos
han vivido experiencias más o menos intensas de malos tratos, abusos,
negligencia…
Todos
los adolescentes adoptados al menos tendrán que elaborar una vivencia de
abandono, que cuanto menos supondrá en sus vidas una incómoda herida
existencial (Wiemann, 2004) que deberá ser aceptada, entendida y explicada para facilitarle la
reconciliación de sus muy dispares y disociados mundos de referencia.
3.4.5 Una emancipación más costosa y compleja
Su
emancipación en cuanto proceso de autonomización es más complicada, más costosa.
Son más dependientes. Muchos de estos adolescentes parten con desventajas en la
vida; han vivido experiencias más o menos severas de privación, con mayor
probabilidad de que sus procesos individuales de desarrollo hayan sido
afectados por retrasos madurativos. Se incorporaron más tarde que los demás o
les cuesta seguir el ritmo de sus compañeros y compañeras. En la escuela han
tenido que repetir algún curso, es posible que sus rendimientos vayan por
debajo de sus capacidades y aunque hayan reparado buena parte de las secuelas físicas,
cognitivas y emocionales, algunas de sus áreas de desarrollo no están
compensadas ni reparadas del todo.
Emocionalmente
pueden mostrar menos capacidad de autorregulación, algunos tienen una mayor
tendencia a la impulsividad, les cuesta concentrarse en sus tareas. Su
autoestima puede ser menor si especialmente no ha tenido mucho apoyo específico
para elaborar su condición adoptiva y sigue desconociendo aspectos
significativos del proceso de revelación, con lo que su identidad estará menos
elaborada. Con todas estas dificultades a cuestas la autonomía, como
independencia personal funcional y exitosa es más costosa. Si bien el deseo y
la necesidad de autonomía está presente como en el resto de sus iguales, puede
que las facultades para su ejercicio se retrasen o estén comprometidas.
La
historia de daño emocional, abandono, malos tratos anteriores junto con las
consecuencias del cúmulo de conflictos y dificultades habidas en la
escolarización y en la convivencia familiar pasan a tener valor en términos de
identidad y el adolescente adoptado y con dificultades pasa a hacer una
evaluación del tipo “la vida me ha jugado una mala pasada”. La autoestima ante
este estigma de abandono irreparable puede verse muy dañada. Algunos
adolescentes pueden desarrollar una autoimagen muy negativa al interiorizar las
secuelas del abandono como algo propio y característico de su persona. “Soy tonto”, “no valgo para estudiar”, “se
me olvida todo”, “estoy harto, no aguanto más”, “no puedo”… son comentarios
habituales.
Los
riesgos de sobreidentificación con sus padres biológicos aparecen cuando no se
ha trabajado la condición adoptiva de forma adecuada o cuando el clima de
reproches por parte de sus adoptantes ante sus incumplimientos, convierte la
convivencia en una experiencia insatisfactoria.
La
existencia real de dos pares de madres y de padres en la vida de los adolescentes
adoptados aporta elementos de inseguridad y de conflicto añadidos que el resto
de adolescentes no tienen que afrontar. El pasado de dolor y de secuelas hace
que sean adolescentes más vulnerables a las situaciones de riesgo, con más
probabilidades de errar y meterse en líos. Y además la costosa tarea de la
reconciliación emocional con sus orígenes y circunstancias detrae también
energías y preocupaciones que no pueden ser invertidas en otras áreas del
desarrollo. Dos mundos de referencia tan antitéticos y divergentes precisan de
esfuerzos importantes para poder ser integrados en una misma identidad. Casi
nada entre ellos se complementa o encaja.
3.4.6 La identidad se traduce en necesidad de
conocimiento de las propias raíces
A
todos nos agrada saber de nuestra infancia y la historia de nuestros padres,
abuelos... de nuestra familia y antecesores. Para ello vemos fotos, escuchamos
historias, tenemos a mano objetos del pasado que nos ayudan a recordar y
conocer estos elementos de la historia familiar, que es también nuestra
historia y forma parte de nuestra identidad individual y colectiva. Todo adolescente
adoptado tiene que hacer un afrontamiento crítico de su propia historia. En sus
comienzos hay elementos contradictorios con el presente y una buena parte de su
pasado. Sabe que hay acontecimientos oscuros y negativos que desencadenaron su
abandono. Necesita saber qué pasó para
poder reconciliarse con su historia. Por
lo general los adolescentes adoptados que conocemos tienen un muy mal conocimiento
de sus orígenes. Hay poca información, pocos datos fiables y poca tradición y
hábito de contar a los hijos adoptivos las historias reales. Todo adoptado y
especialmente los adolescentes necesitan además conocer los motivos, causas y
circunstancias de su abandono para poder elaborar esa doble emancipación de los
biológicos y de los socioemocionales o adoptivos pues ambos pares de padres le
aportan identidad e historia (Brodzinsky, 2002; Bausch, 2003; Mugica, 2008).
A
pesar de que en todo hogar adoptivo y de acogida hay un espacio socioemocional
más o menos reconocido y aceptado para la familia biológica, emanciparse de los
padres biológicos, cuando son mal conocidos es más difícil, sobre todo cuando
solo están en la fantasía y no hay elementos reales con los cuales abordar y
elaborar la realidad de lo sucedido con ellos. Los adoptados tienen dos tipos
de padres y madres : los biológicos y los sociales (socioemocionales o adoptivos).
Ambos tipos de padres les transmiten elementos para la elaboración de su
identidad que favorecen su autoestima y una percepción adecuada de si mismo
aunque entre ellos pueda haber elementos contradictorios y muy a menudo en
conflicto. A pesar de ello los adoptados han de elaborar un solo sentido de la
identidad en base a dos mundos distintos y contrarios.
3.4.7 Confrontación con la propia historia por parte
de los adolescentes adoptados
Con
frecuencia los adolescentes adoptados pueden vivir lo referente a la búsqueda
de sus orígenes como algo propio que solo pueden vivir en exclusiva y de manera
privada, siendo algo que no desean compartir con nadie. Ni tan siquiera con sus
adoptantes. Con frecuencia pueden temer ofender a sus padres adoptivos con su
interés por los otros, incluso aunque estos últimos hayan manifestado su
disposición a hablar y compartir aspectos dolorosos y escabros de la vida
preadoptiva.
Los
adolescentes adoptados afrontan a menudo los sentimientos asociados a su
abandono (rabia, tristeza, añoranza, odio...) en solitario, sin apoyo, y con
una sensación de desamparo, al ser estos sentimientos muy poco comprendidos,
aceptados y legitimados por buena parte de su entorno. Además como personas
heridas sus mecanismos de protección y defensa le marcan una tendencia a negar
y reprimir sus emociones, de manera que el afrontamiento de su historia será más
limitada.
Respecto
de la búsqueda externa de sus orígenes pueden mostrar deseos de contactar
físicamente con ellos, o solo de tener información, o de ver a ciertas personas
de su pasado como hermanos, cuidadores, abuelos. No siempre la madre biológica
es la persona a la que se desea conocer. Suponiendo que se ponga a su
disposición un servicio de mediación de orígenes puede hacer intentonas y
renunciar en el último momento cuando el contacto ha sido organizado o
planificado (Brodzinsky, 2002).
Todo
adolescente adoptado necesita poder afrontar su historia sin vacíos, sin
fantasías y abordar los hechos y recuerdos reales, necesita conocer los motivos
y las causas del abandono. Confrontarse con esta realidad conlleva dolor, miedo
y puede acarrear nuevas decepciones, pero ayuda a reconciliarse con la propia
historia y consigo mismo. Es bueno aunque duela, ayuda a no atribuir su adopción
a que “su familia biológica no le quería”. Cuestiona esta íntima creencia
infantil ligada a todo abandono no elaborado
Tener
dos historias familiares no es un problema, el problema es que sus significados
sean contrapuestos y no haya engarce conciliador entre ellas. La información
recibida juega un papel importante, la no recibida genera fantasías peores que
la propia realidad.
Para
que esto sea posible sus adoptantes no deben dar una imagen negativa ni
descontextualizada de los padres biológicos de su hijo. Estos en realidad
fueron víctimas de un mismo trato, dada la habitual transmisión
transgeneracional del sufrimiento y de patrones de maltrato, negligencia y
abuso. Dar en adopción a tu hijo es también un acto altruista comprensible para
los adolescentes a pesar del rechazo sentido.
Reconciliarse
con los padres biológicos es muy difícil. Hay que generar para ello recursos y
materiales (fotos, recuerdos historias, relatos, cuentos, investigaciones,
búsquedas...). Reconciliarse con la propia historia no lo pueden hacer solos, es
conveniente que sus adoptantes superen sus temores y sus fantasías para poder
apoyar mejor a sus hijos en estos momentos tan cruciales como puede ser la
búsqueda de información o la búsqueda y el contacto con dichos orígenes.
También es importante una visión realista y una atribución correcta de las responsabilidades
del abandono que es siempre de los biológicos. A veces los adoptantes en un
alarde de reconciliación que no les corresponden atribuyen características
positivas al relato de la parte biológica que no coinciden con las vivencias y
emociones de la persona adoptada. Informar y hablar con neutralidad dejando que
la persona adoptada saque sus conclusiones y ordene sus emociones. Eso es lo
aconsejable (Wiemann, 1994, 2003, 2004).
3.4.8 Dificultades añadidas de los adolescentes
traumatizados
Con
frecuencia los adolescentes adoptados sufrieron malos tratos en sus primeros
años de vida y como consecuencia de ello durante la adolescencia van a revivir
las experiencias del pasado como una amenaza existencial para su integridad. La
progresiva toma de conciencia del significado que tiene el abandono va a
fragilizar su sentido de confianza en los suyos, en los otros y en el mundo en
general. Temerá que en el momento menos pensado una experiencia similar se
pueda volver a repetir.
Además
si cuestiones de las complicaciones propias de la convivencia y de actuaciones
provocadas por el mismo adolescente, los suyos mantienen una distancia respecto
de ellos, este tipo de adolescentes pueden
sentir durante el proceso emancipatorio que nadie está ahí para protegerles y
hacerse cargo de ellos, ni hacerse cargo de su dolor, o de su desconcierto, llegando
a revivir su abandono inicial.
Aunque
mantengan una actitud de rechazo a la vez quieren ser aceptados. No buscan
tanto la exclusión como puede llegar a pensarse. Su confianza en el mundo y en
si mismos se resiente y se sienten desamparados y abandonados de nuevo, cada
vez que experimentan exclusiones. Su experiencia de abandono se reaviva.
Además
las capacidades de autocontrol que regulan el equilibrio entre los deseos, las necesidades
y el principio de realidad puede que todavía no estén en su punto o no se hayan
trabajado suficientemente. Como se ha indicado antes sufren trastornos de
conducta y otras secuelas del abandono. Pero necesitarán seguir contando con el
cariño, el afecto el apoyo y aceptación incondicional de sus padres adoptivos dada
su mayor vulnerabilidad y a pesar de que la convivencia familiar es a menudo
una “guerra civil” (Bausch, 2003; Hopp y Cols., 2003; Stiftung Zum Wohl des Pflegekindes,
2005;).
3.4.9 Consecuencias del reencuentro con el pasado de
daño emocional (traumas)
Los
adolescentes adoptados dañados por abandono temprano suelen presentar un
insuficiente desarrollo de las capacidades de autocontrol. De niños por dolor y
supervivencia se vieron obligados a reprimir el abordaje (expresión, gestión,
regulación) de las heridas emocionales y de los sentimientos y emociones
asociadas a sus vivencia de sufrimiento. Además con frecuencia nadie ha estado
ahí para ayudarle a abordarlas. Pero los fantasmas reaparecen en la
adolescencia y le desequilibran por su mayor vulnerabilidad emocional e
inmadurez. Su autoestima en este contexto o situación de conflictos abiertos es
muy baja (Bausch, 2003).
En
este estado emocional de agitación, temor, miedo al abandono se pueden
manifestar conductas como la fascinación por la violencia, las películas de
terror, los videojuegos violentos. Pueden llegar a practicar la violencia sobre
otros y además con disfrute. Estas son formas de expresar que no tiene
elaboradas ni superadas suficientemente sus vivencias de maltrato y sufrimiento.
Algunos pueden llegar a cambiar el rol de víctimas por el de agresores como
forma de controlar precariamente su situación (Schmidt-Traub, 2003).
Se
pueden dejar llevar por otros adolescentes con problemas y no controlan o
controlan poco sus comportamientos, no siendo capaces de explicarlos ni
explicárselos. Intuitivamente pueden buscar la compañía de otros adolescentes
difíciles que tengan comportamientos destructivos. Después de periodos largos
de crisis tienen pocas expectativas de logro, pocas ambiciones de ser
productivos en su vida escolar y laboral. Su situación les lleva a tener pocas
iniciativas y sus impulsos creativos son cada vez más débiles y pasajeros. Con
frecuencia su rendimiento escolar está muy por debajo de su inteligencia y
capacidades.
El
ímpetu de sus emociones está fuera de su control y las medidas educativas
pueden tener poca eficacia dado que precisan de un cierto nivel de autocontrol
de sus formas de actuar y relacionarse. Controlarles es costosísimo y a veces
es imposible. Se puede probar de todo y con frecuencia casi todo falla. El
riesgo de separación, o cese de la convivencia y riesgo de institucionalización
es más alto todavía por todo el despliegue de dificultades que surgen.
3.4.10 La
mayoría de los procesos de adopción son exitosos para los adolescentes
A
pesar de lo aquí descrito, un porcentaje elevado de adolescentes adoptados pueden
hacer una identidad integrada y aditiva con elementos de ambas familias (la de
origen y la adoptiva) y se produce una identificación de los adolescentes
acogidos con sus adoptantes. De forma que los adolescentes adoptados asumen sus
modelos de vida, valores, normas y usos de vida, reacondicionándolos en función
de sus capacidades, déficits, trastornos e idiosincrasias. Lo habitual es que
una adecuada conciencia de si mismos se oriente hacia los ideales, valores,
creencias y modos de vida de sus adoptantes a quienes confrontará de forma
inexcusable.
En
este aspecto es muy relevante que un joven de veinte años, que a pesar de
atravesar una crisis desde los dieciocho, en la que había cesado la convivencia
con su familia adoptiva, había dejado estudios y vida normal y había convivido
varios meses con su familia biológica, que su familia adoptiva ayudó a buscar afirmará
después de conocer a su familia de origen: ahora
sé que todo lo bueno que tengo y sé hacer, lo tengo de mi familia adoptiva…
Un joven adulto afirmaba: De la que me he
librado gracias a que fui abandonado
de niño. He podido ser adoptado y disfrutar de unas posibilidades que de haber
seguido con mi familia biológica no hubiera podido ser. Mi vida con ellos
hubiera sido muy diferente y no creo que me hubiera ido tan bien… a pesar de
los pesares y lo duro que es ser adoptado…
4 EL CONTEXTO FAMILIAR DE LOS ADOLESCENTES ADOPTADOS
4.1 La familia
adoptiva y otras instituciones como agentes necesarios del proceso de
construcción de la identidad
La
familia es la institución depositaria fundamental de los elementos
constitutivos de la identidad. Es quien facilita una continuidad, quien
restituye las vivencias, los recuerdos y los datos, es quien custodia los
legados, quien construye una saga, desde la que arranca cada historia personal,
quien coordina a terceros agentes
comunitarios y quien se constituye en agente colaborador de primer orden. Según
Vera Fahlberg, en el caso de los menores sujetos a medidas protectoras (Wiemann,
2003) como el acogimiento residencial, el acogimiento familiar o la adopción,
además de la propia familia serán depositarios de dichos elementos
constitutivos de la identidad personal, personas como funcionarios, cuidadores,
educadores, padres y madres de acogida, madres adoptivas y padres adoptivos,
jueces, sanitarios, enseñantes… pertenecientes a los diferentes recursos
comunitarios e instituciones con diferentes culturas e incluso pertenecientes a
diferentes estados y unidades administrativas. Con demasiada frecuencia los elementos
constitutivos de la identidad de estos menores quedan aislados, inconexos,
descoordinados, desconocidos, ocultos e indebidamente custodiados. Esto va a
suponer para muchos menores sujetos a dichas medidas protectoras serias
dificultades para la construcción de la identidad personal.
La
experiencia en servicios de postadopción (Múgica, 2008) nos muestra con mucha
frecuencia que en el caso de los adolescentes adoptados está dificultad de
acceso a los elementos constitutivos de la identidad va a estar presente en el
proceso de construcción identitario. Generándose situaciones en las que los
adolescentes manifiestan no poder comprenderse a si mismos, no poder conocer y
entender su propia historia y condición, no poder relatar su propia historia,
no poder elaborar las pérdidas y los duelos propios de las experiencias de
abandono y que han sido expresadas con frases como “yo no se quien soy” (Juan, adoptado de 20 años), “me faltan piezas del puzzle de mi vida”
(Ana, adoptada de 12 años), “no sé de
donde soy” (Iker, adoptado de 15 años). Los adolescentes adoptados sufren
un corte, un desgarro de su historia personal y no pueden suplir con sus
recuerdos la función de archivo que tiene la familia. Sus
recuerdos, sus objetos, sitios de referencia quedan fuera del alcance de su
familia.
4.2 Emancipar a
los adolescentes adoptados es más difícil
En
las familias adoptivas la adolescencia de sus hijos e hijas es un proceso que asusta
y alarma más porque los vínculos sobre los que se asienta la relación son más
frágiles y vulnerables. No es que intrínsecamente valgan menos o estén
necesariamente en desventaja respecto de los vínculos fundamentados sobre las
relaciones de consanguinidad. El problema o la dificultad viene de fuera de la
familia adoptiva, de la cultura que le rodea. Lo genético y consanguíneo se
vive más solidamente desde el punto de vista vincular. Es como si en el caso de
la familia adoptiva esta tuviera que demostrar su funcionalidad ante los demás.
El
abandono que sufren los hijos de condición adoptiva genera secuelas en estos y
las dificultades cotidianas de la convivencia hacen que estas relaciones estas
sean más difíciles, complejas, conflictivas… Es más fácil que en este contexto
de dificultad se tambalee la relación y la pertenencia mutua que se tienen. Frases del
tipo “vosotros no sois mis auténticos padres” es algo que habitualmente oyen
muchos adoptantes en más de una ocasión y tiene más que ver con las dudas y
dificultades propias del proceso de entender la condición adoptiva de sus hijos,
que con un auténtico sentido de pertenencia o de calidad del vínculo. Las dudas
se instalan con más probabilidad en la relación conflictiva y la adolescencia
de los adoptados suele tener elementos de mayor convulsión.
La
fantasía de que la Genética
puede ser algo determinante en el comportamiento de las personas afecta también
mucho más a los miembros de la familia adoptiva que al resto de tipos de
familia. El sentimiento de extrañeza y enajenación de los adoptantes y
adoptados es mayor y se reacciona en situaciones de conflicto más fácilmente
con amenazas de fugas y/o expulsiones. Los adultos de la familia adoptiva
tienen una mayor pérdida del control y del manejo de las situaciones cotidianas
por los rasgos de niño herido del adolescente adoptado y un contexto de
conflictos abundantes favorece la idealización de los padres biológicos y la
sobreidentificación con ellos (Wieman, 1994, 2003, 2004; Brodzinsky, 2002; Mirabent,
2005). Puede haber por ellos una mayor probabilidad de separación /
reunificación, institucionalización del adolescente adoptado conflictivo.
Es
muy posible que las fantasías genéticas que tienen los adoptantes active los
miedos de estos a dejar de ser queridos por sus hijos o hijas adolescentes
especialmente en una etapa evolutiva de sus hijos e hijas en los que el ruido y
los fuegos de artificio no dejan ver los vínculos emocionales solidos y
estables a pesar de las cortina de humo de los conflictos.
4.3 Es fácil
malinterpretar el deseo de saber de los adolescentes adoptados
Si
los adoptantes no han sido debidamente preparados, orientados y apoyados a la
inseguridad, incertidumbre del adolescente se le sumarán los temores, fantasías
y recelos de los padres adoptivos a ser sustituidos por los padres biológicos.
Los adoptantes que han trabajado poco la condición adoptiva de sus hijos e
hijas pueden vivir el deseo de contacto de sus hijos adoptivos con sus padres
biológicos como la prueba de que los primeros vínculos van a poder más que los
suyos. Esta sustitución no suele darse en la realidad pues el adolescente
adoptado no lo desea. Querer saber de alguien y conocer a alguien que ha
participado en tu vida de forma significativa y que tiene la clave para
comprender cosas que le pasan a uno no implica desear tan sustitución, aunque
como amenaza tiene efectos potentísimos. El adolescente adoptado conoce esta
forma de sentir desde pequeño y sabe usar esto en su favor.
En
lo pocos casos en que los familiares biológicos son contactados, estos también
pueden llegar a pensar que el interés va por ellos y pueden querer hacer
demandas de relación relacionadas con el pasado y que los hijos siguen
amándoles. Esto no es así, el adolescente adoptado lo que busca es a si mismo,
sus orígenes. Estos familiares biológicos pueden actuar negando los motivos y
acontecimientos que llevaron a la separación. Pueden creer equivocadamente que al “hijo
perdido” no le importan o que para él no pintan nada los muchos años de la otra
paternidad socioemocional (Wiemann, 1994, 2003, 2004).
4.4 Itinerario de
las familias con adolescentes adoptados en conflicto
Las
familias adoptivas con adolescentes adoptados en conflicto tienen también
itinerarios comunes que les conducen a la situación en la que se encuentran con
sus hijos e hijas. En este itinerario por su experiencia de familia adoptiva es
frecuente que nos encontremos los siguientes hitos:
- Ausencia de preparación para los retos que hoy
supone una adopción: La mayoría
de los adoptantes adoptaron cuando los procedimientos actuales no estaban
vigentes. Son autodidactas y se han tenido que buscar la vida para
resolver cuestiones sin que nadie les orientara. Adoptaron sin saber todo
lo que hoy ya se sabe de la adopción. Los nuevos adoptantes tienen más
oportunidades de formarse y prepararse a través de las diferentes iniciativas
de asociaciones y administraciones. Han hecho lo que buenamente se les ha
ocurrido y desde una cultura que niega el abandono, fomenta el incógnito,
edulcora la realidad y desconoce los itinerarios emocionales de las
personas adoptadas y sus necesidades específicas.
- Peregrinaje estéril por gabinetes de técnicos y
especialistas: Con frecuencia
estas familias sobrellevan la experiencia de haber pasado por infinidad de
técnicos (pediatras, psiquiatras, psicólogos…) todos ellos y ellas
desconocedores de las secuelas y consecuencias de los procesos de abandono
temprano y con la convicción de que los adoptados no necesitan nada
específico y que el tratamiento es el mismo que el de los demás. Esto
conlleva diagnósticos erróneos, incompletos y parciales que no posibilitan
tratamientos adecuados. Por otro lado se encuentran con que los técnicos en
los nuevos servicios de postadopción les recomendamos lo contrario a lo
que les dijeron los técnicos de primera generación. Hemos dado la vuelta a
la tortilla y lo que antes era adecuado ahora es perjudicial.
- Desconocimiento del mundo interior de su hijo e
hija en materia de condición adoptiva: el no saber qué necesidades y procesos evolutivos específicos
atraviesan las personas adoptadas estos padres adoptivos y estas madres
adoptivas desconocen o no pueden reconocer aspectos importantes de los
procesos emocionales y cognitivos que hacen sus hijos. Cuando les
explicamos lo que sienten las personas adoptadas y el significado que
tiene para ellos y ellas algunas cosas que se han hecho responden con
cierto estupor, sorpresa y culpa, no
me podía imaginar que ni hija sintiera eso de nosotros o de sus familiares
biológicos, no pensaba que estas cosas le podían ocupar tanto tiempo,
nunca nos dijo nada, no nos ha contado estas cosas que le han pasado
(racismo…) o no supimos dar importancia a eso que nos contó… estas y
otras frases son habituales. No saben qué emociones tienen sus hijos, las
malinterpretan o ciertos comentarios de sus hijos se los toman como algo
personal cuando ellos no son necesariamente los destinatarios de ciertos
mensajes. Con frecuencia han sido asesorados con orientaciones
contradictorias por parte de diferentes técnicos. Muchos han perdido la fe
en los profesionales.
- Culpabilizados, desorientados y agotados: es como llegan muchos padres adoptivos y
madres adoptivas. Muchas personas de su entorno e incluso profesionales no
han tenido reparos en focalizar los problemas de sus hijos en supuestas
irregularidades o errores en la educación, les culpabilizan y les
responsabilizan de trastornos que tienen que ver con experiencias
traumáticas de abandono y con necesidades que ni la familia, ni el entorno
escolar ni el contexto profesional supo visualizar, tratar o entender.
Ante los conflictos de relación, convivencia y educación con sus hijos han
aplicado métodos no exitosos de la pedagogía general para unos chicos y
chicas que necesitan medidas diferentes, novedosas. Cuando el plan A falló
es preciso poner en marcha planes B o C. Esto es difícil y agotador. Muchas
familias se presentan con un no se
qué hacer ya. La gestión del adecuado equilibrio entre autonomía y
libertad no es sencilla, sobre todo cuando los adolescentes ansían
libertad pero se olvidan de su coste en responsabilidad
- Cuentas pendientes no resueltas de su pasado o
presente: duelos no realizados,
expectativas irreales e inadecuadas, proyectos imposibles teniendo en
cuenta la realidad de sus hijos. Miedos a lo que podría pasar, duelos
irresueltos, frustraciones, expectativas no satisfechas que generan climas
de conflicto, reproche y descalificación hacia eses hijo o hija
adolescente con quien no pueden identificarse, entenderse, ni comunicarse.
Los adultos proyectan sobre sus hijos estas vivencias generando
situaciones muy difíciles de resolver e incluso separaciones y abandonos.
4.5 La
responsabilidad de los fracasos es de todos
Cuando
una adopción no va bien el fracaso no es responsabilidad exclusiva de la
familia adoptiva. De alguna manera el fracaso es de todos los agentes que han
intervenido en la vida de ese adolescente adoptado y con conflictos graves. Es
también de la escuela que no supo o pudo activar procesos de aprendizaje más
acordes a las necesidades y capacidades de estos alumnos, es responsabilidad
también de los psicólogos, pediatras, psiquiatras, especialistas que fueron
consultados por la familia y no dieron respuestas adecuadas. Los enseñantes y
los profesionales de determinados recursos comunitarios también necesitan
formación y apoyo especializado para poder abordar estos nuevos retos surgidos
hace bien pocos años.
La
gestión de las adopciones tiene también su papel en las dificultades de muchas
adolescencias adoptivas. Las prácticas actuales en los procesos de adopción
pueden estar entorpeciendo y retrasando los procesos identitarios. Nuestras
administraciones de protección infanto-juvenil ya asumen progresivamente el
derecho a saber sobre sus orígenes de las personas adoptadas y en el ámbito de
la adopción nacional se están implementando sistemas de mediación con los
orígenes que pueden posibilitar el rescate tardío de elementos constitutivos de
la identidad, tras el acceso a la mayoría de edad.
Faltaría
superar este reduccionismo excesivamente conservador y sobreprotector con
medidas como (Agintzari, 2005):
- Haciendo partícipes
a los adoptantes de los elementos necesarios para explicar a sus hijos
adoptivos aquello que necesitan y solicitan saber sobre su condición y facilitará
su proceso identitario
- Rebajando la edad
de informar administrativamente y adecuándola al desarrollo evolutivo real
de la identidad
- Haciendo avanzar
los tratados y convenios internacionales sobre adopción, desarrollando
sistemas para los adoptados internacionalmente (ciudadanos nacionales
también con derecho a saber)
- Incluyendo a la
familia donante o biológica en el proceso de legar los elementos
identitarios precisos, para que a través de procesos de mediación
preadoptivos y postadoptivos, puedan aportarlos para la crianza y el
desarrollo del hijo o hija que van a donar y abandonar y colaborar en su
proceso identitario durante la infancia y la adolescencia de las personas
adoptadas.
4.5.1 ¿Una separación significa que necesariamente
hemos fracasado?
En
los casos más graves de conflictos de adolescentes adoptados con sus entornos
sociofamiliares se produce una separación. De momento nuestra ratio de
adopciones truncadas es baja pero
siguiendo estimaciones de otros países europeos es previsible que estas
adopciones truncadas y fracasadas de incrementen, a pesar de los recursos que
se implementen en los próximos años. Lo primero que habría que plantearse es el
significado mismo de la separación como necesariamente el fracaso de una
relación. En la práctica de apoyo y asesoramiento psicosocial (Múgica, 2008)
nos encontramos con que el cese de la convivencia no implica un fracaso de la
relación adoptiva ni su desaparición. Llamamos con frecuencia fracaso a cosas
que no lo son, o no lo son tanto.
Si
es cierto que las amenazas al rol parental son serias y severas y que la
sensación de haber fracasado es muy real e intensa por parte de algunos
adoptantes con hijos adoptivos adolescentes. Lo primero que hay que afirmar es
que este sufrimiento de todos es fruto de las experiencias tempranas del
adoptado y no de haber hecho todo mal o de la perversidad o maldad congénita
del adolescente difícil. Los años de buen trato no caen en saco roto pues
palían el sufrimiento y reparan áreas de funcionamiento del menor.
Parece
que no hay más remedio que compartir el sufrimiento con los hijos adoptivos y
acompañarles en este difícil momento pues el desbarajuste es tanto para los
hijos adoptivos como para sus adoptantes. Estos tienen que saber que con cierto
tipo de daños emocionales de los niños abandonados que se adoptan es más
probable llegar al límite de la capacidad de aguante y que se produzca una
separación física del hijo.
Pero
después de la separación se pueden hacer muchas cosas. No es el fin. La
distancia cuando se ha establecido con el adolescente una relación viciada por
los conflictos puede incluso resultar una ayuda necesaria para quitar de la
escena los enfrentamientos continuos e incluso retomar las relaciones de otra
manera, sin unas funciones educativas, que pueden ser delegadas en
instituciones y asumiendo solo tareas de
apoyo emocional para desde ahí ir regenerando la relación, una convivencia
parcial, el respeto y la contención necesaria (Múgica, 2008).
Para
hacer esto posible hacen falta nuevos programas y recursos de apoyo para
adolescentes adoptados en conflicto, que faciliten a la vez una toma de distancia
física pero también un acercamiento emocional, que haga sentir al adolescente
adoptado que se le da una tregua en ciertos aspectos de la vida familiar, que
se le exige un comportamiento correcto y que a la vez se le sigue aceptando,
cuidando y queriendo incondicionalmente. Los vínculos trascienden a la
convivencia. Si se garantizan estos recursos y una adecuada mediación es más
posible atravesar esta fase difícil para todos, cuando las cosas se han
torcido.
5 PROPUESTAS DE ACTUACION CON ADOLESCENTES
ADOPTADOS Y CON SUS ADOPTANTES
5.1 Fundamentos
para la intervención con los adolescentes en conflicto
Aunque
resulte difícil, es necesario manifestarle afecto, comprensión y respeto, a la
vez que una clara y cálida firmeza, hay que hacerle percibir que se le va a
contener e impedir comportamientos peligrosos y nocivos, pero que a la vez se
le quiere, se le acepta, se le respeta y se le entiende (Wiemann, 2003;
Rygaard, 2008).
Para
ello es importante conocer y tener en cuenta la historia previa del adolescente adoptado, para entender mejor las transferencias emocionales, que
hace el adolescente hacia las nuevas situaciones de referencia, que se
le plantean. Es necesario poderle ayudar a percibir y expresar sus experiencias y sentimientos a través de encuentros
cuidadosamente mantenidos y coordinados.
Es
fundamental tener paciencia, este proceso
de elaboración lleva mucho tiempo y esfuerzos y solamente cuando se ha llevado
a efecto, podrá el adolescente adoptado y en conflicto, retomar una nueva posición
positiva de forma auténtica y real. Al adolescente no se le puede exigir que
nos genere confianza y seguridad como pago previo al apoyo que le prestemos. Es
al revés, son los adultos los que una vez más deben insuflar confianza y
seguridad a una relación herida y sin horizontes, para que el adolescente pueda
retomar su vida más ordenadamente.
Es
también imprescindible una buena coordinación de todos los agentes
intervinientes para evitar salidas y fugas del proceso por parte de unos
adolescentes habilidosos en el manejo del desconcierto de los adultos.
Con
la agresividad hasta cierto punto natural de los adolescentes, los adultos
deben aprender a vivirla como un recurso y no como maldad y perversidad hacia
ellos, para que no les ofenda, hiera y dañe íntimamente.
Los
hijos adolescentes y que además fueron heridos emocionalmente por el abandono
seguirán necesitando apoyo para dar “pequeños pasos”, ayuda para cosas nimias,
para arrancar una actividad, para continuarla, necesitan más protección y
control que los de su edad aunque desde una distancia mayor y sin manifestarle
un control agobiante.
Necesitan
que se les manifieste confianza y no que exclusivamente se espere esta de
ellos. Los adultos tienen que seguir siendo fuente de la confianza, la autoestima
y la seguridad que con frecuencia han perdido.
Necesitan
éxitos en sus vidas, hacer cosas que les salgan bien. Hay que buscarles
actividades o generárselas donde las probabilidades de éxito sean de 90%. Luego
las alabanzas por hechos merecidos y de forma cotidiana es otro factor de
resiliencia que ayuda. Cuando aflore su mal comportamiento hay que hacerle ver
la paciencia del adulto y continuar valorando sus personas positivamente sin
cebarse en sus errores, los cuales no precisan ser señalados continuamente. Su
dificultad no suele ser desconocer el bien o el mal. Suelen saber lo que está
bien y lo que está mal. Lo que más les suele costar es anticipar las
situaciones para que esto les de tiempo a controlarse. Conocer donde están sus
aciertos y las formas de implementarlos mejor y más eficientemente es algo
mucho más rentable que los reproches y sermones que no aceptan. El adulto debe
manifestar el autocontrol que el
adolescente no tiene. Cambian si el adulto sabe aguantar sus negativas y
sus rodeos y no se manifiesta incapaz o fracasado.
Para
fortalecer su yo necesitan sentirse valiosos y que se les anime a ser
productivos y creativos, han de conseguir éxitos y hay que ayudarles a verlos.
Tienen que aprender a ser como son, a aceptar sus aspectos positivos y
negativos y a controlar el autorrechazo, que manifiestan cuando quieren ser
como los demás.
Los
adultos en lugar de pedirles exclusivamente cuentas de sus comportamientos y
reprocharles sus errores y carencias de resultados deben explicarles por que
suceden (Barudy y Dantagnan, 2005) contextualizándolos como secuelas y síntomas
de unas experiencias que no son responsabilidad suya ni provocaron (abandono y
maltrato). Hay que ayudarles a reconocerse como víctimas con derecho a
reparación y ayuda, animándoles a la vez a mejorar, superarse y no quedarse
empantanados.
Cuando
los adolescentes han caído en el desánimo, llevan años a sus espaldas de
fracaso escolar y han perdido la confianza en si mismos y en el mundo adulto es
preciso una tregua al menos en el plano de la relación emocional, la
contundencia y la firmeza para el control de comportamientos de riesgo, se debe
también ejercer sin la expresión de la rabia, la frustración, la ironía y la
contagiosa falta de confianza que con frecuencia acompaña a los conflictos. Hay
que aportar desde el exterior lo que le falta para salir adelante en su proceso
de autonomía.
5.2 Demandas de
los adoptantes de adolescentes en conflicto
Los
adoptantes de hijos adolescentes reclaman muy diversos recursos. Tienen las
siguientes necesidades (Agintzari, 2005, 2006; Loizaga, 2006) :
- Orientación y
preparación para los retos de la adolescencia de hijos e hijas de
condición adoptiva
- Mediación de
orígenes
- Profesionales
capacitados en el abordaje de los problemas de contención, formación
profesional, inserción laboral y orientación de sus hijos
- Instituciones
educativas que formen a sus hijos partiendo de sus realidades específicas
y no de programas estandarizados. Piden escuelas inclusivas que acepten a
sus hijos con sus dificultades
- Programas de apoyo
para ellos y sus hijos e hijas adolescentes, individuales, grupales y
familiares. Para situaciones de crisis, para separaciones temporales, para
Por
las dificultades que supone la crianza de un niño con problemas de abandono y
situaciones traumáticas habitualmente conexas
es fundamental facilitarles a los adoptantes la formación y la
orientación suficiente como para asumir el desafío parental de educar, trabajar
con un niño que ha sido emocionalmente herido. Su tarea parental es más
difícil. (Agintzari, 2005)
Otro recurso fundamental
que demandan los adoptantes que vislumbran las adolescencias complicadas de sus
hijos es apoyo psicoterapéutico, tanto individual, familiar, grupal, y de pareja. Es habitual oír decir a los y
las adoptantes frases como: “si ahora que
son pequeños, esto es ahora así de complicado y difícil, ¿cómo será cuando sean
mayores?”. Los adoptantes reclaman equipos de trabajo de referencia sobre
la situación adoptiva. Si sabemos que la adolescencia de estos menores es más
complicada parece razonable generar recursos para abordar estas situaciones y
evitar situaciones más complicadas. Los grupos de autoayuda son también un
recurso de primera categoría especialmente con adolescentes adoptados
conflictivos.
Otro tipo de ayuda que
necesitan muchos adoptantes en esta etapa de las vidas de sus hijos es una
mayor dosis de valoración, comprensión y reconocimiento social hacia la tarea
que han hecho. Con demasiada frecuencia son rápidamente devaluados, culpabilizados
por personas, profesionales e instituciones de su entorno y son todavía pocos
los recursos comunitarios donde comprenden las situaciones de dificultad por
las que pueden atravesar sus hijos e hijas.
En los casos más difíciles
de crisis adolescente los adoptantes pueden necesitar contención emocional, ser
explícitamente desculpabilizados, pues ciertas crisis no pasan por negligencia
parental, sino por las dificultades inherentes a la condición adoptiva y de
víctima de experiencias tempranas de abandono, negligencia e
institucionalización. Con este tipo de apoyo emocional les va a resultar a los
adoptantes más sencillo rebajar ciertas expectativas y favorecer un clima apto
para la solución de los problemas y dificultades de sus hijos.
5.3 Programas
Adoptia con adolescentes implementados en los últimos años desde
Agintzari.S.Coop. de Iniciativa Social de Bilbao
Desde el año 1997 venimos
colaborando con la
Asociación Ume Alaia de Bizkaia y de las primeras propuestas
de trabajo que se plantean es la actuación con preadolescentes y adolescentes.
A lo largo de estos último 14 años hemos desarrollado los siguientes programas
centrados en la adolescencia de las personas adoptadas (Agintzari, 2005, 2006):
- Asesoramiento
y orientación para adoptantes: En dicho programa
facilitamos información a los adoptantes sobre las necesidades de los
adolescentes adoptados, sus trayectorias, sus momentos evolutivos, la
búsqueda de orígenes, sus pensamientos y las vivencias y emociones que
supone su abordaje de la condición adoptiva. Se busca ayudar a los
adoptantes a entender a sus hijos adolescentes desde sus posiciones de
adolescente adoptado y víctima de experiencias de abandono. En sesiones
grupales esta formación y orientación se hace a colectivos de adoptantes.
En sesiones familiares se particularizan los contenidos y se orienta a la
familia para el abordaje de las situaciones para las que solicitan
orientación
- Intervenciones
psicoterapéuticas individuales con adolescentes adoptados: aunque
a regañadientes unos y obligados otros por sus adoptantes o por las
autoridades en este modelo de intervención se le ayuda al adolescente
adoptado a afrontar su experiencia de abandono poniendo palabras a sus
vivencias y emociones y facilitando su expresión. Con frecuencia hay que
ayudarle a poblar sus pensamientos de ideas y conceptos nuevos que le
permitan un abordaje cognitivo de su realidad personal. Hay que ayudarle a
reinterpretar una realidad de la que apenas nunca habló con nadie. Esto
conlleva la aparición de las emociones correspondientes de rabia,
tristeza, dolor, añoranza, miedo… con las cuales se maneja mal. Según
repasamos su historia y trayectoria aparecen situaciones como las del
racismo, discriminación o xenofobia que nunca fueron explicitadas o
valoradas emocionalmente. Repasar situaciones, hacer lecturas emocionales
y legitimar el mundo interno les ayuda a pensar que no están locos cuando
sienten una rabia, una tristeza, un miedo que los demás son incapaces de
reconocer o admitir. Con frecuencia hay que recontarle su historia de
abandono con palabras, emociones y vivencias que pueden empezar a
vivenciar sin tanta angustia como cuando en soledad tan solo podían
rechazar, negar la realidad de su sufrimiento. Normalizar su mundo interno
y sus experiencias, buscar explicaciones y razones propias de un joven
adolescente y superar la cultura infantil sobre la adopción edulcorada
requiere acompañarles en estas vivencias. A menudo les contamos las
experiencias que otros adolescentes nos cuentan y las estrategias que les
ayudaron a salir adelante. Este compartir experiencias a veces les anima a
participar de las experiencias grupales. También desde una visión más
sistémica se les ayuda a ver la posición de los demás; de sus padres y
madres tanto biológicos con adoptivos, de sus compañeros y amigos y de
otros actores. Nos servimos de todo tipo de recursos, videos, cartas,
testimonios, mensajes, películas, prescripciones para hacer en secreto…
- Intervenciones
psicoterapéuticas con familias con adolescentes adoptados: muchas
veces las familias precisan ayudar para reconducir sus relaciones,
interacciones y procesos de comunicación. En estos casos acudimos a la
fórmula de intervención familiar y se les facilita con nuestra mediación
espacios, mecanismos y propuestas para resolver los conflictos, pactar
soluciones y reconducir la comunicación. Con frecuencia adolescentes y
adoptantes malinterpretan las reacciones, las interacciones y las
emociones de la otra parte. Traducir los significados de las cosas les
ayuda a tener visiones más benévolas unos de otros. Con frecuencia se ha
de fortalecer y apoyar al subsistema parental para hacer frente a los
comportamientos disruptivos del adolescente y facilitar la autonomía bajo
tutela del adolescente. Pactar treguas, renegociar las deudas y los
castigos y expectativas es otra tarea fundamental. Facilitarles la
vivencia de una familia que todavía se quieren y que el hijo a pesar de la
distancia sigue amando y vinculado son también aspectos de la escena
familiar en terapia. El no todo se ha perdido es fundamental. A la familia
y sobre todo al sistema parental hay que darle un mensaje de resistencia
contra viento y marea.
- Talleres
psicoeducativos con padres y madres con hijos adolescentes adoptados: En
estos talleres los adultos elaboran la condición adoptiva de sus hijos en
compañía de otros adoptantes con similares dificultades. En el seno de
estos grupos se comparten los problemas, las emociones pero también las
soluciones a las situaciones que el grupo plantea. Se preparan contenidos
teórico-prácticos a demanda de los participantes pero también se trabajan
las situaciones particulares y las crisis, que cualquiera de los
asistentes puede vivir. La fuerza
del grupo es un recurso fundamental para la promoción de los cambios. Lo
que a una familia le funciona lo aplican el resto tarde o temprano. Esa
cercanía de vivencias y soluciones promueve cambios.
- Talleres
psicoeducativos con adolescentes: al igual que en el
caso de los adultos surgen a demanda de los mismos adolescentes. Estar
juntos les ayuda a entenderse casi sin palabras y aquellas experiencias y
emociones de las cuales en individual casi no son capaces, en el seno de
un grupo surgen casi solas y en un contexto donde todos se entienden y se
saben de la misma condición. Lo raro se convierte en lo normal al menos
durante el tiempo del taller. Usamos muchos recursos y muy variados para
facilitar el enganche, la atención y el abordaje de emociones, vivencias y
conflictos. Hay muchas películas que trabajan contenidos adecuados.
Utilizamos relatos, cartas e incluso testimonios y experiencias de los
propios adolescentes. Entre ellos van encontrando respuestas y afrontando
situaciones que solas no se atreverían. Hemos comenzado a poner en
contacto los diferentes talleres de grupos de edades diferentes y usando a
los adolescentes como modelos referenciales para los más pequeños. En un
taller de niños de 9 años entrevistaron a un adolescente de 16 años sobre
como manejaba la rabia y los conflictos y que cosas hacia para pensar en
su familia biológica. La experiencia sirvió a los pequeños, sirvió al
adolescente, pero cuando este lo contó en el grupo les surgió la idea de
hacer ellos algo para el grupo de madres y padres.
- Formación
de técnicos y profesionales: es una demanda que desde hace unos
cinco años venimos recibiendo de diferentes colectivos: asociaciones
profesionales, universidades, instituciones… No es una novedad que en
España los técnicos necesitamos mucha formación sobre estos aspectos. También nos demanda formación los
colectivos de enseñantes a raíz de nuestras intervenciones de
asesoramiento, orientación y terapia. El objetivo aquí es incrementar las
competencias técnicas de los profesionales en materia de adopción. Aquí
difundimos nuestro programa de contenidos teórico prácticos basados en la
teoría del apego, los daños y secuelas del maltrato infantil, la promoción
del bienestar infantil, el modelo de la teoría de la integración de los
niños victimas de abandonos, la resiliencia, las narrativas en el ámbito
de la protección infantil… (Agintzari, 2006)
- Programas
de familias en conexión con sus adolescentes en conflicto: este es
un nuevo programa en fase experimental donde procuramos aportar al mundo
de la intervención con adolescentes problemáticos nuestra visión de cómo
trabajar con adolescentes adoptados en conflicto basándonos en las
fortalezas de las familias adoptivas y en los recursos a veces casi
invisibles de los adolescentes adoptado. Estos aunque parece que no pueden
preservar aspectos muy sanos dentro de situaciones muy desestructuradas
donde lo aparente solo es caos, la cosa no es así. Pensamos que en los
casos de separación de los adolescentes esta debe ser temporal, se ha de
trabajar intensivamente durante un corto periodo de tiempo (tres meses)
con el objeto de facilitar y promover desde la conexión cambios en la
familia y en el adolescente que le permitan retomar el curso de su
emancipación. Se trata de crear un programa que sirva de interposición
entre familia y adolescente, que les mantenga conectados y posibilite
desde la distancia y la conexión materializada en apoyos prácticos un
régimen de semiautonomía donde todos tengan la suficiente distancia para
no enfrascarse en conflictos.
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Buenas tardes D. Javier:
ResponderEliminarMi esposa y yo acabamos de descubrir este blog. Nos ha parecido extremadamente interesante puesto que se recogen comportamientos y actitudes que vemos reflejados en nuestra hija, una adolescente adoptada.
Nos preocupa el rechazo total que manifiesta hacia los aprendizajes académicos (2º de E.S.O. con muchas asignaturas pendientes de primero). Desde el Centro Educativo nos recomiendan que se la refuerce con profesores particulares, pero su reacción a este planteamiento es la negación absoluta a admitir esta ayuda, siendo casi violenta. Hasta ahora se hemos tratado de ayudarla nosotros, pero los resultados no han sido buenos, y el explorar este segundo camino puede desencadenar conductas bastante agresivas por su parte. ¿que podemos hacer? ¿cómo debemos actuar? ¿Nos podrías iluminar un poco el camino?